Eso fue en el país que ya no existe,
cuyo nombre cambió, el viejo bebedor
de té al amanecer en una fresca veranda,
el tanque más allá, hipopótamos
y gacelas bebiendo juntos. Ese país
alberga ahora hermanos que regresan
para pasar el resto de sus días, primos
que nunca lograron marcharse, amigos
que aún recuerdan visitas de ramas
europeas y americanas. En ese país
la bandaka y los chiles se fríen
aún en cantinas de carretera,
el coco joven se derrama,
los elefantes del templo hacen
sonar sus tobilleras. En ese país,
el Pico de Adán luce
la huella del primer humano
y gráciles damiselas están
pintadas en la roca
de Sigiriya. En ese país
aprendí a saborear el amor
mordiendo mangostanes.
En ese país, la belleza
de mi madre me hizo sentir
orgulloso con mis palabras.
A ese país mi madre no pudo
volver en vida, y yo no puedo
volver pero siempre escribiré.
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