A pocos días del cierre de campaña de ambos candidatos, Kamala Harris lo hará el próximo 29 de octubre y el expresidente Donald Trump el 27 de octubre en New York. Menos. En la carrera por la presidencia estadounidense, el divisionismo se hace presente en cada segmento de la población. Republicanos y demócratas propaganda que la democracia está en peligro y que estamos en un situación sin precedentes.

Vemos a decenas de figuras del arte y del entretenimiento endosar al candidato o candilada con quien se identifica. Así como el bombardeo por todos los medios de información de millonarias campañas publicitarias. De un lado, un Donald Trump, fortalecido luego de los dos intentos de asesinatos y quien trata de distanciarse de su aparente programa de gobierno; la mayor propaganda política del ala conservadora de la historia republicana de esta nación: El Proyecto 2025. Que promueve la restructuración del gobierno federal.

Del otro lado, la candidata demócrata, a quien la persigue como la sombra la crisis fronteriza y la inmigración, la Guerra Rusia-Ucrania y ahora Israel-Hamás. Temas que hasta el momento son los que mantienen con alta taza de indecisos a millones de estadounidenses. Según una encuesta de Emerson College y The Hill realizada en agosto, el porcentaje más alto de indecisos en los siete estados en disputa lo tenía.

Michigan con 2.4%, seguido de Pensilvania (2.2%), Georgia (2.1%), Carolina del Norte (1.7%), Wisconsin (1.5%), Arizona (1%) y Nevada (0.6%).

¿Ahora bien, qué está en juego en la actualidad?, la posibilidad de una nación que durante el siglo XIX, millones de europeos emigraron a América del Norte, están en juego las libertades sexuales y reproductivas, la creación de un país gobernado por radicales de derecha. La implementación de un sistema centralizado en la figura del primer mandatario, el autoritarismo, la negación a los acuerdos, las alianzas, el retroceso medioambiental.

Pero sin importar su historial como empresario, el ser una persona abiertamente irreverente ante institucionalidad y con un peso de cinco procesos criminales contra él, esta nación lo visualiza como vencedor. Ya que lo respaldan, una coalición de organizaciones que darían la vida por él. Mientras que, a pocos días de las elecciones; esa tasa de indecisos, no sienten en la actual vicepresidenta la fuerza suficiente que pueda contrarrestar el poder de Trump.

Ya que más allá de sus elaborados discursos; los votantes estadounidenses necesitan una razón de peso para ejercer su voto. Ahora mismo son muchos los aspectos que están en juego y que logre sacar de sus casas a millones de votantes que reflexionen sobre todas las barbaridades del expresidente, que cuestionen sus negocios, su vida personal, su anhelo de destruir la democracia. Y que luego de dicho análisis logren pensar en lo que es conveniente o no para el pais. Pero desafortunadamente, la actual candidata no logra empatizar con ese gran porcentaje que anhela que esta nación regrese a su centro.

Ahora lo que está en juego es que este país, que una vez fue un modelo democrático y referente necesario a la hora de hablar de institucionalidad, no es ni la sombra, es más bien un espejismo que navega entre dudas, incertidumbre y un divisionismo descomunal y no vemos esperanza de que mejore. Y que más que darle un voto castigo al partido gobernante; se le dará a la nación dosis de su propia medicina.