El cinco de noviembre Estados Unidos celebrará las elecciones más extrañas y atípicas de su historia. La rareza la producen varias circunstancias: un presidente en funciones que se ve obligado a renunciar a la repostulación; un expresidente que perdió las elecciones en 2020 y que todavía afirma que las ganó y se las robaron; condenado por 34 cargos criminales; condenado por abuso sexual; condenado por fraude en sus empresas; acusado de intentar robarse las elecciones de 2020 y de propiciar el asalto al Capitolio. Además, una candidata que no fue a unas primarias abiertas.
El cinco de noviembre esa sociedad dirá de qué está hecha. De entrada, el hecho de que Trump cuente con el cincuenta por ciento del electorado a su favor indica que algo no anda bien en Estados Unidos. La tradición americana muestra a muchos líderes extraordinarios cuyas carreras fueron arruinadas por peccata minuta. A Trump se le ha pasado por alto todo; tiene inmunidad, incluso dictaminada por la Suprema Corte de Justicia, la cual controla, y la que le da una masa alienada que lo idolatra como a un dios.
La actual contienda electoral muestra adónde llegan los países cuando la polarización se radicaliza y la manipulación y la mentira se convierten en una herramienta política. Trump no respeta nada ni a nadie. Y a sus seguidores les importa un pepino. Su discurso carece de ideas; está construido en base a insultos. El último de estos fue llamar vicepresidenta de mierda a Kamala Harris. Y sus adeptos lo corean junto a él.
Trump sobrevive a gente que estuvo a su lado en la casa Blanca que afirman que es un peligro para los Estados Unidos; que es racista, y hasta fascista, como dijo un general que sirvió bajo su mandato. Hace un par de días, en una conversación privada, dijo que admiraba y quería militares como los de Hitler. Y en las gradas se escuchan los aplausos.
Con Trump Estados Unidos va a pagar caro la conducta díscola de este hombre desquiciado. Y volverá a la sociedad a la Edad de Piedra en varios aspectos, amparado en su dominio en la Suprema Corte de Justicia.
Aparte del asco que produce esta figura grotesca, hay que reconocer que es un fenómeno político y que tiene amplias posibilidades de retornar a la casa Blanca. Las encuestas en los estados que deciden la mayoría del colegio electoral muestran un empate técnico. Estos estados son Pensilvania, Wisconsin, Michigan, Carolina del Norte, Georgia, Nevada y Arizona.
El peligro para los demócratas se sustenta en que en las elecciones de 2016 y 2020 las encuestas subvaluaron la simpatía por Trump. Si esa tendencia se mantiene, entonces es que casi seguro que gane el colegio electoral. Pero si la votación se mantiene dentro del margen que plantean las encuestas, Kamala tiene las mismas opciones de triunfo.
En el voto popular Harris lo aventaja por dos puntos porcentuales, pero eso no sirve para nada si no se gana en al menos tres o cuatro de los estados en disputa.
Hay un caso que en estas elecciones amerita un estudio y mucha atención. Trump ha usado a los inmigrantes como su punta de lanza; los acusa de criminales, de robarles el trabajo a los estadounidenses, de contaminar la sangre blanca de su pueblo; además promete deportar a quince millones de indocumentados y retirar la protección a ciudadanos de varios países. Y de manera insólita, Trump va a obtener la votación más alta de la historia de parte de la comunidad latina. Este hecho está relacionado, desde mi punto de vista, con la baja autoestima que tiene ese conglomerado, cuando apoyan a un hombre que los odia y los usa para sus fines estrictamente propagandístico. Además, se relaciona con los bajos niveles de escolaridad de esta población, en especial de los hombres. Porque en Estados Unidos, el apoyo mayoritario a Trump proviene de la gente que no tiene estudios superiores o son analfabetos funcionales.
Vamos a asumir que Trump ganó. Veremos cómo Israel termina de aniquilar a los palestinos y parte de los libaneses; veremos cómo Putin se sale con las suyas y termina robándole la mitad del territorio a Ucrania. Trump no va a apoyar a Zelenski, un enemigo suyo. Recordemos que el primer juicio político contra Trump fue por chantajear al mandatario ucraniano reteniendo una ayuda hasta que Zelenski buscara pruebas de supuesta corrupción de la familia Biden, que tenían negocios en aquel país.
En el plano interno, con Trump Estados Unidos va a pagar caro la conducta díscola de este hombre desquiciado. Y volverá a la sociedad a la Edad de Piedra en varios aspectos, amparado en su dominio en la Suprema Corte de Justicia. Las deportaciones masivas no pasarán de un bulto y se beneficiará de la mejoría económica que está teniendo Estados Unidos tras la crisis pospandemia.
Para terminar, una frase del politólogo David Rieff refiriéndose a Trump “Una cosa es tener un mal presidente y otra tener a un loco.”