La celebración de la Convención Nacional Republicana de los Estados Unidos entre los días 15 y 18 de este mes de julio, puso de manifiesto nueva vez las crecientes posibilidades de que Donald J. Trump vuelva a ocupar el Salón Oval de la Casa Blanca.
Desde el mes de mayo la revista Time ya veía venir esta eventualidad al ilustrar su portada con el título de “If he wins” (Si él ganara) y presentar en el interior un extenso artículo donde se analizan, con datos de investigación adicional, las conversaciones que sostuviera el antiguo primer mandatario con el periodista de ese medio que más lo ha entrevistado en los últimos años, Eric Cortellessa. En su pieza, el autor destaca que en este año 2024 hay una mejor organización de la campaña que las ediciones de 2016 y del 2020 y que él prevé una menor división entre los poderes judicial y ejecutivo si llegara a darse una nueva administración de este pasado presidente.
Desde el mundo que veo, esta edición de un evento que se ha venido celebrando desde el siglo XIX revela una mayor cohesión alrededor del candidato que en todas las ediciones que yo haya seguido y un marcado uso del simbolismo. Por ejemplo: se está celebrando en el mismo lugar donde tuvo lugar la Convención Nacional Demócrata de 2020 (literalmente “quítate tú para ponerme yo”), se invitó a hablar a William Pekrul, combatiente veterano de la II Guerra Mundial cuya figura representa uno de los momentos de más gloria de los EEUU y elegir como candidato a la vicepresidencia al senador J. D. Vance, cuya autobiografía, “Hillbilly Elegy” convertida en película disponible en Netflix, recoge el sufrimiento y el deseo de superación de los blancos pobres de los Estados Unidos, un segmento que suele emitir gran simpatía por la figura del candidato republicano. Otro elemento simbólico de esta convención fue la musicalización de la salida del escenario de Vance, al ritmo de “Don’t stop thinking about tomorrow” una pieza emblemática de Bill Clinton durante su primera campaña presidencial y que señala una utilización adicional de símbolos “demócratas” ahora convertidos en “republicanos”.
La correcta utilización de todos m estos factores nos presenta frente a un panorama donde el público de los EEUU parece estar dándole una apreciación positiva a la boleta republicana. Este panorama no parece ser bien recibido en muchos sectores de América Latina que no han cesado de sorprenderse con los pasos tomados por el pasado presidente desde sus posturas con respecto al racismo en su propio país hasta sus vergonzosas acciones con respecto a Puerto Rico.
En términos eminentemente pragmáticos, sin embargo, las relaciones no tienen que ser tan negativas como el discurso haría suponer, sobre todo en el caso de República Dominicana, cuyo actual presidente mantuvo relaciones de trabajo desde el año 2016 con antiguos funcionarios norteamericanos ligados a Trump y bajo cuyo mandato, según se puede observar en la página del Foreign Agent Registration Act (FARA) todavía se mantiene en nómina pagada por el estado dominicano a un republicano cercano al 45to presidente.
También cabe destacar que la RD recibió la visita de allegados al pasado presidente durante su primer mes en ejercicio (febrero de 2017) y al propio Ministro de Relaciones Exteriores (Secretary of State, Mike Pompeo en la época) para la ceremonia dominicana de cambio de mando de agosto del año 2020. Dada la acogida que parece tener la Convención Republicana por el público norteamericano, quizás sería conveniente identificar qué ciudadanos cercanos a América Latina son susceptibles de ocupar puestos públicos en un futuro cercano e ir estableciendo lazos de comunicación desde ahora.