De nuevo un organismo internacional se dirige al gobierno dominicano para exigirle que la ejecución de las deportaciones de migrantes haitianos, o de origen, se sustente siempre en el debido proceso para evitar las violaciones de sus derechos. Como es habitual, ese pedido ha provocado los más encendidos discursos alrededor de los temas: soberanía, prejuicios y racismo, sin que falten los mitos y el antihaitianismo de factura trujillista. A pesar de que están documentados los excesos, abusos y delitos que cometen los agentes de migración en las redadas y traslado de reales o supuestos ilegales hacia la frontera, diversos sectores, incluyendo del gobierno, niegan esos y otros hechos.
En este caso, Amnistía Internacional califica de racista la política migratoria del gobierno e independientemente del contenido y forma de la acusación, plantea la inevitable cuestión del racismo. Existe una extensa literatura que demuestra las actitudes y prácticas racistas en la sociedad dominicana, pero algunos persisten en decir que nuestro país no es racista, que en el fondo no es más que una forma de negar la amplitud del racismo en esta sociedad. Aquí, las manifestaciones del racismo vienen de la colonia. Entonces sus expresiones giraban básicamente en torno a prejuicios referidos a cuestiones de pureza o no de sangre y aludía fundamentalmente los negros y hasta a cuestiones religiosas.
Con esa actitud, se justificaba el clasismo y a la exclusión de los negros de los cargos públicos o ser sacerdotes, Deive, 2006. Con Trujillo surge el antihaitianismo como cuestión de estado, derivando casi automáticamente en xenofobia y sistematizada por intelectuales al servicio del régimen. Siendo la xenofobia una variante del racismo, podría decirse que esa actitud poco a poco se ha hecho estructural en la sociedad dominicana. Sus expresiones son múltiples, en los medios de comunicación en la oralidad cotidiana de comunicadores, del pueblo simple, en textos escolares y sobre todo en el discurso de determinados grupúsculos políticos e incluso en el ámbito de la academia, principalmente la universitaria. Un despropósito.
La base del racismo es el prejuicio y este, como dice Bobbio es difícilmente corregible por ser una opinión errónea, perceptiva e impermeable a toda refutación racional porque se basa en lo que queremos ser, en oposición al otro, al extraño portador, generalmente, de los peores atributos. Es un fenómeno cuya existencia se pierde en los meandros del tiempo y que en las últimas décadas se ha intensificado en todo el mundo, sobre todo en occidente, debido al fenómeno migratorio. Por consiguiente, al decir que aquí no hay racismo y que el tratamiento del tema migratorio haitiano no está atravesado por ese flagelo es no querer reconocer la realidad.
Negar los delitos, la extorsión y corrupción que se cometen en los horrorosos medios de transporte para redada de nacionales haitianos, dominicanos de origen haitiano o dominicanos étnicamente parecido a los haitianos constituye una actitud irracional de negación de los hechos… y de derechos. El video en que una niña es abrazada por su madre fuera de los barrotes del camión/cárcel que va a toda velocidad, constituye un hecho del que no se conoce penalización alguna a las autoridades directamente responsables de haberlo cometido Que se denuncie ese bochorno es un deber ético y moral no sólo de los dominicanos comprometidos con la defensa de los derechos humanos, sino de los organismos internacionales creados para tal fin. Constituye un desatino acusarlos de injerencismo.
De los prejuicios colectivos no sólo surgen errores y percepciones sumamente peligrosas, sino las más inhumanas actitudes individuales y colectivas. La denuncia de Amnistía Internacional ha coincidido con el inicio del año escolar en el que habitualmente los niños hijos de trabajadores haitianos o de origen que aportan riqueza, buscan el pan de la enseñanza. Inmediatamente algunos difunden la insensatez, mito y odio diciendo que, además de esos niños “quitarle una butaca a un dominicano,” constituye una forma de “adquirir conocimientos para la fusión de la isla”. Es la “invasión” pacífica de la que hablan algunos antihaitianos, abiertos o velados, además de conocidos letrados. Es primera “invasión” en la historia que, según estudios, aporta entre un 7.4-9% del PBI al país “invadido”.
Quizás la única “invasión” cuyo “ejército” se inserta en áreas claves del proceso productivo de un país: construcción, agricultura, turismo y en una gama de servicios que además de ser imprescindibles para la economía, lo es para una extensa clase media que lo uso en diversas labores domésticas para el discurrir de su cotidianidad, que también es clave para la economía pues la libera de tiempo para sus activades productivas. Por consiguiente, las campanadas de llamado al respeto de los derechos fundamentales de los migrantes haitianos y de nacionales dominicanos de ese origen, lejos de rechazarlo constituye una advertencia para que veamos este tema desde otra perspectiva.
En ese tenor, oigamos a Bobbio cuando nos dice: “la democracia a diferencia de los gobiernos autocráticos, se inspira en principios universales, como la libertad, la justicia, el respeto al otro, la tolerancia, la no-violencia. El racismo es antiliberal, antiigualitario, intolerante y, en casos extremos, violento y criminal”. Tengamos cuidados…los ejemplos sobran.