La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) ha sido cerrada temporalmente, para revisar sus programas y decidir las nuevas políticas de cooperación del gobierno de los Estados Unidos, bajo el mandato de Donald Trump.

Todo lo relacionado con equidad de género, lucha contra el cambio climático, contra la pobreza, por los derechos de las minorías, las mujeres, contra el VIH, contra las infecciones de Transmisión Sexual, atención a las discapacidades ha quedado fuera de la atención y del presupuesto norteamericano.

En el caso de la República Dominicana son muchas las ayudas que se cierran, y las comunidades y organizaciones que tienen la obligación de clausurar proyectos y programas, incluyendo entidades estatales, organizaciones de la sociedad civil, grupos comunitarios, y organismos como Policía Nacional, Defensa Civil, CONANI, entre otras igualmente ven lesionados sus proyectos.

La forma del cierre de USAID no puede ser más violenta y desconsiderada. Calificada por Elon Musk y por el presidente Donald Trump como una agencia criminal  y como una entidad gobernada por comunistas enemigos de los Estados Unidos.

Esa agencia patrocinó en la República Dominicana las investigaciones sociodemográficas y mediciones de pobreza, desigualdad, género, trabajo, familia, que se publicaron en las muy ricas Encuestas Demográficas y de Salud (ENDESA), y que servían al Estado, a los organismos descentralizados y a las organizaciones comunitarias y de la sociedad civil. USAID también financió, a través de la PUCMM, las encuestas de cultura política en la República Dominicana, y propició el fortalecimiento de la democracia a través de programas que se ocupaban de incidir en los puntos débiles del sistema de transparencia.

La lucha contra la corrupción recibió un valiosísimo apoyo de USAID, con la promoción de leyes como la de Compras y Contrataciones, y la promoción de leyes con nuevos controles sobre la gestión pública. Promover este tipo de actividades es lo que Trump, Musk y Marco Rubio llaman “promoción de actividades comunistas y contrarias a los intereses de los Estados Unidos”.

Se trata de la soberanía de Estados Unidos para decidir sus propias políticas de cooperación con el mundo que le circunda y del que se sirve. Si desean dar un portazo y cerrar USAID por ser de extrema izquierda, es su voluntad y tienen que hacerlo de acuerdo con las leyes de su país. Ellos sacarán sus propias conclusiones de cómo han decidido echar al zafacón de la historia el trabajo honesto y bienhechor de tanta gente buena, en particular en países de gran necesidad de datos y de apoyo, como los africanos.

En gran parte de América Latina y el Caribe terminarán las investigaciones sociodemográficas que tantos aportes hicieron para enfrentar la desigualdad y la pobreza. Y para conocer y trabajar con algunas luces los temas de salud.

De una acontecimiento negativo, se puede dar paso a otro positivo. Veamos:

América Latina y el Caribe tiene el desafío de hacer sus propias reflexiones sobre la actualidad de las relaciones con el gobierno de EE.UU. Los gobiernos de la región no han destinado recursos para recibir apoyo de las comunidades y de las organizaciones de voluntarios, comunitarios, cuentistas sociales e investigadores. Haría falta mirar esas debilidades y comenzar a destinar recursos propios para que esos programas continúen.

Depender de los fondos del imperio norteamericano para enfrentar inequidades y debilidades nuestras no es algo positivo. Estados Unidos teme fundamentalmente a la influencia de China, en la competencia global por los mercados, por la tecnología, la inteligencia artificial y muchos otros aspectos de la gobernanza general.

Países como México, Brasil, Colombia, en los intercambios regionales, o a través de agencias del sistema de Naciones Unidas, bien pueden destinar fondos para que los programas abandonados por la USAID no pierdan fuerza, puedan continuar y sustituir el apoyo que se recibía de la cerrada agencia de los Estados Unidos.

Otra posibilidad es que, a través de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), que reúne a todos los gobiernos de las Américas, excepto a EE.UU y a Canadá, los gobiernos dispuestos destinen fondos y organicen una agencia de cooperación regional.

Esa agencia, sin necesidad de los aportes de EE.UU, podría atender necesidades específicas en los países que la conformen, incluyendo las investigaciones sociodemográficas y el apoyo para reducir y eliminar las ITS, VHI y otras lacras que aún se mantienen, así como apoyo a las minorías y reducción de las inequidades.

Otras ideas sobre el particular podrían ser válidas, y de paso se desecharía cualquier apoyo ideologizado que se quiera ofrecer desde cualquier nuevo mecanismo de apoyo al mundo no desarrollado o a la región, para sustentar el trabajo con el propio esfuerzo, con el sudor de la frente de los latinoamericanos y caribeños.