Sectores avanzados desde hace varios años han acuñado la tríada patricia de: Luperón, Manolo y Caamaño. Es innegable se trata de tres grandes próceres anticolonialistas y antiimperialistas. No obstante, el propósito real no es cuestionar la muy criticable triada de padres de la patria acuñada por el lilisismo y el trujillismo, sino descartar a Duarte como paradigma del patriotismo, ya que tras bastidores lo califican de antihaitiano. Todo porque la institución supuestamente dedicada a difundir la memoria del patricio lo presenta como un héroe antihaitiano, y los sectores avanzados han decidido dejarle a Duarte como símbolo de esa entidad y los antihaitianos, refrendando con esa actitud la tergiversación del pensamiento anticolonialista del Padre de la patria.
El problema no es como se pretenda presentar a Duarte, sino como actuó en su accionar político-social de acuerdo a los documentos y testimonios, ahí sale a flote la verdad histórica. Cuando ella es escrutada se evidencia que no solo fue el exclusivo fundador de la Republica Dominicana, sino el pionero de la lucha anticolonialista y precursor del antiimperialismo criollo. Siempre fue difamado, hasta el extremo que todavía es blasfemado.
Debe notarse que desde la fundación de La Trinitaria y su continuidad La Filantrópica, en ningún momento sus miembros se identificaron como continuadores del movimiento oligárquico de José Núñez de Cáceres, iniciado el 1 de diciembre de 1821. Este evento desesperado, solo perseguía cerrarle el paso al movimiento antiesclavista que había estallado en la frontera el 8 de noviembre de ese año, su bandera de lucha les perjudicaba ya que una buena parte de ellos eran propietarios de esclavos.
El Gobierno haitiano de Boyer con intenciones pérfidas, capitalizó el movimiento antiesclavista de los criollos de la frontera. La fracasada maniobra oligárquica de Núñez de Cáceres que intentó neutralizar los efectos de la rebelión fronteriza, le costó a los dominicanos 22 años de dominio tiránico de los mandatarios haitianos Boyer y Hérard, quienes pretendían una unificación coercitiva. Aunque ese proyecto autoritario nunca pudo desarrollarse, lograron mantener confundidos a la mayor parte de la población negra y mulata criolla, con el sambenito que si ellos eran echados retornaría la esclavitud para los negros y la discriminación racial para los mulatos.
El gran aporte de Duarte fue sembrar el espíritu de dominicanidad, unificar a todos los habitantes de la parte Este de la isla sin distinciones de razas, ni sociales. Por eso, Núñez de Cáceres nunca fue su modelo político, este solo representaba los intereses de los ciudadanos blancos y mulatos de condición oligárquica.
Duarte al crear el proyecto de nación dominicana solo estableció un requisito, ser habitante de la parte Este de la isla. Con el objetivo inmediato de expulsar a los gobernantes de turno que promovían una haitianización compulsiva, reduciendo la parte Este o dominicana a solo dos Departamentos o provincias, que siempre fueron dirigidos por generalotes haitianos represivos. Boyer y Hérard ensoberbecidos soslayaron auspiciar una república federada, como lo eran la Colombia y los Estados Unidos.
Duarte entendió que el proyecto de fusión había fracasado en su génesis, pero reconoció el valor del pueblo haitiano en su lucha por la independencia contra los franceses. Siempre hay que recordar como José María Serra cuando este tema no era de debate público, apuntó para la historia el concepto que le manifestó Duarte en torno al pueblo haitiano:
“Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo cómo los vence y cómo sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor; pero los dominicanos que en tantas ocasiones han vertido gloriosamente su sangre, ¿Lo habrán hecho para sellar la afrenta de que en premio de sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarles la mano¿ ¡No más humillación! ¿No más vergüenza! […].
Aceptado el proyecto de Duarte como el más viable, las circunstancias empujaron a trinitarios y afrancesados a realizar una alianza coyuntural para expulsar a los haitianos y fundar la Republica Dominicana. Logrado el éxito del 27 de febrero de 1844 y tras las victorias de marzo y las desgarrantes luchas intestinas entre los haitianos, luego del primer trimestre del año 44 hasta el siguiente año los haitianos no constituyeron un peligro inmediato para la naciente República.
Otro grave conflicto estaba al doblar de la esquina, los afrancesados con el control de la Junta Central Gubernativa, pasaron a la ofensiva bajo el argumento de evitar nuevas invasiones haitianas, enarbolaron el estandarte del protectorado a Francia y entregarle de inmediato Samaná de manera perpetua.
