El agravamiento de la crisis en el Medio Oriente, ahora con las tensiones y violencia en marcha entre Irán e Israel, más los ataques de Israel contra El Líbano, ponen sobre las potencias una gran responsabilidad para evitar una escalda mayor del conflicto de Israel con la Franja de Gaza y la Autoridad Nacional Palestina.

Rusia, que ya invadió Ucrania y que mantiene una guerra por conquistar más territorio ucraniano, está metida de cabeza en el conflicto en el Medio Oriente. Y es muy posible que colabore en operaciones militares, lo que incrementará las tensiones en esa región y podría extenderla a otras zonas sensibles. En Asia, y en particular en Indonesia, acaba de producirse una rebelión popular que ha llevado a los militares al poder. Comenzando la semana ha ocurrido una caída muy fuerte de las bolsas de valores en todo el mundo occidental, de casi 3 trillones de dólares.

China y Rusia siguen hermanados en operaciones específicas, frente a los Estados Unidos y Europa, que actúan juntos en algunos conflictos.

Estas tensiones mundiales, más las elecciones en los Estados Unidos, podrían tener un efecto dinero sobre el desenlace en Venezuela, en donde el presidente Nicolás Maduro ha protagonizado un fraude inaudito en las elecciones del pasado 28 de julio. Fue un golpe durísimo a la democracia, y no hay forma de que ese régimen pueda justificar que Nicolás Maduro “ganó las elecciones presidenciales”.

Estamos ante un debilitamiento de los organismos multilaterales que defienden o debían defender la democracia. La Carta Democrática Interamericana, aprobada por la asamblea de la OEA en Perú a principio de este siglo, no ha podido ser enarbolado en procura de evitar un fraude nauseabundo del proceso electoral. Una reiteración de pasados fraudes contra la participación popular en las elecciones.

Naciones Unidas ha emitido una petición, bastante consensuada para que las autoridades de Venezuela den a conocer las actas del proceso electoral en la que muestren que realmente Nicolás Maduro ganó las elecciones.

Todos sabemos que eso no será posible y que la ONU no podrá hacer nada para presionar a que las actas puedan ser conocidas. A las autoridades de Venezuela no les importa la transparencia de su elección, y mantendrán con la fuerza el mando del gobierno bajo su control.

Si no hay organismos internacionales con fuerza de presión o de convencimiento, si no hay actores válidos que puedan mediar y conducir a Venezuela a un régimen de respeto democrático, si no hay países con solidaridad y responsabilidad en el escenario internacional, si las potencias están implicadas en otras preocupaciones, Venezuela corre el riesgo de padecer más la desintegración, la emigración y la destrucción de sus fuerzas productivas.

Racionalidad, serenidad, prudencia, ánimo de concertación son factores que pudieran ponerse sobre la marcha, para conducir a Venezuela a un acuerdo que evite la violencia, la represión, la ausencia mayor de libertades.

Hay muchos elementos en juego a nivel internacional, y la proclamación de Edmundo González Urrutia como presidente alternativo no es inteligente ni conduce a ningún pacto. Repite un esquema del pasado que dividió más a la oposición, ante el fraude electoral patrocinado por Nicolás Maduro en 2018.

La lucha de los venezolanos por su libertad, su prosperidad y por su patria, es una lucha justa. Ya hay más de 8 millones de venezolanos que han migrado huyendo del régimen de Nicolás Maduro. Una tragedia que esa dictadura no toma en cuenta, ni la asimila como parte del rechazo colectivo que tiene.

Apostamos por una concertación y una transición que no implique violencia, guerra civil o gobiernos de dos cabezas en Venezuela.