Tener el primer lugar en el mundo en muertes por accidentes de tránsito es no solo vergonzoso sino patéticamente demostrativo del perjuicio que provoca el incumplimiento reiterado de la ley, la insólita entronización de sectores que se colocan por encima de esta y que actúan con patente de corso para realizar cuanto les venga en ganas sin consecuencias, y la irresponsable inacción y tolerancia de las autoridades, en unos casos, y complicidad en otros.
En adición a la invaluable pérdida de vidas, estos accidentes representan un altísimo costo para el Estado, y una desviación de fondos de la cuenta de salud del régimen contributivo que perjudica a los afiliados, lo que viene de lejos, pues cuando se aprobó la Ley de Seguridad Social hace más de 20 años las Administradoras de Riesgos de Salud lograron que la cobertura de estos accidentes quedara fuera del Plan de Salud alegando su elevado costo, lo que ha obligado a que año tras año haya que actualizar una cápita para estos que se les paga adicional a la de salud, ya que a pesar de que la ley manda que el costo de estas atenciones sea cargado al seguro obligatorio de vehículo o al responsable, esto no se ha cumplido.
Se alegará que esta era la única forma de hacerlo porque un alto porcentaje de los vehículos circulan sin el seguro obligatorio, pero lamentablemente en vez de haber hecho cumplir este mandato legal, acomodamos las cosas para que se reciban las atenciones sin trasladar ese costo a los responsables, y si a esto le sumamos que en adición toleramos que vehículos no aptos circulen, que camiones y patanas rueden con gomas inservibles y violando carriles y límites de velocidad sin consecuencias, y que motoristas transiten en violación de todas las leyes de tránsito impune y groseramente, no debe sorprendernos la alarmante cantidad de muertes y accidentes, ni la terrible consecuencia de un total caos del tránsito que constituye el peor retrato de nuestra sociedad.
Los motoristas no solo representan el 57% de los muertos por accidentes de tránsito, sino que se han convertido en un mal cada vez mayor, porque de volarse los semáforos en rojo pasaron a volarse los sentidos de las vías y a adueñarse de las aceras, lo que ha servido para que asaltantes y ladrones hagan de los motores su mejor aliado, y de motoristas sin licencia saltamos a motores importados por partes para no pagar impuestos, que no eran registrables, y a que los agentes de tránsito se hicieran ciegos a su respecto, porque de humildes padres de familia a quienes no se les aplicaba la ley por temor al costo social, se convirtieron en conductores inexistentes en el sistema, a los que no había como aplicarles multas, y la incautación de sus motores se volvió un problema y una fuente de corrupción.
A los motores fantasmas sin registro, placa, licencia y seguro que asustan, entorpecen y causan accidentes, se añaden los que de alguna manera están formalizados y se han convertido en parte importante del transporte urbano, los denominados “motoconchos”, que transitan sin cascos o portando este solo el conductor y no quienes transportan, y los famosos “deliveries” de colmados y restaurantes, que se han hecho cada vez más numerosos con la reciente proliferación de plataformas internacionales de entrega de comida y otros, quienes a pesar de que exhiben los logos de estas y atienden a sus clientes, no son sus empleados sino sus contratistas, a quienes ni siquiera les asignan un lugar propio para esperar las llamadas de servicios sino que se posan como palomas en distintas esquinas para salir detrás de la presa a toda velocidad y sin cumplir ley alguna, bajo mandato de las siglas comerciales que exhiben, pero sin responsabilidad legal alguna de estas, aunque su ética empresarial debería hacerlas tener contratistas a los que se requiera cumplir con la ley, y que las autoridades se lo exijan.
No podemos seguir esperando que nuevas normas cambien lo que no estamos enfrentando, por eso la Ley 63-17 de transporte y movilidad y el INTRANT creado por esta, ha servido de poco para mejorar este caótico panorama, ni seguir apostando a que cargar más la responsabilidad de unos cuantos contabilizándole mediante puntos sus infracciones resolverá el grave problema del tránsito vehicular, cuando un porcentaje tan alto de los principales responsables de este ni siquiera tiene licencia para descontárselos. Enfrentemos ya esta plaga como debemos hacerlo, haciendo cumplir la ley a todos por igual.