Pável Isa Contreras, ministro de Economía Planificación y Desarrollo, emitió unas declaraciones sobre cómo entiende debe tratarse el tema de la migración haitiana hacia nuestro país. Sin dejar de ser enfático, fijó su posición al respecto con mesura y precisión. En cualquier país “normal” su declaración no hubiese provocado absolutamente nada, porque es normal que un ministro hable de temas nacionales desde la perspectiva del reconocimiento de derechos individuales y/o colectivos de carácter universal. Pero, desafortunadamente, este país dista un tanto de ser “normal” cuando del tema migratorio se trata, aún más de los otros temas que de este se derivan. Las raíces de esa circunstancia vienen de lejos, de ancestrales prejuicios e intolerancias.
Pável ha tocado una cuestión que, absurdamente, es tabú en nuestra sociedad: el odio de esencia racista/xenofóbica. Ha dicho que el enfoque y discusión del tema migratorio, vital para el país, debe hacerse con un diálogo exento de pasión, objetivo, serio y global. Porque no solamente se trata de las tensiones que provoca una gran cantidad de migrantes en cualquier sociedad o lugar, sino porque a pesar de esas tensiones, muchas economías simplemente no funcionarían sin la mano de obra de origen extranjero. Esto último muchos no quieren aceptarlo, así como que la existencia en nuestra sociedad de una actitud racista y xenofóbica hacia la migración haitiana que se construyó cultivó y expandió fundamentalmente durante la tiranía trujillista.
Por eso no es de extrañar que, en la actualidad, en la difusión de esa actitud, se destaque la familia de un activo ex diputado de esa tiranía, célebre por sus fervorosos discursos de apoyo a esa nefasta satrapía, en ellos llamaba “traidores de la patria” a los héroes del 14 de junio del 1959 que se inmolaron por la libertad y contra sectores de la Iglesia Católica desafectos al régimen y también por sus discursos y fabulaciones contra Peña Gómez. En cualquier país “normal” figuras de ese pelaje hace tiempo que fuesen sólo anécdotas, pero aquí presumen de una beligerancia sólo posible por el apoyo que, de hecho, reciben de algunos sectores políticos ahora opositores y por las acciones y posiciones de algunos funcionarios del presente gobierno.
Casi nadie se asume racista, independientemente de que consciente o inconscientemente lo sea, eso se entiende. Pero no es entendible ni mucho menos aceptable, que se quiera pasar como cierto que en una sociedad donde hubo esclavitud el racismo sea inexistente. Aquí hubo esclavitud, a pesar de que durante siglos prácticamente esto se trató de ocultar en los libros de textos. Una sociedad, donde haya existido esclavitud y se ha escritos textos de corte racista (agregaría Bobbio), da racismo, xenofobia y propensión a matanzas por todos lados. No somos una excepción, y negarlo es insostenible desde el punto de vista histórico y sociológico, decir que existe y exigir respeto a toda víctima de esos prejuicios sólo es “traición” para quienes viven montados en la bestia de la intolerancia.
En cuanto al significado de la migración en la economía en el presente, es otra cosa que no se quiere entender o plantear en su justo término. Nadie en su sano juicio niega que los grandes flujos migratorios que recibe un país causan tensiones, problemas y naturales prejuicios, por eso es lógico y deseable que estos flujos sean debidamente controlados en base a leyes para tal fin, pero con sentido práctico, viables y con estricta observación de los derechos inalienables del migrante, sin campañas contra estos que exacerban y distorsionan las diferencias entre ellos y la población local. Ello así, porque hoy día muchas economías no pueden prescindir de la mano de obra extranjera. Costa Rica necesita de la nicaragüense, España la marroquí y la de otros países.
Igualmente, en la Francia de finales de los años 50 hasta parte de los 70 con la procedente de España y del sur de Italia, que a su vez fue la mano de obra fundamental para el desarrollo industrial y comercial del norte de ese país. Es lo que aquí sucede con la que viene de Haití y que aporta casi el 10% del PBI. Las migraciones son inentendibles y determinan que la generalidad de países tienda a ser una mezcla de identidades que se construyen y transforman sostenidamente. No es el futuro, es un presente, es un fenómeno que aquí debemos afrontar sin el primitivismo trujillista a que algunos nostálgicos apelan permanentemente mediante fábulas, relatos e historietas sin fundamentos de “conspiraciones internacionales”, entre otras monsergas.
La alharaca desatada por el ultranacionalismo xenófobo/racista en torno a las declaraciones de Pável, pidiendo su destitución, es otro capítulo del largo rosario de intolerancia y chantajes de esos sectores que, dado su inveterada tendencia a fabular y envalentonados por sus coincidencias con sectores de este gobierno, pretenden que este escoja entre sus delirios y la dignidad, honestidad y formación de Pável. Entre un talento que aporta luz al gobierno y unos impenitentes que son parte importante de la sombra y lastre perennes del país.