Ante esa actitud abiertamente antinacional, de inmediato se va a producir la primera lucha anticolonialista de la República Dominicana, cuando Duarte asume la oposición a estas medidas y reclama que sea la población que decida la suerte de Samaná. Convocados todos los ciudadanos a la asamblea pública en la Plaza de Armas (parque Colón) para debatir el tema, reporteros del periódico parisino Journal Des Débats, describieron los acontecimientos en ese histórico 26 de mayo:
“La sesión de la Junta el 26 de mayo, fue abierta por un discurso de Tomás Bobadilla, quien trató de hacer comprender la necesidad de aceptar la protección de Francia, que había sido ofrecida, decía por el Cónsul de Francia Mr. Juchereau de Saint Denys. Los generales Juan Duarte y Manuel Jimenes combatieron directamente esa medida, y declararon que ellos no aceptarían ninguna dominación extranjera, y en consecuencia la oferta de protección de Francia fue rechazada por la asamblea”.
La asamblea pública en la Plaza de Armas fue la primera victoria anticolonialista de los dominicanos, guiados por Duarte rechazaron entregar a Samaná de modo perpetuó a Francia. El célebre cónsul de Francia, Saint Denys, en comunicación a sus jefes en París admitía que este ciudadano había estropeado sus proyectos:
“Al respecto señalaré en primer lugar a un hombre sin mérito, comprometido en la revolución de enero de 1843, y que recientemente fue llamado a Curazao donde estaba refugiado desde hace un año, para investirlo del elevado grado de General de División (el joven Duarte). Digo dos o tres desavenencias porque sus declaraciones y sus amenazas indirectas, algunas veces hacen desviar a sus colegas de los sabios principios que sostienen y que religiosamente han defendido desde el inicio de su revolución”.
El vicecónsul inglés en Puerto Príncipe, comunicaba a su Gobierno una relación de los eventos del momento, resaltando la actitud del Padre de la patria:
[…] se opusieron vigorosamente los generales Juan Duarte y Manuel Jimenes, quienes declararon que nunca se someterían al predominio de ningún poder extranjero, y siendo secundados por una fuerte mayoría la Junta se disolvió inmediatamente”.
«Nunca se someterían al predominio de ningún poder extranjero», expresiones de Duarte y Jimenes recogidas por el señor cónsul inglés, también refrendada por el periódico francés Journal Des Débats. ¿Entonces esto era una lucha antihaitiana o una jornada anticolonialista?
La situación continuó al rojo vivo, los afrancesados pese a la derrota del 26 de mayo insistían en sus propósitos fementidos y fue necesario recurrir al golpe de Estado revolucionario encabezado por Duarte y sus compañeros el 9 de junio contra la Junta Central Gubernativa afrancesada. El Gobierno inglés protestó por los intentos previos de entregar Samaná a Francia, Duarte redactó personalmente una contundente respuesta:
“Nosotros creemos inadmisible una protesta de semejante naturaleza, pues dicha Península y Bahía de Samaná corresponden a nuestro territorio, y el pueblo dominicano como libre y soberano tiene la entera disposición de los que es suyo. […].
Más adelante se produce el contragolpe reaccionario del 12 de julio ejecutado por Pedro Santana, quien acusó a Duarte de “traidor” a la patria. Supuestamente trataría de anexar la República a la Colombia, tratando de vincularlo con el repudiado movimiento oligárquico y racista de Núñez de Cáceres.
Aunque Duarte y sus compañeros fueron vencidos en el ámbito militar, políticamente se anotaron un gran triunfo porque lograron que la población votara de manera mayoritaria contra los planes de los afrancesados, por eso Samaná hoy pertenece a los dominicanos y no es un Guantánamo francés.
En todo este periodo la confrontación más grave fue la librada por Duarte y sus compañeros para evitar que Samaná y la recién creada República fueran entregadas a Francia, que era un potencia colonial poderosa y sería muy difícil de vencer con las armas en esa coyuntura del nacimiento de la República. Se debe agregar que ya estaba en el puerto una flotilla de barcos de guerra franceses al mando del almirante Des Moges.
Durante el reinado de los gemelos vendepatria Santana y Báez era imposible que Duarte regresara, seguro que sería destinado al paredón. Tras el inicio de la Guerra Restauradora contra la anexión a España, Duarte encabezó la única expedición de refuerzos que llegó a los patriotas desde el exterior, jornada simbólica pero saturada de ardiente interés patriótico. En su mensaje al arribar a la Republica en armas, manifestaba entre otros aspectos:
“Arrojado de mi suelo natal por ese bando parricida que empezando por proscribir a perpetuidad a los fundadores de la Republican ha concluido con vender al extranjero la patria cuya independencia jurara defender a todo trance; […].
