Junio 1999. Budapest. UNESCO e ICSU (Consejo Internacional de Uniones Científicas) realizaron una Conferencia Mundial de Ciencia. Casi 3000 delegados abogaron por la democratización de la ciencia y la necesidad de un pacto social con la sociedad civil.
En lo que se refiere a UNESCO, esta iniciativa representó uno de los dos grandes legados de Mayor Zaragoza, quien ese mismo año terminaría su segundo periodo de dirección general de la organización. El otro, el énfasis sobre la Cultura de Paz.
El éxito de la reunión de 1999 llevó a la decisión de tener cada dos años un Foro Mundial de Ciencia (FMC). A partir de 2011 se decidió que la sede se alternaría entre Budapest y otra ciudad. En 2013 la reunión se realizó en Brasil, en 2017 en Jordania, y en 2021 hubiera debido realizarse en Sur África. Debido a la pandemia esa edición fue aplazada al 2022 y es la que se concluyó, hace unos días, en Ciudad del Cabo.
Mientras tanto, el ICSU se ha fusionado con el Consejo Internacional de las ciencias sociales, y su rol en la organización del Foro lo ha asumido la organización que ha resultado de esa fusión, el Consejo Internacional de Ciencia (ISC), que organiza también anualmente el Foro Internacional de las ciencias sociales que este año tuvo lugar en Ciudad de México.
El conjunto de los organizadores del FMC se ha ampliado e incluye a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), la Academia Mundial de ciencia (TWAS), el Consejo Asesor de Ciencias de las Academias Europeas (EASAC), la InterAcademy Partnership y la Young Academy of Science.
El tema de este año fue Ciencia para la Justicia Social.
2995 participantes registrados, y, como previsible, muy amplia participación africana. A pesar de que Estados Unidos desde hace cuatro años se ha retirado de UNESCO, su presencia en el Foro fu de alto nivel por la presencia de Alondra Nelson, de la Oficina de Política científica y tecnológica de la Casa Blanca.
Extraña la escueta presencia latinoamericana. Solamente 45 participantes. Y esto incluyendo a los de la diáspora, y a algunos funcionarios internacionales de nacionalidad latinoamericana, como la ADG para Ciencias Sociales y Humanas de UNESCO, Gabriela Ramos. Solamente dos rectores de universidad, dos representantes diplomáticos (Brasil y Chile), y una fuerte presencia de un estado mexicano (Guanajuato) que se distingue por importantes experiencias de relevancia social.
A esos 45 se deben agregar algunos ligados a instituciones latinoamericanas, pero registrados, como todos, con base en su nacionalidad. Este fue el caso de quien escribe que en sus intervenciones y en su participación en un panel sobre el proyecto de un sincrotrón en el Gran Caribe, se ha presentado como miembro honorario de la Academia Colombiana de Ciencias o de Gabrielle Britton, de INDICASAT de Panamá, el instituto estrella de la Ciudad del Conocimiento de Panamá, bien conocido al público dominicano por haber sido presentado, hace unos años, por su director de entonces, Rao, en una memorable conferencia de apertura del Congreso Internacional de Ciencia del MESCyT.
Este limitado interés sorprende considerando el tema central del evento. La justicia social no es problema de escasa importancia en nuestro continente y el rol de la ciencia para superar problemas como inclusión, pobreza, clima, seguridad alimentaria y la lista podría alargarse, no es marginal y es reconocido.
Estos temas han sido objeto de discusión en 22 eventos paralelos, 28 sesiones temáticas y 5 plenarias (https://worldscienceforum.org/programme). Imposible hacer un resumen, pero los diferentes debates han llevado, como en los foros anteriores, a la redacción de una declaración, aprobada por aclamación en la sesión de clausura.
La declaración destaca el rol que la ciencia puede jugar en cinco direcciones: la dignidad humana (lucha a la pobreza, desempleo, desigualdades y exclusión), el cambio climático, el aprovechamiento del potencial africano para la participación en una ciencia globalizada, la realización de una sociedad más justa, la estrecha y multifacética relación entre ciencia y diplomacia. (https://worldscienceforum.org/contents/draft-declaration-of-world-science-forum-2022-is-now-open-for-comments-110144).
Las cinco direcciones son las mismas que habían sido indicadas en forma de preguntas en el discurso inaugural del presidente de la República, Cyril Ramaphosa, quien tocó también un tema que creo debería ser objeto de reflexión. El presidente Ramaphosa reafirmó la importancia del multilateralismo y de manera incidental recordó el rol de Sur África durante la pandemia para obtener en la Organización mundial del Comercio la liberalización de las vacunas. La propuesta aun contando con el apoyo mayoritario de los países miembros de la Organización fue bloqueada por el mecanismo consensuado de decisión de esa organización. El orgullo por los importantes resultados científicos de identificación de variantes, logrados en el país durante la pandemia, permitió al presidente Ramaphosa matizar diplomáticamente, pero no obscureció, su crítica a los países ricos por haber impedido la liberalización.
