La historia de América Latina está "sembrada de caudillos", un pasado arcaico que ya no debería existir pero que persiste, incluso en el siglo XXI, según el escritor Sergio Ramírez, quien asegura que en el caso de Nicaragua "no podemos aceptar que el país esté condenado a repetir una y otra dictadura".
Ramírez, Premio Cervantes 2017, compartió este lunes estas reflexiones en un coloquio celebrado en las Cortes de Aragón – el Parlamento de esa región española- bajo el título "El escritor y la libertad de expresión" .
En su intervención, el nicaragüense aseguró que la imaginación se vincula necesariamente con la realidad que uno tiene frente a sus ojos y la suya, dijo, es "conflictiva" y "dramática", y a veces "mágica", por la "chispa" que da a la literatura la contradicción entre pasado y presente.
"Yo preferiría una realidad como la danesa o como la islandesa, donde la política tiene tanta normalidad que pasa desapercibida", señaló Ramírez (Masatepe,1942), "porque en esos países las elecciones se convocan y la gente vota, ve los resultados por televisión y todo el mundo amanece tranquilo trabajando".
Sin embargo, en América Latina "son verdaderas conmociones", porque a veces no se sabe si lo resultados se van a respetar.
Y, en su caso, confesó que no puede imaginar ser un escritor sueco o danés, porque su literatura es la de un país en el que la democracia ha sido la excepción al nacer bajo el "reinado" de Anastasio Somoza García, expresidente de Nicaragua y fundador de una dinastía en cuyo derrocamiento, participó en 1979. "Y hoy permanezco en el exilio por otra dictadura engendrada por esa revolución", añadió.
Según el escritor, la idea de la independencia en los países de América Latina surgió como un "gran sueño" reflejado en constituciones ejemplares, con libertades públicas, división de poderes y garantía de libertades ciudadanas, que contradecían la realidad, y esa contradicción entre lo que dice la ley y la realidad es lo que signa el siglo XIX en América Latina, se traspasa al XX y persiste a día de hoy.
En el caso de Nicaragua, su constitución no ha sido abolida, "sigue hablando de libertades, de derechos ciudadanos y de división de poderes, cuando las cárceles están llenas de prisiones políticos condenados por delitos extravagantes", como traición a la patria, conspiración para delinquir o lavado de dinero, solo por aspirar a un cambio democrático.
Ramírez sin embargo aspira a que la situación en Nicaragua cambie:
La clave del cambio en Nicaragua, indicó, tendrá que ser "de resistencia pacífica" con una salida que no sea "la entronización de un nuevo caudillo por la fuerza de las armas, un cambio que signifique la deposición de todo autoritarismo y el nacimiento de un gobierno de alternativa democrática en el que el voto popular determine quien tiene el poder en el país".
"Tengo no sólo la esperanza, sino la certeza de que la situación en Nicaragua se va a resolver dentro de mi propia vida, que ya es bastante decir", concluyó.