Donald Trump ha jurado este lunes como presidente numero 47 de los Estados Unidos de America. El magnate fue también el presidente número 45, fue derrotado en su intento de reelección en 2020, y ahora regresa fortalecido.

Le ha tocado encabezar la ceremonia de instalación más hostil hacia un presidente saliente, Joe Biden, quien ha sido testigo de las palabras más duras sobre su alegada ineficacia y el supuesto desastre como gobernante de la hasta ahora mayor potencia económica y militar del mundo, y el país que se considera a sí mismo como la mejor y más longeva democracia.

Donald Trump pronunció un discurso breve, de apenas 30 minutos, en el que dijo muy claramente que emitiría desde este primer día -que llamó el “día de la libertad y la independencia”- numerosas órdenes ejecutivas para echar atrás las políticas de su antecesor que calificó de destructivas y corruptas.

Nadie debe olvidar que Donald Trump ganó las elecciones de forma aplastante y con gran apoyo popular. No sólo ganó la presidencia y la vicepresidencia, sino que obtuvo el control del Senado y la Cámara de Representantes, y además ganó la mayor parte de las gobernaciones y sus seguidores le dieron el triunfo en consultas sobre temas conservadores, asociados al pensamiento de Trump. El ya instalado presidente controla la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, y bajo su mandato se encuentra el ejército más poderoso y tecnológicamente equipado del mundo.

Donald Trump, aliado a súper ricos del ámbito tecnológico e industrial, prometió hacer grande America. No pondrá obstáculo a que se continúen fabricando vehículos tradicionales, de combustibles fósiles, y no observa con entusiasmo la fabricación de vehículos eléctricos. De paso, anunció la explotación petrolera más importante de toda la historia y ordenó la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, convenido dirigido a reducir el calentamiento global.

Ha prometido bajar los impuestos las grandes corporaciones a  los multimillonarios, imponer castigos arancelarios a países amigos y a los considerados no amigos, a menos que sean obedientes a los nuevos dictados del líder que se acaba de instalar en la Casa Blanca. Trump no es sólo y dirigente del Partido Republicano, como lo han sido otros. Es un líder y autócrata que impone a ese partido sus decisiones, y que cuenta con muchísimo más poder político que la organización que le ha respaldado en dos ocasiones para llegar a la Casa Blanca.

Ha dicho que la era dorada de Estados Unidos ha llegado con él. Está claro que será mucho más radical que lo que fue en su primera gestión presidencial. Su plan era muy claro, en el sentido de lo que ha llamado y reiterado para propios y extraños: “America First”. Y pretende, según sus propias palabras, hacer respetar a los Estados Unidos, nación a la que promete hacerla más grande, más poderosa, más respetada.

Sus primeras decisiones no dejan lugar a dudas de cómo será este cuatrienio:

Emergencia nacional, declarada de inmediato en la frontera sur de los Estados Unidos, con México, para comenzar a devolver a millones de extranjeros, a quienes califica de delincuentes. Anuncia el envío del ejército para que ser hagan cargo de aplicar la política migratoria que denominó “Quédate en México”.

Las tropas tendrán que repeler la migración a través de México, y de paso a los cárteles criminales, a los que definió como organizaciones terroristas.

Recuperará una ley de hace casi 200 años para aplicarla a los que considere enemigos de los Estados Unidos, y defender su país de amenazas e invasiones.

Como ya había dicho, ha repetido en su breve discurso, sin mucho formalismo, que aplicará aranceles a los productos de otros países para proteger a los industriales y productores estadounidenses. Esta medida tendrá especial efecto sobre el mercado de automóviles.

Para los medios no vienen cosas buenas. Pasan de árbitros a espectadores. Donald Trump anunció que de inmediato firmaría una orden ejecutiva o decreto para “acabar con la censura”, a tono con lo decidido por la empresa Meta recientemente, y supuestamente para promover la libertad de expresión. O sea, no habrá límites para decir cualquier cosa a través de las llamadas redes sociales y otros medios no tradicionales.

Otra orden ejecutiva anunciada es que en Estados Unidos sólo se reconocerán oficialmente dos géneros: Hombre y mujer.

Prometió también medidas sobre asuntos étnicos, las cuales no explicó con detalles, para que supuestamente no se divida más a los estadounidenses. También se permitirá que los soldados que fueron despedidos de las Fuerzas Armadas porque se negaron a vacunarse, sean reintegrados, y prohibirá que las personas transgénero puedan ingresar a la carrera militar.

Otra polémica medida anunciada por Trump es que a partir de este martes el Golfo de México deberá llamarse Golfo de América. Todo muy atropellante, de menosprecio a México, que ha dado nombre a ese golfo desde hace más de 400 años.

Y más terrible aun, que Trump anunciara que procederá a “recuperar” el canal de Panamá, bajo los alegatos de que el gobierno panameño cobra muy caro el derecho a navegación a las embarcaciones estadounidenses y que supuestamene China controla el canal, lo que a su juicio es una violación a los acuerdos de entrega del canal a los panameños.

Por lo visto, por el discurso del nuevo presidente de los Estados Unidos, el mundo no será a partir de hoy más seguro ni más democrático. Será un mundo marcado por la personalidad de Trump y el poder avasallador de los Estados Unidos. Y eso no es lo que el mundo multipolar representa.

Desde hoy el mundo es diferente, y quien lo gobierna se siente destinado por Dios para salvar el mundo en el que Estados Unidos es primero.

Ojalá que Dios también se acuerde de los demás países y los proteja.