El sector educación, desde marzo de 2020, año en que iniciamos el calvario de la COVID-19, está marcado por una mayor sensibilidad de la población respecto de las necesidades, de los avances y de los resultados de este campo del conocimiento en el país. Sin duda, podemos afirmar que la sociedad se convierte, de forma progresiva, en una estructura veedora, aguda, interpelante y firme. Para nadie es un secreto que ya es difícil el ocultamiento, la mentira y las componendas en el Ministerio de Educación de la República Dominicana. Este es un hito que requiere celebración y un cuidado exquisito para que nadie de un paso atrás en este orden. Es el tiempo de demostrar que lo público tiene dolientes y se construye sobre la base del derecho y el respeto a las instituciones. La sociedad dominicana no admite más sorpresas. Los funcionarios que asuman un servicio en el Ministerio indicado han de estar conscientes de la posición que tiene un amplio sector de la sociedad, frente al dolo educativo y ante el deseo insaciable de ser presidente de la República con el dinero del Estado, que es un dinero forjado con trabajo del pueblo. En las últimas décadas, hemos observado este fenómeno con estupor. Los funcionarios nombrados pierden el equilibrio y empiezan a organizar la escuadra de compañeritos que facilitan la creación del simbolismo y de las columnas necesarias para dar el salto a la meta presidencial. Ahora, encontrarán, cada vez más, un muro social sólido contra banalidades que agreden la educación en el orden económico, político y, de forma especial, en lo relativo al desarrollo humano integral e institucionalidad.

 

En este contexto, el nuevo año escolar es una oportunidad para todos. Los beneficiados no son solo los estudiantes, sino que la diversidad de actores y sectores que integran la sociedad dominicana tienen ocasión de aprender y reaprender. Asimismo, tienen espacio para aportar de forma significativa a la transformación del sistema educativo dominicano. El cambio que requiere el sistema educativo es estructural; por tanto, estamos hablando de una tarea compleja y a muy largo plazo. A pesar de ello, es tiempo de empezar a pensar y a diseñar estrategias que nos vayan acercando poco a poco a los cambios que demanda la educación del país. Todos tenemos la oportunidad de aportar. Unos aportan desde sus saberes específicos al ponerlos en interacción con los de otros que trabajan por la misma causa. Otros ponen su experiencia al servicio de una causa necesaria en los momentos actuales. En la sociedad, vamos a encontrar personas que no están por la tarea de moverse en esta dirección. Los que actúan de esta forma, pueden considerar que todo está bien. Otros pueden pensar que no les compete el desarrollo de ningún esfuerzo. A estos últimos, hemos de convencerlos de la necesidad que tiene el país de un desarrollo educativo, socioeconómico y político en el nivel global. Si es así, todos hemos de implicarnos. Las aportaciones de estudiantes, profesores y familias son fundamentales. Estos actores singulares del sistema educativo son necesarios, si queremos introducir modificaciones sustantivas en este. Además, las instituciones de Educación Superior, las organizaciones de la sociedad civil, comprometidas con una educación que garantice aprendizajes significativos, han de establecer alianzas direccionadas hacia cambios profundos y no superficiales.  Con este mismo empeño se han de organizar los empresarios conscientes y los políticos responsables. Estos últimos son pocos; pero una minoría de esta clase con una postura corresponsable, puede darle un impulso exponencial a un movimiento que se proponga invertir, en un largo plazo razonable, el sistema educativo actual. Optamos por una acción razonada y sistémica que lo reconstruya, pues no responde a las necesidades del país, de la región y de la esfera global. Es un sistema desgastado que multiplica los déficits de desarrollo humano-social integral y de calidad. El país demanda un sistema educativo que garantice aprendizajes polivalentes y con significados. Invito a pensar en esta dirección para un impulso real a la educación nacional. Empecemos las acciones con visión y pensamiento esperanzadores. En esta tarea el cansancio no tiene espacio. ¡Avancemos!