«Las mujeres no lloran, las mujeres facturan» es una frase  de una canción de desquite o  despecho que interpreta Shakira. Tanto la canción como la frase se hicieron virales (675 millones de reproducciones en menos de  un año, más de tres millones por día en el primer mes).  La canción ya no se escucha tanto, pero la frase sigue de boca en boca. Esa frase es tan popular  porque recoge y expresa el sentir de la época, una época signada por la facturación como criterio de éxito y validez. No es que descarte la facturación como uno de los criterios de éxito, de validación y de trascendencia. Lo que impugno es que se asuma que toda facturación es legítima, Porque de ser así, nada de criticable tendría el narcotráfico, la política basada el clientelismo, los negocios fraudulentos, la publicidad engañosa, los discursos demagógicos, y las conductas escandalosas.

La facturación como criterio de éxito, de validación y de trascendencia explica que las y los adefesios llamados exponentes urbanos sean valorados como súper estrellas;  que  Bad Bunny fuera el compositor del año en 2020; que Tokischa fuera invitada de honor en 2022 para lanzar la primera bola en el Citi field en un juego entre Mets de Nueva York y Padres de San Diego; y peor aún, que la misma Tokischa fuera invitada por el congresista estadounidense de ascendencia dominicana Adriano Espaillat para que representara a la mujer dominicana en el capitolio o congreso de Estados Unidos. Eso es demasiado. Ustedes se imaginan qué insulto a la mujer dominicana, que  que su «representante»  sea una exponente de la cultura porno. En principio, se podría pensar que en RD hay una escasez de mujeres decentes trascendentes. Pero ese pensamiento está muy lejos de la realidad.  La menos notable de las  sesenta mil maestras  o de las más de cinco mil médicas dominicanas dominicanas, tiene más méritos para representar a la mujer dominicana que la archifamosa y súper exitosa artista porno.  Por no mencionar a mujeres de renombres como Edith Febles, Rosario Espinal, Kathleen Martínez, Margarita Cordero, Carmen Imbert Brugal, Jeannette Miller, Ángela Hernández, Soledad Álvarez, Emilia Pereyra, Ylonca Nacidit Perdomo; Celsa Albert, etc.).

Tokischa.

En el ámbito de la farándula, la situación es peor. Solo  facturación como criterio de éxito, validez y trascendencia  puede explicar que Jailín, que ni canta ni escribe ni baila ni actúa fuera nominada a los premios Soberanos; y que Esmerlin Santiago Matías (Alofoke) fuera invitado de honor de la serie del Caribe para lanzar la primera bola en el juego RD-Curazao. (Por cierto, la cadena de transmisión de digital 15 encabezada por José Antonio Mena y Rafael Díaz tuvo la decencia de ni siquiera mencionar ese episodio, a pesar de que estaban comentando desde unos 15 minutos antes de comenzar el juego). ¡Cómo han cambiado las cosas en tan poco tiempo! Recuerdo que en en 2018, le dedicaron el torneo de béisbol profesional al licencia Leonardo Matos Berrido; y que este tuvo que renunciar a ese honor por la hola de protesta que se levantó, debido a que ese señor fue acusado de asesinar a su esposa movido por los celos. Uno se pregunta: ¿Qué cambio de mentalidad tan radical se ha dado en solo un lustro para que en el ámbito del béisbol se impugne a una persona (con sobrada razón) por un crimen pasional y se aplauda a representantes de la depravación y la degradación, como Tokischa y  Esmerlin Santiago Matías?

 El nuevo humanismo debe ser el contrapeso a la industria de la indecencia y su exitosa facturación.

El mismo criterio de la facturación explica que políticos que dicen ser decentes comparezcan en tribunas que lo más decente que hacen es acusar de felación (claro con las palabras más soeces que uno se pueda imaginar), invitar  hacerle sexo a la progenitora de sus adversarios y lanzar improperios en formas airadas contra quienes osan criticar al dueño de la empresa de la indecencia. Por ejemplo, Miguel Vargas Maldonado, Gonzalo Castillo, Hipólito Mejía, Leonel Fernández (¡pobre Juan Bosch!) y Luis Abinader han asistido al programa Alfoke, el más asqueante y exitoso de todas las pornografías, indecencias y excrecencias que saturan las redes sociales. Y todo en honor a la divina facturación. Se dirá que exagero, que en política se hace lo que conviene; pero debe haber un mínimo de decencia.

Si todo este muladar reinante en las redes sociales tiene tan alta facturación es porque la población la consume con fruición. Sé que no todo está perdido, que hay una fracción de la juventud enfocada en los estudios como criterio de éxito.

La facturación como criterio casi exclusivo de éxito, de validación y trascendencia es una perversidad. Primero porque legitima las prácticas más abominables; segundo, porque desestimula los emprendimientos legítimos basados en el paradigma ganar-ganar, como los estudios, la escritura, la investigación, la promoción cultural, etc.; y tercero, porque envilece y empobrece la cultura.

Toda esta perversión que satura las redes sociales, y que está pasando a la radio, a la televisión e incluso a las aulas  nos podría conducir una sociedad distópica. Solo una educación basada en el humanismo puede evitarnos de esa tragedia. Creo que la educación es nuestra única esperanza. Desde las aulas debemos formar una nueva generación. Para que las aulas sirven de canteras de una nueva generación de personas decentes, todas y  todos, los y las agentes del  proceso docente: autoridades, profesores y estudiantes tenemos que asumir  una nueva filosofía, que sirva de antídoto a la infiltración en las aulas de la facturación como criterio de éxito, de validación y de trascendencia; y sobre todo, que sirva acicate y faro de luz al trabajo de docente.  Esa nueva filosofía es el nuevo humanismo.

El nuevo humanismo debe ser el contrapeso a la industria de la indecencia y su exitosa facturación. Un nuevo humanismo que se debe enseñar  no solo como discurso, sino, y sobre todo, como práctica. Eso implica que los y las docentes de todas las asignaturas lean y hablen más de libros y de experiencias culturales; que implementen métodos y estrategias docentes de metacognición; que prediquen con el ejemplo; que no toleren los fraudes académicos; que practiquen la crítica, la autocrítica, el respeto y la solidaridad; y que valoren más el pensamiento crítico que la simple reproducción de datos.

En el ámbito de los estudiantes, el nuevo humanismo implica que estos  lean más libros;  vean más películas de calidad y videos culturales y de sus carreras; que  asistan a eventos culturales; que abandonen el copey paste como método de estudio y los chatbots como herramienta de fraudes; que  escriban ensayos en todas las carreras;  que aprendan a evaluar en base a criterio de verdad válidos; y que asuman el conocimiento, la calidad académica  como criterio de legítimo éxito trascendencia.