La semana que acaba de concluir hubo un debate sobre el uso de inteligencia artificial en los medios de comunicación social, incluyendo los nuevos medios y los llamados tradicionales.
La Asociación de Bancos (ABA) y la firma Mediáticos, como patrocinadores, colocaron como cuestión central un panel entre periodistas, productores de contenidos y educadores titulado “Entre algoritmos y titulares: Ética y Oportunidades en el periodismo con Inteligencia Artificial”.
Muy valioso este esfuerzo, y la perspectiva de que los periodistas se mantengan abiertos a la posibilidad de crear contenidos con software de inteligencia artificial que deberán ir perfeccionando la posibilidad de redactar notas en cualquier género periodístico, y hasta de producir comentarios editoriales, que pudieran sustituir al fundamental protagonista de la publicación de contenidos en los medios, que son los profesionales del periodismo.
Habría que adelantar que la creación, lanzamiento y fortalecimiento de las redes sociales ha sido un exquisito momento para minimizar el impacto del periodismo, de la hegemonía del dato, de la verificación obligatoria y necesaria, para el trabajo de los medios, y crear plataformas en las que la emoción, el sensacionalismo, la perspectiva particular y directa de las personas, sin deontología ni técnicas, comenzaron a sustituir el esfuerzo de los profesionales del periodismo.
El debilitamiento de los periodistas y de los medios ha ido de la mano con la pérdida de la identidad y la independencia del mundo tradicional periodístico.
Los políticos de la derecha comenzaron ese esfuerzo, se aliaron con las redes, y por eso hoy día la llamada verdad alternativa, el bulo, la mentira, la distorsión y la ausencia de datos han ganado tanto espacio. Nada importante, relacionado con la verdad, es relevante, lo que realmente importa es que millones de personas en X, en Youtube, en Instagram o el Facebook dan sus likes a las publicaciones de imágenes, vídeos o contenido que sustentan un comportamiento díscolo, disruptivo, y que ya nada importa sobre cuestiones fundamentales como la democracia, la transparencia, la equidad, el sentido de justicia. Todo es el estilo Trump, Bolsonaro, Milei, Orbán, y de tantos exponentes de las posiciones esquizofrénicas de la ultraderecha, validando las posiciones más irracionales y alejadas de los valores de la justicia, la dignidad y la transparencia.
Hoy día el periodismo es un ejercicio y una industria que pierde influencia, que no influye tanto en la agenda de cada país, como lo hacía antes, y que ha entregado -involuntariamente- parte de su poder a unos productores independientes de informaciones que son personajes fantasmagóricos, delirantes, que ensamblan su vida personal con las cuestiones de relevancia política y religiosa, y que se meten a ensalzar las manifestaciones de la ultraderecha como si se tratara de participar en una colecta para un sancocho de un barrio de la zona norte de la capital.
Vale la reflexión sobre la inteligencia artificial y el periodismo, sobre ensamblar las salas de redacción con las plataformas que ahora generan notas periodísticas e informativas sin la participación de seres humanos. Sin embargo, la cuestión esencial del debate de hoy sobre los medios es la cuestión democrática y la sobrevivencia de las empresas periodísticas, que mantuvieron durante siglos una ética en favor de valores y principios democráticos, y que hoy comienzan a administrar unas redes sociales y unos protagonistas generadores de contenidos, independientes, individuales, que carecen absolutamente de parámetros de verificación y de vocación de servicios.
Mientras los medios tradicionales cierran operaciones, reducen influencia y presencia, mientras se crean islas o vacíos informativos, se potencian unas redes sociales que carecen de vocación de servicio y de apego a la verdad. Ese es el gran dilema.
¿Cómo van a sobrevivir las empresas periodísticas tradicionales, cada vez más desamparadas publicitariamente, mientras el mundo oscuro y hasta inentendible de las redes genera cada día más poder y más ganancias? No hay respuestas a esta pregunta. Nadie la tiene, lamentablemente. Vamos camino hacia la extinción del periodismo comprometido.