Iba en días pasados desde Santo Domingo en dirección al Cibao en compañía de un colega economista y las respectivas esposas.
En la radio solo se hablaba de cómo un personaje que ha vivido del negocio de espionaje privado con fines de extorsión y chantaje consiguió un contrato con el Estado que le concede acceso a la información de todos los ciudadanos, con sus datos biométricos y sobre todos sus movimientos, datos que hasta ahora solo sabían Google, Waze, el FBI, la CIA, el Partido Comunista Chino y los fabricantes de las bombas teledirigidas que solo puede usar el ejército de Israel.
Después la conversación pasó a girar, como es debido, en torno a la reforma fiscal, de cómo nadie la quería y el presidente actuó como los niños que resisten tomarse su medicina, prefirió esperar a que el mal haga metástasis. Como lo ha hecho varias veces, luce que no le gustó el mote de “El Guapo de Gurabo” de su antecesor y prefiere ser recordado como “El Pendejo de la Capital”. Así íbamos hasta que la esposa de mi colega interrumpió con la frase “¿por qué será que los economistas siempre hablan de temas aburridos?”
Mi compañera reaccionó diciéndome, “mejor será que te apures, que salí de la capital sin desayunar hasta llegar al lugar donde venden batatas asadas”. Comenzamos a mirar por los lugares en que suelen venderlas, pero lo único que veíamos eran bancas de lotería y después los vendedores de semillas de cajuil. Continuamos camino sin ver batatas asadas cuando ya estábamos cruzando el área de los viveros y a alguien se le ocurrió ¿será que los prohibieron?
Encontramos una guagua de Policía y paramos para preguntarle si ellos sabían, si fue que desalojaron a todos los vendedores de batata asada. Dijeron que no sabían, pero que habían oído que el Instituto Duartiano estaba reclamando al presidente ordenar al ministro de Defensa que averigüe bien, que eso tiene que ser culpa de los haitianos. Seguramente los pusieron a desyerbar las fincas y, al no saber leer, confundieron las ramas con yerbas malas y arrancaron todos los batatales de Villa Altagracia y sus contornos.
Alguien sugirió que no, porque oyó al gobernador del Banco Central diciendo que eso es fruto visible del crecimiento económico, porque es propio de países atrasados permitir que las autopistas se conviertan en tiendas por departamentos. Y para más constancia, aun a riesgo de aumentar la deuda cuasifiscal, mandó publicar su declaración a página completa en todos los periódicos de circulación nacional, regional o provincial y, de ser posible, en otros países donde haya votantes dominicanos.
Pero el ministro de Obras Públicas lo contradijo, pues usó los recursos del Fideicomiso RD Vial para contratar un anuncio en todos los canales de televisión, emisoras de radio y demás medios, para informar a la población que el desalojo obedece a la ampliación y remodelación de la Autopista Duarte, debido a que estamos trabajando ya, porque siempre se ha sabido que gobierno que trabaja país que progresa.
Que ese anuncio debe ser pasado cada cinco minutos, en todos los programas de noticias, farándula o deportivos, excepto cuando haya un Mundial de Futbol o un partido Madrid-Barcelona, porque nadie ha visto que se pueda interrumpir algo tan importante. Pero que todo quedará resuelto en breve, cuando se termine la remodelación de la vía, en el año 2054.
Entonces descubrimos que tampoco era esa la explicación, pues estaban abiertos otros departamentos, como el de quesos de hoja, donde todos desayunamos y tomamos café, antes de seguir mirando los de agrio de naranjas, cocos de agua, muebles de hierro, pilotillos, madera, etc., hasta llegar al más suculento, el de chicharrones y cerdos en puya.
Pasamos por toda el área de tinajas y maceteros de barro hasta que mi amigo sugirió que había que hacer paradas en los departamentos de muebles de caoba, de mecedoras, o bien por el de muebles de bambú, además de las artesanías de gallos, jirafas, ardillas, tigres y leones, porque su esposa quería hacer algunos cambios en la casa, y desde los tiempos de Tarzán los dominicanos vivimos con la envidia de los africanos porque aquí no se crían esos animales exóticos y hermosos, aunque a veces temibles.
El problema es que algunos los venden vivos, como en el área de cotorras, monitos, gansos, pavos reales y hasta chivos. Como no aparecía una explicación plausible, supimos que la ADP convocó una huelga por tiempo indefinido pidiendo que cerraran las escuelas por si acaso eran los niños que ya no podían sembrar batatas.
Como se esperaba que el Colegio Médico paralizara los hospitales en solidaridad con sus amigos maestros, ante tanta calamidad y tantos costos, se escuchó que el presidente dio una orden terminante: que reabran los puestos de batata asada, para disfrute y tranquilidad de todo el que viaje al Cibao.
Así seguimos cuando ya, cerca de Moca, cruzábamos el área de las muñecas sin rostro, y mi mujer me despertó de mis cavilaciones con un cocotazo en la frente al decirme “pero no era para que se pusieran a hablar tanta CABALLÁ”, y la esposa de mi colega la interrumpió diciendo, “pero déjalos, que peor es seguir escuchando de esos temas tan aburridos”.