Hace seis años que cuento con ayuda en mi casa, muy consciente de que soy privilegiada por haber dado con alguien responsable, comprometida, seria con su trabajo y que hace mucho se convirtió en familia para nosotros.
Mis hijos y yo hemos tratado de que su valiosa entrega sea retribuida de manera más justa y tal como ella lo merece. Más allá del aspecto económico y laboral, siempre hemos tratado de estar para ella y su familia.
Los años en mi casa, haciéndose cargo y atenta a cada detalle de nosotros, me han concedido la libertad de entregarle a toda confianza la responsabilidad de decidir aunque yo no esté; de salir del país con la plena certeza de que mis hijos están bien cuidados; de hacer vida social activa sin la preocupación de que me esperan en casa y cumplir en mi trabajo sin fallar y sin pretexto alguno.
El apoyo ha sido un asunto de doble vía y los años en casa pienso que confirman que el trato familiar, de cariño, digno y de respeto ha sido también mutuo.
Todo este apoyo se puso en pausa por una situación de salud con su mamá, hace más de un mes. Para mi era imposible, por demás injusto e inhumano, mantenerla cumpliendo horario en mi casa mientras su cabeza y su corazón estaban con su mamá. Ahora el apoyo escaló un nuevo nivel.
Este mes y poco más ha sido de prueba, no se los voy a negar. Porque, aunque siempre he estado involucrada de manera activa en los quehaceres de mi casa y he tenido el control de todo lo que pasa en ella, no es lo mismo, ni es igual. Ahora las jornadas empiezan más temprano y terminan más tarde y más cansada. Si no enciendo la estufa, el café no se cuela; si no lavo los baños, tampoco se lavan solos y la magia tampoco funciona con la ropa ni los platos sucios.
Alistar a mis hijos, que por suerte están grandes y cooperan muchísimo, dejarlos en la escuela o en el campamento es solo el inicio de la jornada que sigue en la oficina con las responsabilidades del día a día. Salir al mediodía, cada vez que puedo y coordinar el almuerzo antes de regresar a la oficina otra vez para dar cierre a los pendientes y en la tarde regresar a la casa a organizar el día siguiente.
A ese ritmo, de repente me he visto a las 11 de la noche empezando a limpiar la casa y terminar exhausta a las 2 de la mañana o limpiando la casa por áreas cada día de la semana, como si se tratara de ensayo y error hasta dar con el método más efectivo para no morir en el intento ni dejar que la casa se nos caiga encima.
En un mes y pico la estufa se ha limpiado de todas las maneras posibles y los baños se han convertido casi un pasatiempo que empieza con un poquito de agua y termino con el agua casi hasta el cuello. El trabajo en equipo se ha vuelto tendencia en mi casa, ahora más que nunca. El grande baja la basura y la chiquita llena los termos mientras yo termino de alistarme.
Lo cierto es que, si siempre se ha valorado la ayuda que recibimos en casa, este mes solos nos ha hecho valorarla y quererla aún más. Mi base de apoyo también ha sido determinante y a mis hijos los han ido a buscar a la escuela o me los han aguantado para yo tomar la clase de los viernes o darme un merecido traguito un mal día para no enterrar con todo y cruz mi vida social.
Sobra decir que mis días en este mes y medio terminan temprano, cuando no tengo que limpiar y, por supuesto, molida del cansancio.
Mi Comparsa, ausente por el mismo mes y medio y saben por qué, es un reconocimiento a la fuerza y valor de las mujeres que lo hacen todo en una casa. Que salen a trabajar, atienden a sus hijos, a su pareja, trabajan, cumplen con sus roles y llegan a la casa a seguir trabajando, muy probablemente más duro aún que en una oficina.
Un reconocimiento también a esas mujeres que se sacrifican también para hacernos la vida más fácil y acompañarnos a llevar toda la carga. Su ayuda, su apoyo es invaluable. Toda mi admiración para ustedes.
A veces uno piensa que tiene mucho sobre sus hombros o que la vida es tan complicada y justo en esos momentos llega la vida y te complica más, como para demostrarte que sea lo que sea que venga uno puede, sale a camino y lo mejor de todo, es que sale mejor y más fuerte.