Bosch confiesa haberse dado a la lectura de las obras de Marx y Engels en París, en los años 1969-1970. Contra lo que suele creerse, no se hizo marxista por resentimiento, inmediatamente después del Golpe de Estado de septiembre de 1963 que le derrocó del poder. Tampoco lo era antes de ese funesto evento. El Bosch de finales de los años sesenta del siglo pasado no es el mismo Bosch que, entre 1959 y 1960, había publicado Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo. Lo confiesa: “Mis ideas desde entonces han cambiado, gracias a Dios”. Se podría decir que, en esta nueva etapa, el pensamiento de Bosch experimenta una suerte de “ruptura epistémica”, para hacer uso del concepto filosófico que Gaston Bachelard aplicó primero a la filosofía de las ciencias y posteriormente a la sociología. Porque ya no es el demócrata liberal, sino el marxista, el socialista, dotado de un pensamiento nuevo y de un método de análisis útil y eficaz para comprender y explicar el desarrollo de la historia y la sociedad: el marxismo.
Ese nuevo Bosch sostiene ahora que la causa verdadera de las guerras civiles es la lucha de clases, que la Revolución de 1965 fue en realidad la revolución burguesa dominicana y que para entender la historia dominicana hay que entender su composición social y el papel y comportamiento de la pequeña burguesía. Justamente, su libro Composición social dominicana (1968) es una original interpretación social de la sociedad dominicana –de su génesis, su evolución y su carácter-, escrita con rigor conceptual y agudeza psicológica. Otro libro suyo, La guerra de la Restauración es, al decir de Marcio Veloz Maggiolo, una “interpretación novedosa y funcional de ese acontecimiento histórico de la vida republicana”.
Ese Bosch renovado piensa el papel y el lugar del intelectual en la sociedad. Los intelectuales no son una clase social (tampoco lo son los artistas), sino que hacen una labor y ocupan una posición en la división social del trabajo. El intelectual trabaja con ideas. Esas ideas, ese pensamiento, están condicionados por una base social y una determinación de clase.
El prestigio intelectual de Juan Bosch está fuera de duda. Desafortunado en el ejercicio del poder, víctima de las políticas de la historia y de la Guerra Fría, en vida, sin embargo, disfrutó de amplio reconocimiento, respeto y admiración. Fue reconocido, respetado y admirado como maestro y señor del pensamiento y la palabra por intelectuales y escritores y periodistas tanto extranjeros (Camilo José Cela, Juan Goytisolo, Enrique Ruiz García, Victor Alba, Gerard Pierre-Charles) como nacionales (Pedro Mir, Marcio Veloz Maggiolo, José Alcántara Almánzar, Pedro Vergés, Diógenes Valdez, Juan José Ayuso, Rafael Molina Morillo). Por décadas, Bosch ejerció una autoridad y un magisterio como pocos lo han ejercido en la historia moderna de Santo Domingo.
En 1969, un joven Veloz Maggiolo, estudiante de maestría en Madrid, se explaya por carta hablando de su tesis sobre etnología americana y le dice en una de ellas: “No se ponga remolón para contestar”. Y agrega: “En prosa de Juan Bosch se lee hasta la lista de la lotería”. En 1980, Pedro Vergés le solicita presentarle en Santo Domingo su afamada novela Solo cenizas hallarás (bolero).
Un aspecto muy destacado en este libro es la relación de Bosch con agentes literarios y editores: Carlos Rama, Carmen Balcells –la agente literaria de los escritores del boom latinoamericano, entre otros, y ofrece detalles en torno a la edición y traducción a otros idiomas (italiano y portugués) de obras como El pentagonismo, sustituto del imperialismo, y De Cristóbal Colón a Fidel Castro: el Caribe, frontera imperial.
El influjo de la obra y el pensamiento de Bosch alcanzó también al mundo académico nacional e internacional. Menciono ahora una iniciativa académica de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) del año 1969 para debatir libremente sobre lo que, para la época, se consideraba el problema más agudo de la humanidad: el desarrollo de los pueblos oprimidos del mundo.
En carta del doctor Bolívar Batista del Villar, por entonces director de la Escuela de Economía de la UASD, al doctor Jottin Cury, profesor de la Escuela de Derecho, le informa sobre un seminario académico de tres días convocado bajo el título «Validez de la tesis de la Dictadura con respaldo popular (de Juan Bosch) como fórmula para lograr el desarrollo económico y social en América Latina». Este hecho fue señal de respeto y de la importancia que la comunidad académica nacional concedía al pensamiento de Bosch. La UASD de la época se situaba a la vanguardia en la discusión libre de las cuestiones públicas. Se leía, se debatía, se dialogaba con pasión y entusiasmo, sin la politiquería y la demagogia que hoy nos arropan y desplazan al verdadero debate intelectual y académico. La mesa redonda convocada se llevó a cabo con éxito.
Concluyo resaltando los méritos de esta publicación. Debo destacar la labor ardua, metódica y rigurosa realizada durante meses por el compilador de la obra, Eliades Acosta Matos, junto a su equipo de trabajo. El investigador tiene el noble gesto de agradecerle y darle el crédito que se merece a su cuerpo de colaboradores, a los que menciona por sus nombres en el prólogo del libro.
Ya antes señalé que el libro aporta datos nuevos de la extensa documentación que conforma el archivo personal de Juan Bosch, de la Sala Juan Bosch de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña. Esto le convierte en un aporte bibliográfico. Sin embargo, no creo que sea solo de interés exclusivo para el bibliófilo o el investigador de su obra literaria o de la literatura dominicana del siglo veinte. Creo más bien que, por la información suministrada y por su lectura ágil y fresca, más allá del campo del especialista o erudito, es capaz de despertar la curiosidad y el interés en cualquier lector deseoso de conocer mejor la vida, la obra y el mundo de relaciones de Bosch. Si alguna justificación última tiene este libro es la de contribuir a formar un perfil cada vez más acabado (si bien nunca definitivo) de la personalidad fascinante y poderosa de Bosch. Y este es, a mi entender, el mayor mérito de El mundo literario de Juan Bosch.