Estados Unidos y China reunieron hoy en Roma a altos representantes de ambos gobiernos para abordar, entre otras cosas, la guerra en Ucrania y apostaron por mantener "abierto" el diálogo pese al recelo ante una eventual ayuda rusa a Moscú.
El encuentro romano fue de alto nivel diplomático al sentar en torno a la mesa al asesor de seguridad nacional del Gobierno de Estados Unidos, Jake Sullivan, y el director de la Oficina de la Comisión de Asuntos Exteriores de China, Yang Jiechi.
La reunión tuvo lugar en un blindado hotel de la capital italiana, duró más de ocho horas -con pausa de hora y media para comer- a puerta cerrada y no hubo declaraciones ni rueda de prensa final.
Pero, más allá del valor del acercamiento, se vio sobrevolado por las sospechas estadounidenses de una supuesta petición de ayuda militar de Moscú a Pekín, que los aludidos niegan.
EL FOCO: LA GUERRA EN UCRANIA
Las conversaciones entre ambas potencias llegan tras casi veinte días de guerra en Ucrania, provocada por la invasión por parte de Rusia el pasado 24 de febrero, un conflicto que ha sacudido el orden internacional.
La Casa Blanca había anunciado a primera hora de la mañana que el objetivo era "coordinar una respuesta internacional fuerte y esbozar una estrategia de seguridad global" así como "discutir el impacto en la seguridad regional y global de la guerra rusa contra Ucrania".
Pekín sin embargo no aludió en su comunicado a Ucrania sino que aseguró que "el tema clave" era "implementar el consenso importante" alcanzado en la cumbre virtual de noviembre entre el presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo estadounidense, Joe Biden.
Aunque sí subrayó que en Roma también se "intercambiarían puntos de vista sobre las relaciones chino-estadounidenses y asuntos internacionales y regionales de interés común".
Tras la reunión, la Casa Blanca emitió un comunicado en el que, sin demasiado detalle, explicó que sobre la mesa se habían puesto "varios temas" bilaterales entre las dos potencias.
Además de repasar los contenidos de la cumbre bilateral del pasado noviembre entre Biden y Xi los diplomáticos afrontaron en Roma "una discusión sustancial" sobre el conflicto de Ucrania.
Y las partes, termina la nota estadounidense, "subrayaron la importancia de mantener abiertas las líneas de comunicación".
UNA SOSPECHA: ¿RUSIA PIDE AYUDA A CHINA?
Entretanto, la guerra continúa en Ucrania, donde las bombas han acompañado a la cuarta reunión entre los contendientes, pero el conflicto además se ha visto ensombrecido más si cabe por una sospecha: la supuesta petición de ayuda militar de Rusia a China.
El portavoz de Vladimir Putin, Dmitri Peskov, negó que se haya pedido ayuda a Pekín y lo mismo hizo la embajada china en Roma, que acusó a Estados Unidos de "difundir informaciones falsas" en su contra sobre la cuestión ucraniana".
"La posición de China sobre la cuestión ucraniana es coherente y clara. Siempre hemos desarrollado un papel constructivo apoyando la paz y promoviendo las negociaciones", publicó en Twitter.
Y agregó: "El deber más urgente en este momento es ejercer la moderación y reducir las tensiones en vez de añadir gasolina al fuego para promover una solución diplomática".
En cualquier caso desde Washington llegó una advertencia: Pekín puede "hacer más que cualquier otro país" para poner fin a la invasión rusa, pero si ayuda al agresor "habrá consecuencias", avisó el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price.
El papel que se espera de China es el de la mediación, por su relación con el régimen del presidente ruso, Vladimir Putin, para aminorar los vientos del conflicto.
El profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea, Fréderic Mertens de Wilmars, considera que China está más interesada en no decantar la balanza para no correr el riesgo de aislarse del resto del mundo industrializado.
Porque "China sin la economía no es China", dijo Mertens a Efe.
"Estamos en un punto límite en el juego de equilibrio que hace China, que no condena a Rusia, no critica la invasión, pero al mismo tiempo pide a Rusia que contenga su fuerza", explicó, después de apostar por "puntos de encuentro" entre Pekín y Occidente.