“Hoy nos acomodamos en una zona de bienestar de la que se ha eliminado la negatividad de lo extraño. Su santo y seña es me “gusta”. La pantalla digital nos protege cada vez más de la negatividad de lo extraño, de lo desapacible y siniestro. La extranjería es hoy indeseable por cuanto representa un obstáculo para la aceleración de la circulación de información y de capital…”. (Byung-Chul Han: La expulsión de lo distinto).
Glosando en voz alta, ¿cuál será el hilo conductor que nos lleve a entender el por qué es tan ostensible la desviación social en el tejido social dominicano? Desde una perspectiva holística, ¿cuántas hipótesis, lecturas, podemos conjeturar para explicar esa aguda realidad? Como hemos insistido, al cientista social no le es dable juzgar, criticar ni condenar per se, sino tratar de explicar el porqué, cuáles son las causas que generan el hecho o el fenómeno estudiado, luego de hurgar para construir el diagnóstico y resaltar el cuerpo de información y datos que contiene lo que deseamos investigar. Esa investigación puede ser: descriptiva, explicativa y/o exploratoria
La desviación social, en todas sus formas y dimensiones, ha venido carcomiendo de manera lacerante nuestra formación social, gravitando en los últimos 25 años en un grado de involución, de degradación, que ha dado pauta para categorizar que nos encontrábamos y nos envolvemos en una anomia social. Sencillamente, el nivel de interactuación humana, el grado de relaciones entre los distintos actores, nos ha volatilizado en una kermesse de grito y espanto, vaporizándose en una crisis de confianza.
¿De cuáles hipótesis es fruto y expresión la desviación social, tan visible?
- La debilidad institucional.
- La falta de control y regulación de las reglas y normas establecidas.
- La inobservancia de las leyes.
- La pobre educación formal, al tiempo que solo tenemos el 6to. grado de primaria.
- La disfunción de la familia y con ello, la indigente convivencia cívica.
- La mirada ciega de la impunidad.
- El peso de un liderazgo referencial negativo durante 25 años.
- La capacidad de soborno que fuimos forjando a lo largo del tejido de la estratificación social, independientemente de la jerarquía social y del estatus.
- El nivel, hasta llegar a la aberración, abyección, de la tolerancia frente a la conducta y comportamiento desviado.
- ¿Qué cuota anidamos en nuestra cultura que forja la conducta desviada, haciendo de la desviación un cuerpo doctrinario en la “franja de lo normal” de la costumbre y tradición, en el viejo paradigma de la expresión “siempre se ha hecho así”? Demos una mirada de presunción a nuestro sincretismo cultural, a nuestra mezcla: europea, africana y taina: 49% ADN africano; 39% europeo; y 4% precolombino, según el estudio de diversidad genética de 2016 de la Academia Dominicana de la Historia, la National Geographic Society y la Universidad de Pensilvania.
- La cultura es una fuente de conducta aprendida, es una dimensión de cohesión social y, al mismo tiempo, potencial para visualizar y entender la diversidad y la comprensión de la objetividad, subjetividad e instrumentalización. Como la abordamos hoy, nos sirve como un plus para la inteligencia cultural y con ello, del desarrollo del talento humano.
¿Qué es la desviación social? Para Anthonny Giddens la desviación social “Es la no conformidad a una norma o a una serie de normas dadas, que son aceptadas por un número significativo de personas de una comunidad o sociedad”. Macionis define la desviación social como “Es lo que la gente entiende o define como tal a la vista de que alguien está violando o transgrediendo una norma cultural”. La desviación social es definida como conducta que viola normas y expectativas de cualquier sistema social o modo de dominación y ante la cual este reacciona con un dispositivo de control. Nos encontramos en el seno de la sociedad, con las cuatro dimensiones de la desviación social:
- Desviación cultural (ladrón, drogadicto, alcohólico).
- Desviación psicológica (un paranoico, un neurótico, un antisocial, un histriónico, un obsesivo-dependiente), dan lugar a conducta desviada.
- Desviación biológica, aquellas que nacen con discapacidades diferenciadas, muy pronunciadas que lo llevan a cometer comportamiento desviado, sin tener consciencia de ello.
