El Gobierno de Haití alertó este domingo de que "la violencia incesante y la inseguridad generalizada hacen casi imposible el acceso a los cuidados" sanitarios y aseguró que cada día se pierden vidas porque es "demasiado arriesgado llegar a un centro de salud" para recibir asistencia.

Con motivo del Día Mundial del Sida que se celebra este 1 de diciembre, la Oficina del Primer Ministro indicó en un comunicado que "pese a los avances realizados en la lucha contra el VIH, miles de haitianos están atrapados en una crisis sanitaria y de seguridad devastadora".

Señaló que la práctica imposibilidad de acceder a la asistencia sanitaria a causa de la violencia agrava "el sufrimiento y amenaza los progresos duramente conseguidos. Cada día se pierden vidas no por falta de tratamiento, sino porque es demasiado arriesgado acudir a un centro de salud para recibir cuidados vitales".

"No obstante, Haití no baja los brazos", agregó el mensaje y advirtió de que, pese a los esfuerzos del primer ministro haitiano, Alix Didier Fils-Aimé, por restablecer la seguridad y asegurar el acceso a los cuidados esenciales, ello no es suficiente, por lo que es "imperativo reforzar la solidaridad internacional para apoyar al pueblo haitiano en este combate vital por su supervivencia y su dignidad".

Añadió que el Día Mundial del sida hace recordar "una verdad esencial: cada infección evitada, cada vida salvada es una victoria para la humanidad. Derribemos juntos las barreras de la desigualdad y demos a Haití la posibilidad de construir un futuro con salud, paz y esperanza".

Haití -el país más pobre de América y donde 5,4 millones de personas, la mitad de la población, sufre hambre aguda- está sumido en una crisis en todos los órdenes y vive en medio de la violencia de las bandas armadas que controlan en torno al 85 por ciento de la capital, Puerto Príncipe, y otras zonas.

Según datos de Naciones Unidas, el número de muertos en Haití por la violencia en lo que va de año es de al menos 4.544 y los heridos se elevan a 2.060, mientras que 2023 acabó con unas 8.000 víctimas entre fallecidos y heridos, cifras a las que hay que sumar los miles de desplazados que abandonan sus hogares en busca de lugares más seguros.