La explicación ofrecida por el presidente Luis Abinader a la Asamblea General de las Naciones Unidas, este miércoles, fue un resumen claro y preciso de los problemas vinculados con la administración del agua entre los dos países, y una manifiesta expresión de solidaridad con la democracia en el vecino país, al margen de las diatribas y desconsideraciones de que ya está siendo víctima nuestro presidente en la sociedad y la población haitiana.
Con este discurso del presidente Luis Abinader se ha producido un escalamiento con el tema haitiano, que ha llegado a la esfera internacional a través de la Asamblea General de la ONU, sin obviar que nuestro presidente ofreció total apoyo al reclamo del presidente norteamericano, Joe Biden, para que la ONU apruebe una resolución brindando apoyo logístico y militar para que Haití controle su crisis institucional y de violencia vandálica.
Poco a poco los haitianos han ido colocando a Luis Abinader como su objetivo a derrotar, partiendo de esta crisis por el río Dajabón. Con el cierre de las fronteras ya es una demanda social y política haitiana que Luis Abinader sea derrotado. Todo su empeño y su esfuerzo, incluyendo a Ariel Henry y a los políticos haitianos, es culpar al presidente Abinader de su desgracia. Y lo hacen atribuyendo violaciones a los derechos humanos, deportaciones abusivas, amedrentamiento en la frontera y amenazas como el de la “crónica de una muerte anunciada”.
Sin embargo, se unen contra Luis Abinader -y de paso contra República Dominicana– y no se unen para salir adelante con un proyecto de país, con una democracia, y con instituciones que les saquen de la miseria, la violencia, las injusticias y un sistema político infuncional.
De los 22 minutos del discurso de Luis Abinader, los últimos 8 estuvieron dedicados a explicar y tratar de convencer a la comunidad internacional que Haití necesita ayuda. Parece una perogrullada, pero el temor del gobierno dominicano es que la comunidad internacional mantenga su desinterés, porque los haitianos no reaccionan con resultados positivos, ni dan señales de ponerse de acuerdo en un pequeño pacto democrático, y el único país que sufriría las consecuencias de la continuidad y agravamiento del desmadre haitiano podría ser la República Dominicana.
Haití no solo sufre una tragedia medioambiental, dijo Luis Abinader, también puede ser una terrible amenaza social y política para la región. Recordó sus palabras de hace dos años en la Asamblea General de la ONU, hoy casi convertidas en realidad.
Y dio paso a informar sobre el tema del río Dajabón o Masacre y la sin razón haitiana de violar el pacto binacional de 1929, sobre las aguas de este y otros ríos en la frontera dominico-haitiana.
Advirtió que el problema con el río “ya ha derivado en una delicada animosidad a ambos lados de la frontera”. Y debió anotar que los haitianos ahora parecen unirse para denigrar al presidente del vecino país, que ha sido receptor de miles de sus compatriotas, y que ha tratado de poner orden en las relaciones bilaterales.
Es importante que el presidente Abinader haya aclarado lo siguiente: “No tenemos, ni deseamos ni buscamos una confrontación con el pueblo haitiano, pero sí estamos enfrentando a los actores incontrolables que mantienen la inseguridad en Haití por sus intereses particulares, y que ahora conspiran también contra la estabilidad de su gobierno y la seguridad de los recursos hídricos”.
El presidente Abinader lo sabe y lo está sintiendo, y nos luce que merece el apoyo de todos los sectores nacionales, el problema con Haití ha escalado a un plano de mayor gravedad. Apostamos al diálogo, debemos impulsar el diálogo. Haití no ha detenido la construcción del canal, y ahora con el anuncio de apoyo económico del grupo violento G9, es más grave la situación.
“Sin lugar a duda, el problema de Haití ya no está en Haití, está en manos de la comunidad internacional. Por esta razón respaldamos firmemente la postura responsable del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, expresada ayer desde esta misma tribuna y que nosotros vamos a repetir ahora: el Consejo de Seguridad tiene que autorizar de forma urgente la misión de seguridad respaldada por la ONU”, dijo Luis Abinader.
Fue clarísimo el llamado del presidente dominicano al Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, para “redoblar sus esfuerzos por lograr el despliegue inmediato de la fuerza multinacional en Haití. Hacemos también un llamado al Consejo de Seguridad a aprobar dicha resolución, ¡Ahora! Porque el tiempo se agotó”.
Tal vez a los haitianos les disguste este pedido. Pero fue su propio primer ministro quien hizo la solicitud y luego la reiteró. Lo que ha hecho Luis Abinader es respaldar a Haití en su reclamo de apoyo para obtener seguridad y democracia.
Los dominicanos hemos sido y seguiremos siendo solidarios con los haitianos. No hay forma de que esa alianza de los dos pueblos siga produciéndose, porque somos parte de una misma isla, y nuestra frontera física es parte de las identidades de cada pueblo.
“Quiero reiterar nuestra solidaridad con el pueblo haitiano, pero sin olvidar que nuestra principal responsabilidad es defender los intereses del pueblo dominicano. Así lo hemos hecho siempre, así lo hacemos, y tengan por seguro que así lo seguiremos haciendo, porque no hay ni habrá nunca solución dominicana al problema haitiano”.
Aunque para algunos haya tenido el sonido y la definición de “advertencia”, lo que dijo el presidente es que no quiere volver a repetir en una asamblea general de la ONU que Haití ha seguido hundiéndose en su crisis, sin la atención responsable de la comunidad de naciones de la que formamos parte.
“No esperemos a que la próxima advertencia sea crónica de una tragedia anunciada. Que este momento, en el Septuagésimo octavo periodo ordinario de sesiones de la Asamblea General, marque un renacimiento en nuestra determinación colectiva para forjar un futuro más seguro, inclusivo y sostenible para Haití y para todos”.
El escalamiento de esta crisis, implica nuevos problemas entre los dos países. Y esto agravará en la medida que Haití carezca de gobierno que sea interlocutor real del gobierno dominicano.