Su presencia en el campo insurgente fue motivo de una campaña de críticas por parte de la prensa ministerial española, encabezada por el periódico reaccionario Diario de la Marina, editado en La Habana. Empresa difamatoria de la que se hicieron eco los periódicos hispanos: El Clamor Público, La Correspondencia de España, El Lloyd Español, La España y La Corona. El presidente Pepillo Salcedo (furibundo baecista) en vez de contrarrestar la embestida contra Duarte, permitiéndole permanecer en el campo rebelde y pasar a combate como era su deseo, prácticamente lo conminó a salir del territorio insurgente para ejercer funciones diplomáticas, todo esto ocurría a mediados de 1864.
En realidad Salcedo como buen baecista no quería en el ambiente la presencia de un anticolonialista radical como Duarte, que podría ser un obstáculo para sus pasos siguientes que serían de vacilación. Actitud inconsecuente que efectivamente ocurrió poco tiempo después, cuando Salcedo promovió que se debía aceptar la propuesta del gobernador español José de la Gándara quien reclamaba la rendición de los dominicanos (engreído tras la toma de Montecristi en el mes de mayo) para luego realizar un supuesto plebiscito.
La muy suspicaz actitud del presidente Salcedo produjo su derrocamiento y fusilamiento. El nuevo Gobierno de Gaspar Polanco contraatacó en todos los frentes y colocó al régimen colonial en la situación de tener que organizar su retirada a partir del mes de diciembre de 1864. Duarte apoyó el Gobierno que triunfó contra los anexionistas, sentenciando en torno al desarrollo de los acontecimientos:
[…] quedo impuesto de las razones del Gobierno respecto de su conducta con los traidores, y no puedo menos que decir a usted que mientras no se escarmienten a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones: el Gobierno debe mostrarse justo y enérgico en las presentes circunstancias o no tendremos Patria y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional”.
Terminada la Guerra Restauradora, en 1866 los gobiernos de Báez y Cabral gestionaron vender Samaná a los Estados Unidos que emergía como una potencia todopoderosa. Duarte enterado de estos planes, escribió para la historia que así como enfrentó la hegemonía haitiana:
[…] si después en el año 44 me pronuncié contra el protectorado francés decidido por esos facciosos y cesión a esta Potencia de la Península de Samaná, mereciendo por ello todos los males que sobre mí han llovido; si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi Patria a protestar con las armas en la mano contra la anexión a España llevada a cabo a despecho del voto nacional por la superchería de ese bando traidor y parricida, no es de esperarse que yo deje de protestar (y conmigo todo buen dominicano) cual protesto y protestaré siempre, no digo tan sólo contra la anexión de mi patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra Independencia Nacional y cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del Pueblo Dominicano”.
En las postrimerías de su vida, el Padre de la patria enfermo de tuberculosis en Venezuela, mantenía comunicación con el historiador José Gabriel García, quien le había manifestado la ya abierta intención de anexión a los Estados Unidos de parte de Báez y la lucha de las fuerzas progresistas encabezadas por Luperón (y el arrepentido Cabral) para oponerse a ese proyecto, Duarte expresaba un mensaje a la juventud a través de García:
“Seguid jóvenes amigos, dulce esperanza de la patria mía, seguid con tesón y ardor en la hermosa carrera que habéis emprendido y alcanzad la gloria de dar cima a la grandiosa obra de nuestra regeneración política, de nuestra independencia nacional, única garantía de las libertades patrias. […].
Derrocado Báez y su proyecto anexionista en 1874, al año siguiente Duarte ya en cama, sin aliento físico, le llegó una carta del nuevo presidente Ignacio María González invitándolo a regresar al país en atención a un reclamo nacional que promovió Luperón. Duarte no quiso abrir la misiva, posiblemente ante el presentimiento que podía ser la información de un nuevo intento de atentar contra la nacionalidad dominicana y él impotente no podría hacer nada, estaba en la antesala de la muerte como ocurrió al año siguiente, la carta fue localizada cerrada debajo de su almohada.
A Duarte su historial de lucha lo sitúa como un combatiente anticolonialista, precursor del antiimperialismo dominicano. Es una calumnia disfrazarlo de antihaitiano, cuando las circunstancias lo demandaron combatió a la clase dominante haitiana que trataba de imponer una fusión harto arbitraria. Su objetivo primordial fue mantenerse alerta y en pie de combate para rechazar la injerencia de cualquier potencia extranjera sin importar su origen. ¡Duarte, Luperón, Manolo y Caamaño abanderados de la revolución!