El conflicto entre Israel y Palestina centra la atención del mundo. Miles de muertos, la mayoría civiles, tienen en shock a todo el mundo. Pero muy pocos dan una explicación coherente de los acontecimientos que desataron la locura de muerte y sangre en Gaza y en menor medida en Cisjordania y en el sur de Israel. No es una explicación bíblica ni religiosa. Es una consecuencia de acontecimientos acaecidos mayormente en el siglo XX.
El colapso del Imperio Otomano, que controlaba casi todo medio oriente incluyendo Palestina, Siria, Jordania, Líbano y la costa mediterránea de África del Norte así como la Península Arábica dejó un vacío que ocuparon las entonces potencias coloniales europeas más importantes: Gran Bretaña y Francia.
Palestina había quedado sin población judía hebrea desde la expulsión de estos llevada a cabo por el Imperio Romano en el 49-50 d.C. Así inició la diáspora judía por todo el mundo, mayormente en Europa, y una parte importante en Europa del Norte, en países como Alemania, Polonia, Inglaterra, Rusia, Holanda, y España, entre otros. Es así que el pueblo judío pasa a ser, por casi dos mil años un pueblo sin estado y sin territorio. Los pogromos de los judíos fueron moneda corriente, los guetos judíos en las ciudades europeas –las llamadas “juderías” en España- y las expulsiones masivas de judíos como en España en 1492, de Portugal en 1497, de Alemania en varias etapas la última en 1551, de Nápoles en 1541, se generalizaron en Europa: ¿El móvil? Despojar a los hebreos de sus pertenencias y sus riquezas acumuladas. En la expulsión de los judíos del reino de Castilla y Aragón solo podían llevar consigo lo que podían cargar y el plazo fue compulsivo. Una extraordinaria imagen del apartheid y la discriminación a la comunidad judía está reflejada en la obra de Shakespeare “El mercader de Venecia”.
De esa manera, y a pesar de las persecuciones, los judíos mantuvieron su religión y su cultura. Hay judíos negros en Etiopia, rubios y blancos en toda Europa del Norte, arábigos en Marruecos y el Norte de África –Argelia, Túnez, Egipto, Turquía, entre los mas relevantes. Judío no es una raza, es más una religión y una cultura común.
Hasta que en fines del siglo XIX (1897), un periodista austrohúngaro de origen judío, Theodor Herzl, escribió un libro –Der Judenstaat o El Estado Judío- que es la base de un movimiento nacionalista europeo llamado sionismo: Sion equivalente a Israel y ismo como política. El sionismo político plantea un retorno del pueblo judío a “un Hogar Nacional”. En 1850, para dar una referencia, en la Palestina controlada por el Imperio Otomano, solo había 3,000 judíos y unos 500,000 palestinos árabes, musulmanes y cristianos casi a partes iguales. El Primer Congreso Sionista mundial se realizó en Basilea, Suiza, en agosto de 1897. Los logros más importantes fueron el llamado Programa de Basilea y la fundación de la Organización Sionista Mundial. En el programa de Basilea se estableció claramente que “El sionismo tiene por objeto establecer para el pueblo judío un hogar seguro jurídica y públicamente en Palestina”.
Ente 1915 y 1916 se negoció un acuerdo entre los ministros de Exteriores de Gran Bretaña y Francia, acuerdo secreto firmado el 16 de mayo de 1916 con el fin de repartirse los despojos del Imperio Otomano, ante la evidencia de la derrota de la alianza entre Alemania- el Imperio Austrohúngaro y el Imperio Otomano. Una parte iría a parar al control de Gran Bretaña, incluyendo Palestina, Jordania, la Península Arábiga y el control del Canal de Suez en Egipto; mientras que Líbano, Siria y parte de la actual Turquía, serían controladas por Francia. Además se incluyó la cesión al Imperio Zarista ruso de Estambul (antigua Constantinopla), la Tracia turca y gran parte de la península de Anatolia. En 1917, después de la revolución bolchevique, los términos secretos del Acuerdo fueron publicados por los revolucionarios rusos en Izvestia y Pravda el 23 de noviembre de 1917. La publicación por los bolcheviques hizo añicos la parte rusa del acuerdo secreto y dio lugar a la resistencia turca que posteriormente encabezó Mustafá Kemal y concluyó con la fundación en 1923 de la actual República de Turquía.
En mayo de 1917 el ministro de Exteriores británico, Arthur James Balfour envío una carta de tres párrafos al Barón Lionel Walter Rothschild, un banquero de la familia del mismo nombre, que apadrinaba el sionismo y la colonización por los judíos del territorio de Palestina. Esa Declaración, conocida en la historia como “la Declaración de Balfour”, dirigida a un líder de la Comunidad Judía de Gran Bretaña se hizo para ser transmitida a la Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda. Todas la piezas de la colonización de Palestina por judíos europeos estaban puestas. Comenzó lentamente la creación de comunidades judías en Palestina, mediante compra de tierras y colonias agrícolas denominadas Kibutz.
Sin embargo el sionismo político no contaba con los efectos de la posguerra en muchos países, particularmente en Alemania. Desde el establecimiento de las sanciones de las potencias ganadoras de la guerra, un joven economista inglés, Sir John Maynard Keynes, fue muy crítico del Tratado de Versalles, particularmente en un pequeño libro denominado “Las condiciones económicas de la paz”. Keynes intuyó que Alemania no podría cumplir con esas condiciones y que ello despertara los demonios de otra guerra. Efectivamente, a inicios de los años 1920 surge en Alemania una situación muy inestable, la llamada República de Weimar desata la hiperinflación al no poder pagar las reparaciones del Tratado de Versalles, y en cuestión de unos años, el Partido Nazi, de Adolf Hitler, una partido fascista basado en el ultranacionalismo alemán, el odio al comunismo y al socialismo y en particular la demonización de los judíos y de los gitanos, el militarismo alemán, llega al poder en 1933.
