Cuenta la leyenda, según el historiador Heródoto, que al poeta grecorromano Homero (Siglo XVII antes de Cristo), se le atribuyen los poemas épicos La Ilíada y la Odisea. Ésta última, una narración de aventuras marinas que consta de 12.110 versos en 24 cantos. En ella, se relata el difícil viaje del rey Ulises de Ítaca, desde donde partió para participar en la guerra de Troya, hasta su retorno a la patria.
Narra la historia que, durante su regreso de Troya, las naves de Odiseo (el nombre de Ulises en griego) y sus hombres fueron desviadas por el viento, que las llevó hasta la tierra de los lotófagos. Éstos ofrecieron loto como alimento a algunos de los recién llegados, que se aficionaron a él y olvidaron su hogar, su tierra y el deseo de volver a sus orígenes.
La metáfora nos retrotrae a la segunda década del siglo XXI en el archipiélago mediterráneo del Caribe. Allí, existe una isla prodigiosa habitada por lotófagos modernos; es decir, hombres y mujeres dedicados al consumo de la flor de loto. Su efecto soporífero y placentero consistía en borrar toda la memoria en los humanos.
Como en la Odisea, muchos habitantes de Quisqueya se olvidaron de sus hijos, sus hogares y el ímpetu de retornar a Ítaca para ratificar su fidelidad a la Patria y a su fiel Penélope, la amada rodeada de corruptos que querían robarse el reino por medio de ese opio llamado cultura popular; traducida, entre otros matices, en lírica musical vulgar, degradación de la familia, la mujer, la fe, la esperanza, la moral, la ética, la dignidad, los símbolos patrios y los valores eternos.
¿Cuáles son los efectos directos de la flor de loto en la Odisea nacional? Al consumir ese manjar, muchos lotófagos dominicanos han olvidado todo lo que saben. Han perdido la memoria y hasta su identidad. Su conciencia se diluye, se desvanece. Ulises sabe que ésta es la peor de las amenazas y obliga a sus hombres a embarcar de regreso al hogar para no perderlo todo.
¿Pudo Ulises haber sido feliz si no hubiese retornado a Ítaca? Nadie lo sabe. Lo cierto es que el épico navegante escapó de los efluvios de la hechicera Circe, tras procrear un hijo llamado Telégono; venció los cantos de las sirenas taponando con cera sus oídos y los de la tripulación, derroto al cíclope Polifermo y sobrevivió en la isla de la ninfa Calisto.
Pero como el destino a veces es más fuerte que los designios divinos, Ulises no pudo escapar al suyo. Una pitonisa profetizó que el héroe épico moriría a manos de su hijo, Telégono. Éste, por mandato de su madre despechada, desembarcó en Ítaca y asesinó a su padre.
La metáfora de la Odisea se podría resumir en el unalome, símbolo de tradición budista que representa de manera gráfica cómo las decisiones más importantes que se han tomado implican consecuencias. Ulises, el formidable héroe admirado que venció todas las tentaciones en el nombre de Dios, Patria y Libertad, no fue la excepción.
Hay gente empeñada en borrar la memoria de este país. Con justa razón, Homero sentenció: “Odioso para mí como las puertas de Hades es ese hombre que oculta una cosa en su corazón y habla de otra.”