Rafael Peralta Romero, director de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, y la ministra de Cultura Milagros Germán entregaron este jueves el Premio de la Literatura Infantil 2022 a la escritora Margarita Luciano López.

Entre libros, familiares, historias y amigos la escritora Margarita Luciano López recibió este miércoles 29 de junio el Premio Biblioteca Nacional de Literatura Infantil, un reconocimiento instituido con el decreto 177-22 por el presidente Luis Abinader.

La autora recibió el galardón de manos de Milagros Germán, una ministra de Cultura sonriente, y Rafael Peralta Romero, un director de la Biblioteca Nacional lleno de historias que huelen a mar.

Peralta Romero es el director de esa Biblioteca desde inicios de noviembre del 2020, pero ante todo es un caballero de los de antes, de esos que se pelan por dar la silla a las damas. Vive rodeado de libros, de cuadros y de poetas, y “su” biblioteca siempre está sitiada por aquellos árboles que han sobrevivido milagrosamente a las furias de la nueva modernidad. Su puerta siempre está abierta para los amigos y para los escritores. Todos siempre tienen algo que contarle, y él tampoco es que se quede atrás.

Cuando salió de Miches y dejó su tierra natal, sus flores y su mar, vino recogiendo historias por los caminos, y hoy ya tiene unos catorce libros publicados, entre novelas, cuentos y poesía, y tres inéditos.

En el género de literatura infantil Rafael Peralta Romero ha publicado la novela De cómo Uto Pía encontró a Tarzán (2009), que obtuvo el Premio Barco de Vapor; los libros de cuentos La paloma dálmata (2016), El conejo en el espejo y otros cuentos infantiles (2006), Cuentos de niños y animales (2007) y A la orilla del mar, este último, Premio Nacional de Literatura Infantil 2011; y los poemarios Niño y poesía (1977) y Un chin de caramelo (1992).

Y desde esa experiencia ha llegado a esta conclusión: “Esta labor es como la orfebrería: se trabaja con detalles, demanda afinamiento de los sentidos, siempre poniéndose uno en el lugar de quienes serán sus lectores; ellos quieren algo de magia, algo de heroísmo, y nosotros, los autores, queremos contarles experiencias, entonces hay que hacer aleación del adulto, que encierra conocimientos y experiencias, y el niño, que representa la ingenuidad, pero quiere cosas que lo motiven a leer, y son unos críticos frontales, fácilmente pueden exclamar “Guácala, eso es aburrido”.

Rafael Peralta Romero cree en la literatura y en la fuerza de la palabra; y cree en las historias y en el arte de contarlas. Y con esa fe luchó para hacer realidad una premiación que, en su opinión, viene a reparar un poco del olvido y la relegación que ha pesado sobre los creadores de historias infantiles y juveniles en la República Dominicana.

“Queremos reconocer a estos autores -expresa- en pro de que se dé a la literatura infantil la dimensión que conlleva, la misma dimensión que se le ha descubierto en otras naciones, como Cuba, Argentina, España y, por supuesto, los Estados Unidos de América”.

El Premio Biblioteca Nacional de Literatura Infantil, que en su primera versión fue entregado a Lucía Amelia Cabral, es su nueva pasión. Él, de muchas maneras, fue su partero y su gestor. Y hoy, con una sonrisa de satisfacción, quiere contar la historia. 

¿Cómo se gestó el Premio Biblioteca Nacional de Literatura Infantil?

Rafael Peralta Romero, el director de la Biblioteca Nacional (d), habla durante la entrega del Premio Nacional de Literatura Infantil a la escritora Margarita Luciano López.

Se gestó en mí, casi por generación espontánea, y anduve con la idea sin encontrar cómo parirla. En alguna ocasión se lo planteé a Daniel Toribio, y casi cuaja el embarazo, pero terminó en aborto. Toribio era entonces administrador del Banco de Reservas. Una noche, luego de una actividad, en el club de la institución bancaria se quedó departiendo con algunos invitados, yo entre ellos, y en un momento a solas, solo con Orión Mejía, le hablé de ese proyecto; llegó a vencer la renuencia a que el Banco patrocinara ese premio, y preguntó si se podría llamar Juan Bosch, le respondí que sí: Premio Juan Bosch de Literatura Infantil.