Al llegar al poder, Hitler persigue a los “demonios marxistas”, exalta la perfección de la raza aria, y desata una atroz persecución de los judíos, en Alemania primero, y después del inicio de la II Guerra Mundial, en toda Europa ocupada y en particular en Polonia, la Unión Soviética, los países de Europa Central y del Sur creando la más atroz maquina industrial de la muerte: el Holocausto o la Choá como le llaman en hebreo. Más de seis millones de judíos fueron exterminados de las formas más atroces, y pocos lugares dieron refugio a los que huían de la persecución nazi, por lo que muchos se instalaron en EEUU, en Argentina y Brasil. Es importante que resaltar que en 1938, se llevó a cabo la llamada Conferencia de Evian a propuesta del Presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt con el objetivo de dar repuesta al problema de los refugiados judíos. En esa reunión, el delegado dominicano, embajador en Francia, declaró que la República Dominicana podría acoger hasta un millón de refugiados hebreos. Solo llegaron unos cuantos miles al poblado de Sosúa, en la Provincia de Puerto Plata, esto así porque los barcos para transporte no querían enfadar a Hitler. ¿Cuáles fueron las razones de Trujillo para declarar esto? Sin duda su idea de “blanquear” la población dominicana, sobre todo después de la matanza del perejil contra haitianos y dominicanos de origen haitiano en octubre de 1937.
El Holocausto inició en Alemania antes de la guerra, pero se extendió con la anexión por parte del III Reich de otros países como la anexión de los Sudetes checos, la invasión de vastos territorios en Polonia, Rusia, Europa Central y del Sur. Una de las paginas mas abominables de la historia contemporánea se escribió con este genocidio que ha quedado grabado en la memoria de todo el mundo. Al finalizar la guerra y Alemania arrasada y derrotada, comenzaron a hacerse de conocimiento público las atrocidades nazis.
Muchos países europeos, Francia y Gran Bretaña, protagonistas de la partición de Medio Oriente y del retorno de los judíos a la tierra de Palestina, con la mala consciencia de su mutismo y colaboracionismo en la guerra, presentaron un llamado Plan de Partición de Palestina, que ya tenia una población judía importante aunque mucho menor que la de los palestinos. El Plan de Partición de Palestina fue aprobado por la Asamblea General de la recién creada Organización de las Naciones Unidas, mediante la Resolución 181 del 29 de noviembre de 1947, con la expresa oposición de los países árabes y musulmanes, lo que desencadenó inmediatamente una guerra. El Plan de Partición nunca se aplicó. Nunca se creó el Estado Palestino. El Plan de Partición otorgó 56% de las tierras a los judíos y 44% a los palestinos, dejando la ciudad de Jerusalén bajo control internacional de la ONU por las implicaciones religiosas de la misma. Las organizaciones armadas de Israel, una combinación de cuerpos militares o paramilitares creados antes de 1947, no solamente derrotaron a los ejércitos de Egipto, Siria, Jordania y Líbano, sino que expulsaron masivamente de sus casas y tierras a unos 700,000 palestinos que conocen ese hecho como la Nakba, el desastre en árabe. Muchos huyeron a Jordania, a Cisjordania, a Egipto, a Líbano y otros países árabes.
La derrota de los ejércitos árabes en 1948 consolidó los asentamientos judíos en lo que fue otorgado a Palestina por el Plan de Partición. Ha sido desde su implantación un plan de colonización europea. Una parte de la población palestina que se quedó en sus pueblos dentro de Israel, constituyen ahora el 20% de la población del Estado de Israel, a pesar que existe discriminación legal, como la prohibición de ser parte del ejercito, de formar parte de ciertos órganos públicos, los desplazamientos controlados, entre otros.
Desde 1964 se funda la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que reagrupa como un frente unido a muchas organizaciones palestinas de distinto signo ideológico y confesional. Sin embargo, la OLP siempre ha proclamado su carácter laico, no confesional, sea musulmán o cristiano. Desde 1964 el conflicto ha ido escalando hasta llegar a la pesadilla actual. Los acuerdos de Oslo de entre la OLP de Yasser Arafat y el Primer Ministro de Israel, Isaac Rabín en 1993, dieron una pequeña esperanza para la solución del conflicto mediante la coexistencia de israelíes y palestinos, según las fronteras acordadas en 1947 o en 1967, pero todo se convirtió en sal y agua con los gobiernos de ultraderecha sionista de Sharon y Netanyahu. La existencia de un movimiento armado no controlado por la OLP, el llamado Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamás) que controla la banda de Gaza, y que por muchas informaciones fue financiado y ayudado por Israel por ciertos periodos para debilitar el secularismo de la OLP, ha creado una situación de muerte y destrucción inaceptable para la consciencia humana y para el derecho humanitario. La incursión de combatientes de Hamás en el sur de Israel el sábado 7 de octubre, y que se saldó con crímenes atroces a civiles, con más de 1,400 muertos, ha sido respondido por el gobierno ultraderechista de Netanyahu con la destrucción sistemática de Gaza, un pequeño territorio superpoblado, que ya se cuentan 8,300 muertos y miles de heridos. La política del gobierno de Israel ha sido parecida a la usada por los nazis en el asedio del gueto de Varsovia en 1945: corte de alimentos, agua, medicinas o electricidad. El mundo exige un alto al fuego y la apertura de corredores humanitarios para suplir lo esencial a la población indefensa de Gaza. Todo silencio es cómplice con el genocidio que se está llevando a cabo en Gaza.