Esta semana, los economistas Daron Acemoglu y Simon Johnson, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, y  James A. Robinson, de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, recibieron el Premio Nobel de Economía 2024. Según la Fundación Nobel en Suecia, este reconocimiento se les otorga por sus destacadas contribuciones a la humanidad a través de sus estudios acerca de cómo se forman instituciones y cómo afectan la prosperidad, el poder, y la pobreza.

Los aportes fundamentales de estos científicos aparecen en su influyente libro Por qué fracasan los países, publicado en 2012, el cual ha sido ampliamente comentado y recomendado por más de seis premios Nobel de Economía. Entre ellos, George Akerlof, quien afirma que La riqueza de las naciones de Adam Smith es un clásico imperecedero y que, dentro de dos siglos, se pensará lo mismo de Por qué fracasan los países.

El principio central de sus investigaciones establece que, a nivel mundial, la riqueza de las naciones está determinada principalmente por las instituciones; las que se clasifican en inclusivas, generan beneficios a largo plazo para toda la sociedad; y extractivas,  ofrecen ganancias a corto plazo para aquellos en el poder. Los autores también sostienen que los países que se democratizan tienden a crecer más rápido que los regímenes dictatoriales y autoritarios.

Además, proponen una nueva y convincente explicación histórica; en el sentido de que cuando los europeos colonizaron grandes partes del mundo, establecieron instituciones políticas y económicas que beneficiaban a los colonizadores y explotaban a las poblaciones indígenas o nativas; muchas de las cuales perduran hasta el presente y están asociadas a la pobreza de diversas naciones. Los autores concluyen que las sociedades con principios legales débiles e instituciones que explotan a su población no generan ni crecimiento ni cambios sostenibles para el bien común.

Sus investigaciones demuestran con claridad cómo el pasado colonial influye en las condiciones económicas actuales. Y que los colonizadores impusieron regímenes que   extrajeron materias primas como oro, plata, madera, azúcar, y otras más. Y que a través de promesas políticas, las élites gobernantes no realizaron reformas que combatían la pobreza, promovían el desarrollo económico o fortalecían los derechos de propiedad y las elecciones libres, por temor a perder el poder.

Un ejemplo destacado en sus estudios es el caso de China. Una nación en la que en la década de 1970, impusieron instituciones lideradas por Deng Xiaoping y sus aliados, que otorgaron incentivos a la agricultura, la industria, la tecnología y la inversión extranjera, diferentes al sistema implantado por Mao Tse Tung y la Banda de los Cuatro, que siguió a su muerte.

El jurado del Nobel también resaltó el ejemplo de la ciudad de Nogales, dividida por la frontera entre México y Estados Unidos. En el lado estadounidense, la prosperidad es mayor debido a las oportunidades educativas y a un sistema político con derechos amplios que permite influir en las decisiones políticas. Este ejemplo demuestra que la diferencia decisiva no radica en la geografía ni en la cultura, sino en las instituciones. Aunque sus contribuciones no proporcionan una respuesta definitiva sobre por qué algunos países siguen atrapados en la pobreza, su trabajo representa un avance significativo en esta línea de investigación.

Estos planteamientos son muy importantes para comprender la situación de países como la República Dominicana y Haití. Donde las dictaduras de Trujillo y los Duvalier, junto con las élites gobernantes, retrasaron el desarrollo económico y social; y aplazaron la regulación de dos recursos claves, la tierra y el capital, y especialmente, demoraron el fortalecimiento de las instituciones democráticas. Claro que son dos casos diferentes, porque mientras Republica Dominicana, ostenta un Estado fuerte, lamentablemente, el  haitiano es casi inexistente.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván