Los padres leen periódicos y escriben
poemas y dan entrevistas en la radio

y ganan dinero para sus familias
íntimas y extendidas y se preocupan
por sus hijos y gritan a la tele
cuando juegan Flamengo y Fluminense

y vuelven a ver sonreír las caras
de sus compañeros y amigos

no por el vino o la llamada
de un querido, sino por algo dentro
del cerebro, un simple salto de energía
limpia, agua pura, fuente renovable,

sonriendo ante la idea de un jugo hecho
de açaí, maracujá, amor por el padre.