El territorio es una performatividad que se concreta en el imperativo de la ciudadanía y de la identidad. Es simplemente un estadio que afecta, la existencia de los sujetos, por la dinámica de poder que se configuran en la idea de suelo y sangre. O simplemente bajo el imaginario de los actos de pertenecer a una narrativa mitológica que direcciona la idea de pertenencia.
El planeta es un sujeto que da vida. Es la interpretación del dato corpóreo que se relaciona con la naturaleza irracional. La interpretamos femenina y por ende sometida por otros, así son las cosillas del patriarcado. En la antigüedad clásica la definían inteligente. Por igual, una madre acogedora que se relaciona de manera directa con los lazos prístinos desconocidos. Algunas culturas la figuraban como una vaca lechera o una montaña boscosa.
Todos estos arquetipos se identifican con ese espacio lleno de árboles que están colmado de clorofila. Por igual, están impregnadas de figuras animadas que están dotadas de ánima o alma, según entiendan las diferentes culturas. Estos universales son cuerpos deseados por la fortaleza, los colores y los frutos. Esto es lo que alimenta, los discursos de todas las religiones. El edén es un buen ejemplo.
El cuerpo de la tierra tiene una historia cultural. Las narrativas interpretan el planeta desde la mirada de sus propios cuerpos. Por tales ideologías, dicha materialidad está atrapada en una dinámica de poder. El capitalismo es ese brazo masculino que controla el cuerpo de la tierra, por tal razón es usable y explotable sin límites. Lo que trae conflictos con los grupos originarios, los cuales consideran el cuerpo de la tierra como una gran madre. Estas visiones distintas marcan los conflictos, entre los diferentes actores y sus miradas. Y se refleja en los expedientes que hoy se leen y discuten en la Cop-29 sobre esa corporalidad llamada Planeta Tierra.
La materialidad de la tierra entra en el juego geopolítico. Su materialidad es explotada por la gran industria capitalista. No es un cuerpo extraño. Es un cuerpo sometido a la explotación sin límite. De esa corporalidad se extraen todos los recursos que sirvan para sostener el estilo de vida que necesita el capitalismo, para continuar explotando el planeta. Algunos lo usan comedidamente, a otros no le importa para nada, porque es vista desde una racionalidad que crea riqueza o capitales.
El capitalismo no se detiene, necesita la explotación de los llamados recursos naturales para crear nuevos capitales, sin importar si estos recursos sean o no renovables. El dilema actual, con el cambio climático está en que se debe decrecer y no crecer. Para el sistema capitalista, el desarrollo es igual al crecimiento económico. Por tanto, el cuerpo de la tierra es sometido mediante, el acto de explotar los recursos que posee para crear ilimitadamente riquezas. Reconsiderar lo sostenible, limitar la explotación y tomar medidas que reduzcan los gases de invernaderos, no es una decisión que desea tomar el capitalismo.
En esta semana se está dando el cierre de la Cop-29 en el que se intentó negociar los paquetes financieros para frenar con acciones concretas y evitar el desastre total del planeta en términos de crisis climática. A los gobiernos se les solicita que den un aporte adicional para frenar el problema del calentamiento de la tierra. Esto se ha pedido, a los del Norte Global, porque inciden directamente en la crisis climática. Muchos de ellos no asistieron a la Cumbre Climática. Se necesita su participación, porque se requiere que financien diez veces más, de lo que se está haciendo actualmente. Con esa financiación se podrá invertir en proyectos que permitan la mitigación de los efectos que provoca el calentamiento global.
La realidad no corre tan rápido como los daños que ya se observan y destruyen los ecosistemas de la tierra. Los países productores de petróleo son parte del problema climático. No sueltan los centavos y ese es el bloqueo actual en la finalización de la cumbre. Urge esa financiación adicional.
La sociedad civil está compungida con tal situación. Para dar continuidad a los programas de mitigación se necesitan esos capitales. La sociedad civil y entre ellos los grupos ambientalistas, indígenas, han tenido presencia, pero se le imponen restricciones en la toma de decisiones, porque esto sólo compete en lo fundamental, a los gobiernos. En pocas palabras, las diversas organizaciones ambientalistas y otros actores dicen que la Cop-29 es otro fracaso, en materia de reducciones de emisiones.
El calentamiento global es un peligro creciente. El cuerpo de la tierra permanece sometido por el sistema capitalista y esto preocupa a los conmovidos de la tierra. Los gobiernos del Norte Global, no quieren aceptar que la crisis climática tiene graves repercusiones para el planeta. La mitigación es ineludible. En término de política climática se tiene claro que se necesita abandonar los combustibles fósiles. Apoyamos la justicia climática. Es la tierra un cuerpo que importa.