Prefiero el verso corto y darle sentido
en plena luz.
No me gusta fanfarronear
con el lenguaje, encerrarlo detrás
de un muro retórico.
El verso debe ser
democrático, del pueblo, pero respetuoso
de las reglas gramaticales.
No predigo
volar la lógica o el conocimiento
adquirido por la lectura.
Finalmente
soy tímido, solitario, pero mi sentido
de libertad, y de cruzar fronteras
sin permiso, no tiene límite,
mi furia contra la tiranía tampoco,
y mi pluma vuelve espada y rompo
el verso, entro al río, y sigo escribiendo.