A medida que el mundo empresarial se enfrenta a desafíos sin precedentes, desde la disrupción tecnológica hasta las crisis económicas y sociales, las juntas directivas se ven llevadas a ampliar sus horizontes y profundizar en sus responsabilidades. Según la más reciente encuesta global de McKinsey sobre los consejos de administración, dos tercios de los miembros de junta sienten que la complejidad de su rol ha aumentado significativamente en los últimos años. Temas como la inteligencia artificial generativa, la ciberseguridad y la sostenibilidad ya no son simplemente palabras de moda; son imperativos estratégicos que deben ser abordados con urgencia y competencia.
En este panorama cambiante, la colaboración entre la junta directiva y el CEO se convierte en una herramienta esencial para enfrentar la complejidad. En nuestra experiencia, la clave para gestionar eficazmente esta complejidad radica en la calidad de la interacción entre los miembros del consejo y su líder. Sin embargo, solo un tercio de los encuestados reconoce que su junta y su CEO trabajan en una colaboración muy eficaz. Esta desconexión sugiere que hay un amplio espacio para mejorar, y al hacerlo, se pueden generar beneficios significativos tanto para la junta como para la organización en su conjunto.
La colaboración efectiva entre la junta y el CEO no es solo una buena práctica; es una necesidad. Los directores que logran construir relaciones sólidas y transparentes con sus CEO tienden a ser más eficaces en la creación de valor a largo plazo. La investigación muestra que las directivas que se comunican mejor tienen más probabilidades de ofrecer un apoyo valioso y oportuno a sus directores ejecutivos, permitiendo que la organización responda rápidamente a los cambios del entorno.
Para explorar esto más a fondo, consideremos a aquellos directores que han reportado una colaboración eficaz con sus CEO. Estos grupos no solo afirman tener un impacto significativo en la creación de valor, sino que también son más propensos a participar activamente en el debate estratégico. En contraste, los que experimentan una colaboración deficiente tienden a enfrentar mayores obstáculos a la hora de alinear sus objetivos y estrategias con las necesidades de la organización.
En esta ocasión exploramos cómo fortalecer esa relación vital, ofreciendo tres enfoques concretos que pueden elevar la colaboración y, en consecuencia, el rendimiento organizacional.
Las tres estrategias claves:
Establecer procesos eficientes en la junta directiva: La claridad y la estructura son fundamentales para maximizar la eficacia de la junta. Las juntas directivas que operan con procesos bien definidos tienden a evitar pérdidas de tiempo, como discusiones repetitivas o reuniones improductivas. Las encuestas indican que los directores que consideran que su junta es eficaz tienen 2.4 veces más probabilidades de tener reuniones bien dirigidas y 1.8 veces más de proporcionar a los nuevos miembros una formación adecuada. Este enfoque proactivo no solo libera tiempo para que los directores se concentren en actividades de mayor valor, sino que también asegura que todos estén alineados en las prioridades estratégicas.
Priorizar la comunicación entre la directiva y el CEO: La falta de claridad en roles y responsabilidades, junto con un intercambio deficiente de información, son causas frecuentes de la ineficacia en la colaboración. Fomentar una comunicación abierta y constante no solo mejora la alineación en la agenda, sino que también permite que los directores estén más informados sobre los desafíos y oportunidades que enfrenta la organización. Esta investigación de McKinsey destaca que los directores que se comunican con frecuencia y de manera efectiva están mejor equipados para proporcionar un apoyo significativo a sus CEO. Esto no necesariamente implica reuniones constantes, sino más bien un flujo constante de información que se puede facilitar a través de múltiples canales, desde aplicaciones de mensajería hasta informes mensuales.
Fomentar una cultura de confianza y respeto: La dinámica interpersonal entre la junta y el CEO puede ser la diferencia entre una colaboración exitosa y una fallida. Los datos sugieren que las juntas que cultivan una cultura sólida y dedican tiempo a la formación de equipos tienen más probabilidades de tener éxito en su colaboración. Pasar tiempo juntos fuera de las reuniones formales, como almuerzos o visitas a las instalaciones, puede fortalecer estos lazos y facilitar un ambiente en el que las discusiones abiertas y constructivas se conviertan en la norma. La confianza mutua permite que los directores planteen preguntas difíciles y desafíen la estrategia de manera constructiva, lo que a su vez puede llevar a decisiones más informadas y a un mejor desempeño organizacional.
A medida que las responsabilidades de las juntas directivas se expanden y se vuelven más complejas, fortalecer la colaboración con el CEO y el equipo de gestión se convierte en una prioridad ineludible. No se trata simplemente de una tarea adicional en la agenda de los directores, sino de un enfoque fundamental para mejorar la efectividad general del directorio. El futuro del éxito organizacional no solo dependerá de la experiencia y la sabiduría de los directores, sino de su capacidad para trabajar de manera conjunta y colaborativa. La premisa "mejor juntos" nunca ha sido más pertinente. Implementar estas estrategias puede transformar la relación entre la junta directiva y el CEO, creando un ciclo virtuoso de valor, confianza y éxito compartido.