Pero yo tardé para entregar la propuesta, por escrito, y en eso quitaron a Toribio de la posición…y seguí con mi idea solitaria, cual si fuese un embarazo ectópico, pero no era ni ectópico ni utópico, sino de larga duración. Desde que supe que sería director de la Biblioteca Nacional, entendí que había llegado la hora del parto. Dos amigos ayudaron a componer las bases: Avelino Stanley y Denis Mota Álvarez.

Tomé posesión en la Biblioteca en noviembre de 2020, en marzo anunciábamos la creación del Premio y en agosto del mismo año se hizo la primera premiación.

¿Cuál es la situación de la literatura infantil en la República Dominicana de cara al reconocimiento de los creadores?

Nosotros arrastramos un atraso en esa materia, pero estamos avanzando. A final de los noventa se creó el Premio Anual Aurora Tavares Belliard, como parte de los Premios Anuales de Literatura que organiza el Estado dominicano desde hace varias décadas. Correspondió a la primera gestión de la profesora Ligia Amada Melo como secretaria de Educación, la premiación a las obras dirigidas a la población infantil. Luego, la tendencia ha mejorado.

En 1980 la editorial SM, de España, al radicarse aquí introdujo el Premio Barco de Vapor de Novela Infantil, y un género muy poco cultivado entre nosotros, desde entonces se ha hecho tan habitual como el cuento infantil. ¡Imagínate cuántas novelas infantiles se han escrito desde entonces si participara un promedio, como creo que ocurre, un promedio de treinta obras en cada versión del concurso!

Es justo reconocer que antes de eso, la Sociedad Cultural Renovación, un faro que esplende desde Puerto Plata, también ha mantenido un premio para obras infantiles. Claro, todos esos certámenes premian una obra, el Premio Biblioteca Nacional reconoce la trayectoria de un autor o autora de libros, en plural, para niños, y desde luego, es la más alta premiación para creadores de este género de literatura. 

¿El establecimiento del Premio busca reparar alguna situación relacionada con la literatura infantil, y especialmente con su reconocimiento?

En cierto modo, sí, y más allá, pues queremos reconocer a estos autores, en pro de que se dé a la literatura infantil la dimensión que conlleva, la que se le ha descubierto en otras naciones, como Cuba, Argentina, España y, por supuesto, los Estados Unidos de América.

¿Hay una verdadera tradición de literatura infantil en la República Dominicana?

No, eso no, en nuestro país la tradición en literatura para adultos está débil todavía; creo que tenemos tradición en poesía y en cuento,  pero en novela, en cuestión  de cincuenta años, tras la caída de la dictadura de los Trujillo, hemos dado un gran paso…Pero lo infantil, pese a algunos intentos de autores como Bosch y Ramón Emilio Jiménez, en la primera mitad del siglo XX, es apenas en el último tercio de ese siglo cuando  saca la cabeza, con autoras como Lucía Amelia Cabral, que solo ha publicado libros infantiles, desde la octava década.

En 1977, un banco español establecido aquí llamó a un concurso de obras para niños y lo ganó esa autora con la obra “Camino de Libertad”. Yo participé con un poemario titulado -quizá debo decir mal titulado- “Niño y poesía”, no gané, pero no perdí, pues me enrolé como autor de textos para niños; de hecho, fue mi primer libro publicado. Pero fíjate si la tradición es débil, no fue hasta 1992 cuando publiqué otro libro del género infantil: “Un chin de caramelo”, también de poemas.

Si hay una tradición de creación de literatura infantil, entonces, ¿por qué no se había reconocido en la misma medida? ¿Llegó con retraso el reconocimiento?

