“Las narraciones capaces de transformar el mundo y de descubrir en él nuevas dimensiones nunca las crea a voluntad una sola persona. Su surgimiento obedece más bien a un proceso complejo, en el que participan diversas fuerzas y distintos actores. En definitiva, son la expresión del modo de sentir de una época”. (Byung-Chul Han: La Crisis De La Narración).
Hoy en día nos encontramos con firmas encuestadoras que, más que encuestas, están realizando estudios más abarcadores del acontecer económico, político y social. Se trata de enjundiosas cardiografías, tomografías, ecocardiografías y resonancias magnéticas del cuerpo social dominicano. La última de Gallup/RCC Media tiene como epígrafe: Estudio Nacional de Temas económicos, sociales y políticos. Los hallazgos, como en los últimos años, constituyen una gran oportunidad para hacer a la democracia dominicana más funcional.
La pertinencia de esos hallazgos es que resalta el abismo que existe entre la narrativa de una buena parte de la elite política y las informaciones y los datos encontrados. Los partidos políticos que compiten en las elecciones del 19 de mayo tendrán que beber de esa encuesta y de otras que vienen saliendo y que resaltan cierta rigurosidad. Si auscultamos las mismas, y correlacionamos con el Informe de Riesgo Político América Latina, tenemos un rico menú para ponderar con creatividad y espíritu innovador para que el descontento con la democracia no la haga más disfuncional, sino, con marcada imaginación, proyectar un futuro más halagüeño que atraviese por más inclusión y mayor equidad social.
El descontento con la democracia se pone de manifiesto en el siguiente gráfico, correspondiente a la página 19 del Informe de Riesgo Político América Latina 2024, cuando en el ítem referido “No me importaría que un gobierno llegara al poder si resuelve los problemas”, de 17 países evaluados, el promedio es de 54, nuestro país sacó 63. Mientras más alto es la puntuación, peor o más negativo es el ranking.
Esto indica una profunda disfunción del sistema. No está resolviendo los problemas vitales de la población, al tiempo que el termómetro ilustra la falencia cruenta de conciencia, en la perspectiva de otras formas de gobernar. Pues no se trata solamente de necesidades materiales, sino de la cultura democrática, del horizonte de civilidad con que ha de operar una sociedad, más allá de los cimientos cardinales de la vida material.
Como nos dice Byung-Chul Han, “… la informatización de la sociedad acelera la pérdida de su carácter narrativo. Por otro lado, en pleno tsunami informativo surge la necesidad de sentido, identidad y orientación, es decir, la necesidad de despejar el inmenso bosque de la información, en el que corremos riesgo de extraviarnos”. ¿Qué nos dicen los datos e informaciones que rupturan el anclaje narrativo de los actores políticos y, por tanto, la negación de soluciones a problemas que por décadas lastran el verdadero desarrollo de la sociedad dominicana? Veamos:
- Que el 75.1% de la población dominicana tiene un ingreso familiar menos de RD$54,000.00 pesos.
- Que solo un 7.4% de los hogares dominicanos, de los ingresos familiares percibe entre RD$54,750.00 y $132,999.00. Solo un 1.0% recibe más de RD$133,000.00.
- Un 32.4% está trabajando. 4.3% no está trabajando en este momento. 6.0% está buscando trabajo actualmente. 5.5% es estudiante; y, un 21.8% se dedica a los quehaceres de su hogar. 22.0% trabaja por cuenta propia/independiente.
Desde la reflexividad sociológica, ¿que nos dicen esos datos de que 21.8% (quehaceres del hogar) y 22.0% trabaja por cuenta propia? Nos señalan que somos una sociedad muy atrasada, pues el peso de la economía del cuidado es gravitante en nuestra formación social, lo que indican que están “fuera” del circuito de circulación de la mercancía del trabajo, en la relación de producción capitalista. De la misma manera, nos llama que un 22.0% labora por cuenta propia/independiente, lo que resalta el peso de la economía subterránea, del rol tan estelar de la economía informal. Algo que desde una mirada con visión de futuro es aterrador, pues conjuga un drama social dantesco, no solo a la luz de la seguridad social, sino en el umbral de la precarización del empleo y con ello, lo pírrico de la esfera salarial, corolario singular de la pobreza y la desigualdad. En los últimos 28 años el mercado laboral informal ha oscilado entre un 52 a un 56 y un 58%.
Desde 2003, en la sociedad dominicana, todos los estudios de opinión visibilizan como principales problemas:
- Fuentes de trabajo;
- Costo de la vida;
- Delincuencia en general (robos, asaltos, atracos).
