Porque: “La buena reputación no es más que el eco de la virtud”.

Primero habla contigo mismo
de lo que quisieras ser; y
entonces, haz lo que tengas que hacer. Epicteto.

Muchos se habrán cuestionado sobre el porqué prácticamente a diario caen tantos paradigmas que se consideraban fortalezas inexpugnables que, de manera inexplicable, ceden ahora tan fácilmente ante la mediocridad, después de haber proclamada durante tanto tiempo la práctica de la excelencia. Y, la razón podría encontrarse en la búsqueda de intereses particulares por encima de defender los derechos de las mayorías, razón primordial por la cual ocupan un lugar dentro del Estado.

Viviendo una época de indiscutible progreso económico, para la gran mayoría, y, por otro lado, otros tantos, borrachitos de grandezas, obsesionados con un falso protagonismo que los ha convertido en fervientes fanáticos de la personalidad, la cual les obnubila el buen pensar y los hace hasta despreciar -reitero-, la lógica de la cruda realidad, simplemente viven de sus fantasías. En tanto esto sucede, el irrespeto por las leyes, las autoridades, y, el desdén ante cualquier tipo de norma restrictiva en su desempeño dentro de la sociedad, se ha convertido en la norma y, las autoridades, se postran ante la situación, dando por hecho, que ya nada se puede hacer, como ese de la arrabalización que llevan a cabo los pobres padres de familia o el caos en el tránsito, que esos mismos personajes producen a diario.

Y, este desprecio para el cumplimiento y respeto hacia las leyes, no solo se manifiesta en la pandemia que se ha convertido el tránsito vehicular, si no, en todo tipo de asociación, como serían los sindicatos, aquellos que denigran esa denominación y más bien, deberían de llamarse negocios o asociaciones privadas para determinado oficio o de intereses particulares.
Quizás, aquí reside nuestra mayor debilidad, es decir, en permitir esas extorsiones que la mayoría de estos negocios particulares, como los choferes, ejercen sobre los diferentes gobiernos, a fin de obtener sus objetivos.

Esta manifiesta manipulación, ha llegado a un grado tal, que, comenzando por los motoristas, los cuales ocupan, como si fuesen sus dueños, las principales esquinas sin importar su ubicación, para en estas hacer sus estaciones de servicio o de paradas. Luego le siguen los pobres padres de familia, conductores de carros públicos y “voladoras”, donde, para desalojarlos, primero hay que pagarles, indemnizarlos y, hasta buscarle el terreno para hacerles sus centros de servicio.

Es tal la magnitud del caos en el manejo de estos negocios y la extorsión que ejercen, que sirven hasta para encumbrar la posición de sus “dueños”, hasta llegar a ser “onorables”, en base al sacrificio y explotación de esas masas, que, por demás, los consideran unos sacrificados en pos de buscar el bienestar de todos esos “pobres padres de familia”.

Nos parece que ya no hay organización alguna que esté exenta de la manipulación o extorsión de esa minoría que descaradamente viola todo tipo de ley sin importarle en lo más mínimo las consecuencias de esas acciones ya que han comprobado que los organismos llamados a ponerles freno, a obligarlos a cumplir las leyes, simplemente temen ejercer cualquier tipo de acción en contra de ellos. Solo fijémonos lo que ocurre con los motoristas, choferes de carros públicos que siquiera y, a fuerza de chantajes, ya siquiera usan la placa correspondiente y mucho menos las franjas para ejercer su trabajo. Pero, lo peor y criminal es la acción abusiva que grupos altamente conocidos por las distintas comunidades del país, que se dedican a la degradación de los ríos y la ocupación de zonas vedadas sin ningún tipo de consecuencias y, quizás, solo quizás, es por eso por lo que, en ocasiones, hasta quemar burros es valedero.

Pero, las autoridades no asumen sus responsabilidades por temor a ejercer las acciones necesarias para que se cumplan las leyes, solo el silencio, ese silencio cómplice y descarado que nunca llegué a pensar, que el silencio pudiera ser tan cruel y abominable. Así nomás. ¡Sí señor!