- Desviación grupal o sociológica (las bandas, las pandillas delincuentes).
¿Qué ocurre en nuestra sociedad con respecto a la desviación social? La Sociología de la desviación nos dice que esta nos ayuda sobre las normas sociales, los actos y comportamientos que se desvían de estas y la construcción de mecanismos de control social, para evitar en gran medida las desviaciones. Hoy por hoy, somos una sociedad con un pavoroso grado de desconfianza y las actitudes hacia la desviación, lo que hace es que crecen. Actitudes como: aberrante, no conformista y el rebelde, se entrecruzan, mezclan y conjugan para dificultar la vida y proyectos colectivos.
Vivimos procrastinando todo desde la esfera de lo público, lo que ha cimentado y desarrollado la desviación social. La presencia de un liderazgo referencial negativo, en los últimos 27 años, agiganta de manera cuasi espantosa esa modorra social. El liderazgo al más alto nivel se recrea, en todos los peldaños, sea positivo o negativo. La impunidad, la falta de disciplina social, de control, permea todo el cuerpo social. De ahí, que hoy seamos unos de los países, según Latinobarómetro 2019, con mayores niveles de fraude social en la búsqueda de atajos y del tigueraje, no importando el nivel y jerarquía social. La clase política constituye el ejemplo más paradigmático de esta aseveración.
No hay duda que nos encontramos a las ausencias de consecuencias frente a la conducta desviada, a la carencia y profunda debilidad del control y con ello, de la proporcionalidad de las sanciones. Por ello, más allá de las distintas inteligencias: lógica – matemática, verbal, musical, cenestésica – corporal (física kinestésica), intrapersonal, interpersonal, espacial e inteligencia emocional (de Daniel Goleman), tenemos que sumar la inteligencia cultural, que nos abordaron en el 2003 Christopher Earley y Soon Ana. La inteligencia cultural “es la capacidad para relacionarse y trabajar eficazmente en un entorno transcultural”. Coadyuva a comprender las diferencias culturales, de estatus, de jerarquía social, de nivel educativo y aun así, trabajar juntos en un proyecto común. Nos grafica la capacidad para internalizar la idiosincrasia y los valores culturales de los demás. La inteligencia cultural “no es solo la capacidad de entender a los demás; es la capacidad de entender a los demás cuando sus normas culturales son diferentes a las tuyas, y usar esas diferencias en beneficio de ambas partes”.
La inteligencia cultural nos ayuda a comprender los distintos contextos en el que desarrollamos nuestras acciones, decisiones. Se produce un apalancamiento cuando nos encontramos en situaciones diversas, inéditas, multiculturales (religiosa, étnica, ideológica, racial) distintas. Como abordar las semejanzas y las diferencias con los distintos actores que nos toca interactuar. Como generar elementos de verdad, de cara al compromiso. Como mantener el grado de confianza y credibilidad sin importar los riesgos y las consecuencias.
La inteligencia cultural nos lleva a tener un mejor talento humano. Alguien que trasciende el conocimiento, se cristaliza en el comportamiento y tiene una loable conexión con la diversidad cultural, social, económica, no se encierra ni se achica. Es por así decirlo, una oportunidad para crecer en medio de la diferencia, observando todo el cuerpo, el corazón, el cerebro, como si leyera cada vibración de una resonancia.
El talento humano de hoy ha de alinearse bosquejando un corpus, donde capte y trascienda la subjetividad de los actores. La inteligencia cultural crea una disrupción con los filtros psicológicos, con los antiguos paradigmas, para dibujarnos un nuevo escenario, allí donde la postura de las poses y de la posverdad no tengan sentido y se muevan en la pasarela de los logros materiales y sociales, como grado máximo de la desviación social, con etiquetas de “personalidades y honorables”. Como nos pregunta Byung-Chul Han en su libro Hiperculturalidad “¿Nos acercamos hoy a una cultura que no se caracteriza por esa sordera-ceguera feliz, a una cultura que se vuelve sonora y que se abre a un espacio de sonido hipercultural, que se desespacializa, una cultura en la que tonos diferentes, sin distancia entre sí, se amontonan unos con otros?”.