Que a final de cuentas el “destino y la circunstancia” determinen la existencia humana, tal como lo expresara el Dr. Joaquín Balaguer a su amigo y escritor Cándido Gerón, ha de suponer que la ideología y las acciones políticas del sujeto histórico estarían condicionadas por los vaivenes inexorables del azar. En efecto, así las cosas, el déspota ilustrado quedaría enteramente absuelto de toda responsabilidad moral durante su oscuro pasado de cortesano trujillista y su régimen de terror de los doce años.
Sin embargo, la “enigmática figura” del Dr. Joaquín Balaguer, además de un exquisito poeta de acuerdo al escritor y crítico de arte Cándido Gerón, igualmente representa, como sujeto histórico, uno de los más connotados epítomes del cinismo, reivindicado, hoy en día, como un referente kantiano en sí mismo, incognoscible, intangible y difícil de objetivarlo. Noúmeno producto del destino por encima del bien y del mal. Asimismo, estadista de “carne y hueso” que, a tono con su enjundia y creatividad retórica, metaforizó la Banda Colorá con el circunloquio de “Los incontrolables”. Haciéndose el pendejo, dejó “escrito”, en su Memorias de un cortesano de la “Era de Trujillo”, el fenómeno de su mejor y acabado poema: La página en blanco, fracción también de las circunstancias. Versos impalpables, memorables y emblemáticos donde, rindiéndole culto a la desvergüenza y a la maldad, el ínclito varón ocultó, con tintura indeleble y deslenable de cenizas, a los verdaderos responsables del crimen contra el periodista Orlando Martínez Howley.
Bien visto el punto, ¿cómo podríamos entender el mundo si todos los acontecimientos que experimentamos están puramente condicionados por el “destino y la circunstancia”? ¿Existe un yo por encima, totalmente independiente, del componente atómico y celular de nuestro cuerpo? ¿Realmente existe el libre albedrío? De hecho, el concepto del azar -el destino, lo improbable, aleatorio, impredecible, el cisne negro– propuesto por el escritor Tony Raful como una categoría histórica, en su libro De Trujillo a Fernández Domínguez y Caamaño, el azar como categoría histórica, apoyándose en la obra el Cisne Negro, de Nassim Taleb, excluye el sujeto histórico, el yo racional, como forjador de los acontecimientos.
En mi opúsculo Tony Raful, de la categoría del azar y otros objetos (acento.com. do, 6-6-21), apunté, con relación al azar o al destino, lo siguiente: “El azar existe, pero no como categoría histórica. Más bien como una categoría metafísica o escatológica que, excluida de toda acción consciente… participa, indudablemente, como una causa incidental, providencialista para muchos, de todo el tejido histórico, escenario, único, donde solo interviene, conscientemente, el pensamiento, la palabra, las acciones, los hábitos y la voluntad de los hombres y mujeres que erigen las huellas de la memoria. Es decir: el azar genera acontecimientos, pero no historia. Podría limitar, detener, romper la continuidad histórica, pero no la sustituye”.
Ahora bien, quizás como en La República de Platón, debemos abocarnos a preguntarnos “¿Qué es la justicia?”, en lugar de “¿Qué es la sociedad?”. Precisamente, tarea para nosotros, alabarderos mortales, e igualmente lisonjeados inmortales como el Dr. Joaquín Balaguer y Ricardo, reservorio racional y “testigo de excepción” de la sanguinaria dictadura trujillista.