Hoy se conmemora el 59 aniversario de la Insurrección de abril de 1965, cuyo significado en la historia política de nuestro país y de la ciudad de Santo Domingo es crucial para conocer nuestro presente. En ese sentido, en lo relativo a esta urbe, ese acontecimiento marcó definitivamente su actual configuración espacial y, en esencia, el diseño de algunas de sus principales vías que, como en otras ciudades en la historia, fue pensado desde una perspectiva de contrainsurgencia. Durante y después de ese Abril se produjo la rearticulación, consolidación y en posterior dominio, desde entonces prácticamente incontestable, del bloque conservador dominicano y a la postre el sostenido proceso de fragmentación del entonces bloque liberal, y de su actual brumosa identidad.
En la historia, las insurrecciones, el miedo a las aglomeraciones populares y el monumentalismo como forma de proyectar la fortaleza del grupo o personaje que ostenta el poder, ha orientado los procesos de configuración de muchas ciudades historia. La Comuna de Paris en 1871, una insurrección esencialmente urbana y municipalista que sacudió el Estado francés, constituye un trágico ejemplo. Esta fue sofocada a sangre y fuego, fusilando decenas de comuneros. Al final, justo en el área donde se inició la gesta, como “escarmiento”, se construyó la imponente basílica Sagrado Corazón y se profundizó el trazado de la ciudad, basado en la destrucción de calles y zonas para hacer expedita la movilidad de los medios de transporte militar en caso de insurrecciones.
Roma es otro ejemplo de una cruenta cirugía urbana con fines contrainsurgente. Durante el fascismo, se demolieron calles, edificios y áreas emblemáticas de su centro histórico; se aislaron las zonas pobres para para resaltar la “modernidad” del fascista. Aquí, como sabemos, la insurrección de abril fue confinada en el centro histórico por la invasión militar norteamericana que la sofocó. En cuestión de horas, la Insurrección de abril pulverizó el bloque de clases dominante hegemonizado por los sectores conservadores que hicieron con el poder después de la caída de la dictadura, esa circunstancia agudizó el síndrome de la revolución cubana en el Pentágono y en el fragor de la lucha armada en el centro histórico, auspició regreso de Joaquín Balaguer para recomponer el bloque conservador.
Terminada las acciones bélicas, desde el poder, Balaguer conformó un nuevo bloque integrado por viejas figuras del trujillismo y los sectores oligárquicos tradicionales. Bajo su gobierno se inició el abandono y deterioro de esa zona, se potenciaron otras centralidades y se destruyeron áreas de barrios populares para construir grandes redes viales que, como las avenidas 27 de febrero y Kennedy, son dos ejes troncales que conectan la ciudad con el principal aeropuerto, la base aérea de San Isidro y el Cibao, puntos estratégicos desde el punto vista económico y militar. Cabe destacar que durante el discurrir de la insurrección el bloque liberal no estuvo enteramente unificado, a pesar de la hegemonía del PRD, y la izquierda mantuvo su ancestral división.
Con el país esencialmente ocupado y un gobierno decididamente represivo, se profundizó el proceso de cambio de escenario, en términos espaciales, de las luchas sociales y políticas. El centro histórico dejó de ser su principal lugar, y estas se escenificaron fundamentalmente en los barrios populares de la zona norte de la ciudad. Las posteriores transformaciones operadas en estas zonas a partir de los años 70, con la paulatina pérdida de su vocación residencial y su consiguiente sostenida pérdida de población, determinó que a partir de finales de los años 90 fueron otras ciudades y no Santo Domingo, los principales escenarios de las demandas populares por servicios colectivos de carácter urbano/municipal: vivienda, transporte, salud, empleo etc.
La intervención norteamericana, radicalizó las posiciones de lo que podría llamarse bloque liberal, sobre todo las de la componente de izquierda, cuya incidencia política y cultural entonces era muy significativa. Pero esa radicalización no se correspondió con una articulación de las fuerzas que, constituía un bloque que, aunque disperso, era decididamente opuesto al conservador sostenido por CIA y los aparatos de seguridad nacional. Dispersos, los sectores progresistas no calibraron correctamente el momento post insurreccional., no entendieron que cuando una insurrección es sofocada, sobre todo si discurre aislada en una ciudad, o parte de esta, se inicia un largo periodo de contrarrevolución. Fue lo que ocurrió con la Comuna de Paris, y en cierta medida con la revuelta de abril del 1984.
Sin embrago, aislar insurgencias del caldo de las referidas no evita que estas se conviertan en parte viva de la memoria colectiva del país que se trate. “El espacio es la posibilidad de la existencia de la diversidad”, Massey, 2005, es la multiplicidad de agentes sociales políticos y culturales. En la defensa del espacio del kilómetro cuadrado en que esencialmente fue confinada la gesta de abril del 65 murieron franceses, italianos y profesionales e intelectuales haitianos, juntos a casi 3000 dominicanos en la ciudad toda. Por consiguiente, esa gesta ha sido uno de los acontecimientos cruciales que jalonan nuestra historia y nuestra identidad nacional, al tiempo de ser el momento más importante de la historia de esta ciudad primada. Conocerla, recordando a José R. López, es la mejor manera de entender “porque Santo Domingo es así”.