Domingo Moreno Jimenes, Andrés Avelino García Solano, Rafael A. Zorrilla y otros poetas participaron activamente contra la intervención militar estadounidense en el Congreso de la Prensa, presidido por el poeta y periodista venezolano Horacio Blanco Fombona. Este último fue arrestado en pleno acto y posteriormente expulsado del país por las fuerzas del Gobierno Militar. En consecuencia, los poetas dominicanos adoptaron una postura nacionalista frente a la ocupación, representando a una publicación que no era de su autoría. En un contexto donde regía una ley de censura impuesta por las tropas ocupantes, su participación fue un acto de valentía.

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Andrés Avelino García Solano.

Andrés Avelino escribió el “Manifiesto Postumista” en 1921 y debutó con el poema “Irrupción”, que condena la intervención yanqui de 1916. A diferencia de Moreno Jimenes, no sufrió vejaciones ni humillaciones a manos de los marines norteamericanos. Este poema fue concebido en el mismo periodo en que Horacio Blanco Fombona defendió la dignidad dominicana a través de su revista Letras, motivo por el cual sería expulsado junto con el también periodista venezolano Manuel Flores Cabrera, quien publicaba en Renacimiento. Ambos fueron víctimas de la censura impuesta por el Gobierno Interventor, que restringía la libertad de prensa en el país. "Irrupción" es la única protesta poética de Andrés Avelino y, por extensión, del postumismo, movimiento que compartió junto a Moreno Jimenes y Rafael Zorrilla con una concepción estética del arte por el arte. Veamos:

La hueste devastadora se aproxima.

Cae sobre la paz impoluta de la aldea

el bochorno de la barbarie.

El suelo se sonroja con el esputo

de una lengua extraña.

El sol esquiva su faz tras de la loma.

El paisaje enmudece.

Las madres lloran.

Los chicuelos huyen medrosos.

El bosque

abre su seno a la castidad de las vírgenes,

los soldados las persiguen: La luz

niega su voto a la ignominia.

En el centro de un círculo de bayonetas

un hombre atado y una hoguera: El hierro

candente provoca el chisporroteo

de la carne humana.

El mártir sonríe y calla: Ni siquiera

la protesta de un nervio en contracción! [1]

El presente poema, escrito en versos libres, narra las torturas infligidas a Cayo Báez en los campos de Salcedo a cargo de los yanquis invasores. [2] El título mismo establece el tono del poema. Una irrupción implica una acción violenta que ocasiona un cambio drástico respecto a una situación previa, la cual se percibe como preferible a la actual. ¿Quién irrumpe? Son las "huestes devastadoras", lo que indica que devastan un lugar previamente intacto y pacífico. De ahí que el poeta afirme: “Cae sobre la paz impoluta de la aldea/ el bochorno de la barbarie”. El escenario es una aldea que vive en paz, que no espera esta violenta irrupción por parte de estas "huestes" extranjeras. Son los bárbaros los que irrumpen y destruyen el idilio del pueblo.

Horacio Blanco Fombona, Director de la revista Letras.

Lo que prosigue es una descripción de las tristes consecuencias de esa irrupción violenta. El "suelo" inocente de la aldea (la patria) se "sonroja", avergonzado por las blasfemias de los invasores. Sus palabras, en una lengua que los aldeanos no comprenden, no son expresiones de decencia, sino "esputo", es decir, de injurias y violaciones verbales. Ante esta irrupción, el "sol" esconde su rostro "tras de la loma", no solo por vergüenza, sino porque la irrupción lleva consigo oscuridad. El "paisaje enmudece", los cantos de las aves desaparecen, y el idilio campesino se transforma en terror. Las madres, ¿qué pueden hacer sino llorar? Presienten lo que ocurrirá con sus hijos e hijas. Los "chicuelos", atemorizados, huyen al bosque, al igual que las muchachas, perseguidas por los soldados. Las madres temen por sus hijas, que serán víctimas de violaciones, un crimen tan grave que ni la "luz" del día se atreve a revelar por ser una "ignominia".

Después de describir la "irrupción" y sus trágicas consecuencias para la aldea (la patria), el poeta se centra en el suplicio de Cayo Báez, un patriota que se enfrenta a las "huestes". El mártir está indefenso, rodeado por bayonetas. “En el centro de un círculo de bayonetas/ un hombre atado y una hoguera…”. El poeta presenta esta escena como un macabro ritual, reminiscente de la Inquisición, donde el suplicio del fuego es el castigo impuesto por los crueles invasores. “El hierro/ candente provoca el chisporroteo/ de la carne humana”, describe el poeta.

Frente a esta barbarie, se erige la figura digna y orgullosa del mártir. Cayo Báez no grita ni suplica misericordia; en cambio, “sonríe”. La suya no es una sonrisa dirigida a sus verdugos, sino a la muerte misma, a la cual no teme. La enfrenta con estoicismo: “Ni siquiera/ la protesta de un nervio en contracción!”. Nuestro campesino mártir no les concede a los invasores el placer de verlo arrastrarse ante ellos, rogando por su vida. No es un cobarde. Como patriota, enfrenta la muerte con una sonrisa, lo que, aunque sus verdugos no lo deseen, les inspira vergüenza.

Cayo Báez en Historia Dominicana en Gráficas.

En suma, sería erróneo interpretar esta escena como una reproducción romántica del martirio patriótico. El poema de Andrés Avelino carece de los elementos sentimentales típicos del romanticismo cuando trata el patriotismo. Cayo Báez es un defensor de la independencia de su patria y acepta estoicamente las consecuencias de sus acciones. ¿La tortura del fuego? ¡Que venga! Ve en su lucha la única vía para liberar a su pueblo de las "huestes" invasoras. Por eso, el poema inicia describiendo la irrupción de los yanquis en suelo dominicano: la destrucción de una vida pacífica e idílica, el miedo, las violaciones, y la ejecución de quienes se oponen. Lejos de ser una idealización romántica, el poema presenta, aunque de manera limitada, una descripción realista de lo sucedido durante la ocupación estadounidense en la República Dominicana. 

Citas bibliográficas

  1. García Solano, Andrés Avelino. Fantaseos. Santo Domingo: [Sin editora] 1921.
  2. La célebre foto de Cayo Báez torturado fue tomada por el Dr. Heriberto Pieter ainstancias de Luis Felipe Mejía. (Cfr. Mejía, Luis F. De Lilís a Trujillo: historia contemporánea de la República Dominicana. (1944). Santo Domingo: Corripio, S. A., 1993, 173.