Volviendo a leer las palabras del filósofo canadiense Jean Grondin, acerca de la hermenéutica como sensibilidad en el panorama del pensamiento actual, me motivó a retomar ciertas ideas que también aparecen en muchos otros autores. Algunas de estas nociones suelo compartirlas cuando me toca hablar, escribir o explicar qué es eso que llamamos hermenéutica en la filosofía contemporánea. Así que, estimado lector, escribo este artículo para el público no especializado, aunque más o menos informado e interesado en estas cuestiones académicas.
A continuación, comparto con Josef Bleicher la tesis fundamental de su ensayo Contemporary Hermenutics (1983) que indica que ella puede verse como una filosofía, como un método y como una crítica. Estoy más interesado en la primera sin rechazar las otras dos, porque pienso que representa una perspectiva fundamental que ha impactado en diversos campos del conocimiento desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.
Es cierto que todos aquellos que se dedican a esta línea de indagación no comparten los mismos criterios. En efecto, uno de los hándicaps de la hermenéutica es su dispersión o fragmentación. Hasta el punto de que Gianni Vattimo en los años noventa lo expuso como su reto principal y esperaba ver el día de superar este carácter de indefinición. A pesar de ello, la filosofía hermenéutica se ha enriquecido y diría que a llegado a amasar líneas comunes que hoy ya podemos apreciar.
Una de ellas es que su virtud es librarnos de la obsesión objetivista del método; esa obcecación fanática por las reglas o la creencia de que existe un método verdadero para llegar a la verdad, tesis que Georg Gadamer destroza de forma magistral en su gran obra Verdad y método publicada en el 1960, texto que renueva la problemática insuflándole nuevos componentes.
Aunque desde sus inicios fue entendida como el arte de la interpretación de textos y significados, desde un punto de vista filosófico, la hermenéutica puede entenderse como una forma de enfocar la actividad de la interpretación y la existencia humana. Ella despliega una ontología – doctrina sobre el ser- que enseña que varias interpretaciones son siempre posibles. De hecho, esta pluralidad forma parte de su ADN, aunque el punto está en conocer cómo podemos gestionarla, o sea, cómo “administrar” el llamado conflicto de las interpretaciones, como una vez le llamó Paul Ricoeur.
Si alguien me preguntase por dónde empezar a estudiarla, diría que por la palabra misma. Hermenéutica, del griego herméuein, significa el arte de la interpretación, la capacidad de transmitir mensajes, de aclararlos, de recobrar sus sentidos para otros. No es casualidad de que el símbolo que se le atribuya sea la figura de Hermes, dios de la mitología griega antigua cuya misión era llevar el mensaje de los dioses a los hombres y mujeres. Como tampoco es casual que todos los grandes hermeneutas dan importancia al lenguaje con el objetivo de tener acceso a determinadas realidades.
Pese a que ya existía en el vocabulario griego como hicimos referencia, ‘hermenéutica’ es una palabra cuyo uso es moderno. Apareció por primera vez en 1665 en la obra titulada Hermeneutica sacra sive methodus exponendarum litterarum del filósofo y teólogo alemán Johann Conrad Dannahuer. Hoy podemos asegurar, que la hermenéutica se presenta como un valioso enfoque filosófico, metódico y crítico que permite comprender diferentes fenómenos y textos en contextos. Su punto de anclaje se basa en la idea de que la interpretación es fundamental para la construcción del conocimiento.
La interpretación debe ser más que observar. Responde a la voluntad de dar sentido a toda la información que recibimos. No obstante, es necesario establecer una conexión con nuestros conocimientos previos con el fin de generar nuevos significados. La hermenéutica nos brinda las herramientas necesarias para llevar a cabo esta interpretación de manera rigurosa y sistemática, lo que nos permite profundizar y enriquecer nuestro conocimiento del mundo.
En última instancia, la hermenéutica se caracteriza por ser una nueva sensibilidad que invita a comprender el mundo de una manera más reflexiva. Esta sensibilidad significa estar dispuesto a entender y conectar emocionalmente con las experiencias de los demás. La hermenéutica nos ayuda a entender las palabras y los hechos desde una perspectiva empática y compasiva. Como Vattimo señaló en una ocasión, se trata de una actividad de amor por lo que es y lo que ya no está presente con nosotros.