La crisis mundial actual debería ser vista como una oportunidad para fortalecer el rol del sistema de las Naciones Unidas, y podría ser un motor para acciones incisivas por supuesto de la UNESCO, pero no solamente de la UNESCO. Pienso en la Universidad de las Naciones Unidas, cuyo recién nombrado vicerrector, Thshilidzi Marwala, hizo un excelente discurso ligando la explotación del potencial de África al tema de la cooperación global, y es innegable que los temas debatidos son de competencia de numerosas agencias u organizaciones cuyo mandato los tiene como pertinentes, como para citar unos ejemplos la FAO, o el UNEP.
Obviamente, las acciones requeridas por la declaración conclusiva, así como el fortalecimiento de programas multilaterales dependen de manera crucial de que se asegure una financiación adecuada a la ciencia. Este aspecto fue destacado por la ADG de Ciencia de UNESCO, la surafricana Shamila Nair-Bedouelle.
Este tema es de particular importancia en América Latina, y sobre todo en Centro América y en el Caribe, cuya inversión en ciencia es menor que la de muchos países de África, como Sur África que tiene como meta subir su inversión en I y D hasta el 1.5 % de su PIB.
Esto se puede apreciar de manera elocuente, sin necesidad de mayores comentarios, en la tabla siguiente, presentada en el último Informe UNESCO sobre ciencia.
Recordábamos la meta de inversión en I y D de Sur África. Este país no es una excepción y realiza programas ambiciosos. Durante el Foro fue inaugurado el SKAO, el gran observatorio de 1 Km2, que representa el desarrollo y la culminación de dos proyectos anteriores, HERA y MerKAT y se acompaña a una iniciativa análoga en Australia.
Al escuchar hablar de estos grandes proyectos, y semejantes inversiones, era imposible no comparar la situación con la de América Latina, donde solamente Brasil invierte el 1% del PIB, y en particular con la de nuestra región.
Es urgente una revolución copernicana en la aproximación al desarrollo científico de nuestra región.
Es cierto que la ciencia puede hace mucho para una mayor justicia social, pero también es cierto que demasiado a menudo las prioridades impuestas por ésta hacen que la ciencia sea objetivamente vista más bien como una competidora (y perdedora en la competición) porque el tema del costo de oportunidad es utilizado para justificar que la ciencia sea la cenicienta entre los rubros de financiación de los países. La razón es conocida y hubo comentarios en este sentido. Los resultados de la ciencia son de largo plazo y los programas políticos están a menudo determinados por la presión para obtener resultados de corto plazo, aunque no sean de naturaleza estructural.
En África el SKAO es una iniciativa de 500 millones de dólares. Es aproximadamente lo mismo que puede costar un sincrotrón. Esta comparación no es casual. Se trata del proyecto por el cual participé en el Foro. En ese panel no se subrayó solamente que una infraestructura científica así podría representar un gran acelerador de desarrollo científico en el Gran Caribe. Se destacaron su impacto de largo plazo económico y social, y las posibilidades de cooperación regional e interregional Sur-Sur.
El proyecto encaja con un tema que fue objeto hace unos meses de un Simposio que tuve el honor de organizar para el MESCyT sobre la importancia de grandes infraestructuras científicas, y quien asistió recordará que se habló también de los grandes proyectos que hay en América Latina en el sector de la astrofísica, pero hay que hacer más.
La regionalización de los programas, su apertura interregional que también fue subrayada en ese Simposio, son acciones necesarias.
Y esto lleva a discutir de otro tema que ha sido objeto de debate, el rol de las organizaciones de Naciones Unidas.
En el caso del sincrotrón sería deseable que se entendiera el estrecho vínculo entre el proyecto de sincrotrón africano y el proyecto análogo en el Caribe, y que este vínculo fuera reconocido en una resolución de apoyo de UNESCO.
Hay un proyecto que increíblemente sigue pendiente de aprobación desde hace varios años. Los países del SICA siguen esperando la aprobación final de la constitución de la propuesta guatemalteca de la constitución de un fondo regional de ciencia. Sería un primer paso, pero lleva años esperando y en Ciudad del Cabo fue observado por muchos participantes que el tiempo no es un determinante de escasa importancia del desarrollo científico y que no se puede seguir haciendo reuniones donde se repiten las mismas quejas.
Esto me hizo recordar que hace más de treinta años la TWAS tuvo su asamblea en Venezuela y su enfoque fue América Latina. Leer los documentos de esa reunión, recordar lo que dijo Mayor acerca de la urgencia de una acción decidida, podría ser decepcionante.
Pero el optimismo con que los colegas africanos miran al futuro, la confianza con que muchos, en particular recuerdo el llamado que la señora Nair-Bedouelle ha hecho insistentemente a las nuevas generaciones, los jóvenes presentes en el Foro, la experiencia de la crisis de las vacunas, me hacen esperar que esta pueda ser la última vez que toque escuchar estas quejas y que esos pasos se darán.
Y para que no haya ambigüedad reitero mis dos esperanzas con dos propuestas concretas y urgentes:
Que se apruebe el Fondo regional de ciencias y se fortalezca la relación con el Caribe no hispanoparlante.
Que se busque con los países africanos una resolución de UNESCO en apoyo a los dos proyectos de sincrotrón.