Como he dicho, no hay gran tradición de literatura infantil entre nosotros, pero se está forjando, podría decirse que en forma intensiva; nos estamos poniendo al día. Tenemos una pléyade de autores, ya no solo mujeres, que escriben obras de calidad y con marcada constancia; junto a las autoras muy conocidas contamos con hombres sensibles, con capacidad de escribir para niños, incluso don Marcio Veloz Maggiolo publicó textos para ese segmento de la población y hay muchos más…te cito a César Sánchez Beras, Miguel Phipps, Leopoldo Minaya, Óscar Holguín, Tomás Castro…en fin.

¿Qué antecedentes tiene el actual Premio de Literatura Infantil?

Quizá el único sea el Premio Nacional de Literatura, que otorgan el Estado dominicano y la Fundación Corripio; coinciden en que se premia la trayectoria del autor… y puedo decir que el Premio Nacional no excluye a los autores de obras infantiles, pero hasta ahora no ha galardonado a ninguno.

Quizá los miembros del jurado no vean a los autores de textos infantiles como escritores, como si no vieran a los pediatras como médicos, no sé.

Mucha gente opina que la literatura infantil es un género menor. ¿Qué opinión le merece a usted esa idea?

Sí, como es para personas menores, la literatura es menor, piensan algunos, y no saben que es más difícil escribir para niños que para adultos, lograr la atención del niño lector, sin hacerle daño y sin pretensiones pedagógicas es complejo.

¿Puede decirse que la literatura infantil ha sido tradicionalmente la cenicienta de la literatura dominicana, especialmente en lo que tiene que ver con las premiaciones?

Muy cierto, desde hace mucho hay premios literarios aquí, pero no para obras infantiles.

¿Qué diferencias estéticas, estilísticas, lingüísticas y escriturales entre la literatura infantil y las demás expresiones del género?

Puedo decirte que quien escriba libros infantiles tiene ante sí retos que incluyen todos esos factores que tú enumeras en la pregunta.

La belleza es una sola, pero hay que adaptar a la mentalidad del niño las expresiones de belleza que se le presentarán en la obra. Digamos que un suceso que se va a narrar no puede seguir el mismo curso en una obra infantil que en la de adulto, y ahí entra lo estilístico, la forma de construir las oraciones, la escogencia de las palabras. La literatura para niños puede referirse a realidades duras o desagradables, pero hay que cuidar de no dañar al pequeño lector.

La extensión de la oración también cuenta y, desde luego, mientras en la obra para adulto puedes usar las palabras que te dé la gana, vulgares, malsonantes, extranjerismo o lo que sea, el texto para niño demanda mucho más cuidado y fineza en el tratamiento del asunto, así como esmero en la elaboración escritural.

¿Cómo ha sido su experiencia al escribir historias dirigidas de niños y adolescentes?

Referiré brevemente mi experiencia en el género y puedo decir que esta labor es como la orfebrería: se trabaja con detalles, demanda afinamiento de los sentidos, siempre poniéndose uno en el lugar de quienes serán sus lectores; ellos quieren algo de magia, algo de heroísmo, y nosotros los autores queremos contarles experiencias, entonces hay que hacer aleación del adulto, que encierra conocimientos y experiencias, y el niño, que representa la ingenuidad, pero quiere cosas que lo motiven a leer, y son unos críticos frontales, fácilmente pueden exclamar “Guácala, eso es aburrido”.

 ¿En la literatura infantil es premisa imprescindible la magia en la escritura y en la historia?

Desde luego que sí. Los niños tienen el privilegio de soñar. Ellos
disfrutan las invenciones, y también le agregan, con su visión
ingenua, detalles que los adultos no pueden entender, por ser muy
adultos.

El escritor de textos para niños tiene que envolverse de
"niñura” para expresarse como ellos, e incluso, disfrutar como ellos las historias que se cuentan. "Quien no se hace como niño no entrará al reino de los cielos", dijo Jesucristo; lo mismo rige en la
literatura infantil; quien no se hace como niño no disfrutará el
privilegio de ser leído por ello.

Creo que la más alta y noble tarea que puede realizar un autor de obras de ficción es escribir para la gente pequeña.