Desde hace 18 años, cada 12 de octubre, organizaciones culturales, de activistas cívicos y académicos, sobre todo de las ciencias sociales y de las humanísticas, se reúnen en plazas y espacios históricos para reflexionar sobre lo ocurrido en la isla tras la llegada de los europeos en 1492.
Se trata de personas que sostienen una visión crítica sobre lo que durante muchos años se llamó el "descubrimiento", luego "encuentro de dos culturas" o la "conquista". Estos ciudadanos prefieren hablar de "invasión", "esclavización de los pueblos originarios", "genocidio" o "imposición imperial".
Son dos visiones sobre un hecho histórico. Cada quien tiene derecho a pensar y a expresar lo que considere adecuado sobre lo ocurrido hace más de 500 años.
Sin embargo, de buenas a primeras unos grupos de ultraderechistas pretenden convertirse en los más defensores de la parte hispana de nuestra historia, y borrar todo lo indígena y africano, como si nuestro pueblo solo descendiera de los europeos. Los dominicanos no somos indígenas, no somos africanos ni somos europeos, sino descendientes de los tres.
Los negadores de lo africano y de lo indígena tienen derecho a sostener su punto de vista, pero no a imponerlo ni mucho menos a utilizar la violencia contra quienes no coinciden con su particular concepción de la historia.
No son más que peligrosas bandas violentas, cuyas prácticas son contrarias a la Constitución y a las leyes en general. Se trata de gente incapaz de reflexionar o razonar.
Este miércoles una banda violenta impidió por la fuerza que en el parque Colón se llevara a cabo una presentación artística alegórica a la fecha. Una persona fue golpeada y herida.
Lo más escandaloso es que una patrulla policial se presentó al lugar, pero no impidió que los fanáticos violentos se impusieran e impidieran el ejercicio de un derecho garantizado por la Constitución. Y además, los policías obligaron a los artistas y a quienes los acompañaban a desistir de la presentación.
Lo ocurrido el miércoles alrededor del monumento a Cristóbal Colón, en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, es un peligroso atentado a la libertad y al derecho de toda persona a protestar libremente, de manera pacífica, y a reflexionar sobre hechos históricos de su país.
Los grupos de fanáticos que se pretenden representantes de ideas patrióticas y nacionalistas, pero que se visten con uniformes que imitan los de las huestes de Mussolini y de Hitler (¿acaso el nazismo y el fascismo son dominicanos?), no son más que peligrosas bandas violentas, cuyas prácticas son contrarias a la Constitución y a las leyes en general. Se trata de gente incapaz de reflexionar o razonar.
Corresponde a las autoridades actuar a tiempo y poner fin a los desmanes de estos enemigos del respeto, de la conviencia pacífica y de la libertad.