Las encuestas han venido midiendo entre 15 y 23 temas que confirman la mayoría de los problemas que perciben los dominicanos. El que salió del país hace 20 años y regresa y compara el periódico que se llevó en aquella oportunidad con el nuevo ejemplar al arribar al aeropuerto, se encontrará con las mismas carencias y problemas aumentados. Empero, jerarquizados en los niveles, por los contextos y la crisis de la narración de los actores políticos.
La década de 2020, con el comienzo de la pandemia, ha significado un revés significativo para el mundo entero, sobre todo para los países de América Latina y el Caribe. Si a la década de los años 80 del siglo pasado se le denominó la “Década Perdida” y a la del 90 se nombró del “Gran florecimiento y expansión de la economía” (y con ello, de la disminución de la pobreza, de la indigencia), esta década que arriba a su cuarto año se caracteriza por recesión, estancamiento y una enorme incertidumbre, conjugada con una tormenta perfecta, cristalizada categorialmente como presencia de una polycrisis, simultáneas todas.
Hay, por así decirlo, una erosión de la democracia y en cada país se manifiesta de manera distinta, donde los lazos sociales y el deterioro de la democracia acusan una acelerada velocidad. En nuestro país, de los 10 grandes problemas que esboza el Índice de Riesgo Político, solo 4 nos afectan; sin embargo, el potencial de explosión se encuentra instalados en los tejidos sociales, económicos, políticos, institucionales, agravado con la crisis de civilidad que nos corroe como sociedad, que se manifiesta todos los años en la llamada Semana Santa, donde mueren decenas de personas (este año 29), donde se intoxican cientos de personas (473 para esta fecha, incluyendo 30 niños). Una verdadera crisis de comportamiento colectivo, de una atroz desviación social.
¿Qué explica que Gallup/RCC Media y ACD Media, publicadas una en marzo y la otra el primero de abril, en sus hallazgos señalan los mismos tres principales problemas e indican que “Las condiciones actuales de la economía: 56% muy mala y mala (14.1% y 42%), y en ACD Media, 51.2 señala que por mal camino? Es probable que alguien de manera ligera pueda decir que el dominicano es bipolar, que, reconociendo tres falencias acuciantes, aun así, el presidente de turno tiene una tasa de aprobación entre 65 a 70%. La intención del voto es: Gallup: 64%, Centro Económico del Cibao: 63.7% y ACD Media: 62.4%.
Múltiples factores se conjugan:
- No niegan los problemas que les están afectando, que les atañen.
- No endosan sus percepciones negativas al presidente ejecutivo actual.
- Hay una crisis del liderazgo alternativo.
- Falta de confianza y credibilidad en los actores políticos (descontento, desconfianza, desinterés, con un 54% según Gallup/RCC Media).
- Una oposición débil, desgarrada, dividida y sin discurso, con protagonistas que en una sociedad de mayor intensidad democrática y mayor peso institucional no deberían estar en el horizonte público, mucho menos visibilizados en el mundo mediático. Tenemos una democracia tan famélica, tan de papel, que a personas que le han quitado la visa norteamericana por corrupción visceral, por lavado, por narcotráfico, por sus relaciones con el crimen organizado transnacional y por decisiones apocalípticas en la Junta Central Electoral, continúan gravitando en el ámbito político.
La democracia no puede cimentarse de manera sostenible en la visión de Ganadores/ Perdedores. Es una visión de una ceguera horrida que trae consigo una estela de fracturas que a la postre nos laceran como Estado, Nación, País. Ello se traduce en una especie de envenenamiento de todo el accionar de nuestra política y nos distancia como pueblo. Si el Estado no juega el rol de contrapeso de un poder económico que acomoda su visión empresarial en las políticas públicas, la democracia dominicana trillará el camino de ser más disfuncional y, por lo tanto, derivará por el sendero de otros países, que tienen una crisis de gobernabilidad, una alta conflictividad con radicalizaciones de las protestas sociales.
No tenemos una alta polarización política, no hay incertidumbre en el panorama político electoral. Todo está consumado electoralmente para mayo 19 del 2024. La interrogante, que es al mismo tiempo desafío, es que, si no se aplican las reformas necesarias, iríamos indefectiblemente a más disfunción democrática, que significa no asumir las reformas necesarias o generar el potencial creativo, innovador, que como decía Albert Einstein “Dios no juega a los dados. Todo el universo obedece a reglas preestablecidas y las conexiones entre causas y efectos poco a poco se van a ir descubriendo hasta tener el mundo entero y con todo detalle bajo nuestro conocimiento y, por lo tanto, bajo nuestro poder”. La democracia nuestra está fatigada, es una verdadera entropía que debe tener en su vientre control social, político, institucional. Un necesario equilibrio para empujarla con compromiso cierto.