En la isla donde se alza el Pico Duarte y se encuentra el azul profundo del larimar, los taínos construyeron una cultura vibrante que floreció a través de su ingeniosa agricultura.

Esta base agrícola no solo les permitió asegurar su sustento, sino que también impulsó una rica tradición artesanal que refleja su profunda conexión con la tierra y sus recursos.

Los taínos transformaron la arcilla en vasijas, elaboraron hachas de piedra pulidas con precisión. Su habilidad para crear objetos de uso cotidiano del barro era notable, pero sus talentos no se limitaban a lo funcional, dejando vivos testimonios de su destreza en la artesanía, creatividad y legado, que forma parte integral de su identidad cultural.

El legado de la artesanía taína, preservado a través de los siglos, ofrece hoy en día una ventana única a su mundo y es un atractivo esencial para el turismo cultural y el ecoturismo en Yamasá, Monte Plata.

La familia Guillén ha jugado un papel fundamental en la preservación y promoción de la cultura taína. Su interés por la cultura comenzó en el entorno familiar, sin un enfoque empresarial, sino más bien como una forma de mantener viva la tradición.

Jesús, Ramón, Manuel y Esteban comenzaron su andanza en la educación en medio de dificultades económicas. Su padre no podía costear la universidad para los cuatro hermanos, sin embargo, aprovecharon las oportunidades que se les presentaron, como el apoyo de la Cooperación Española, para establecer el Centro de Capacitación Integral en Monte Plata.

Este centro, 1987-1988, comenzó ofreciendo cursos de cerámica y alfarería, y ha sido clave para la formación y preservación de la cultura taína en la provincia ubicada a 46.4 kilómetros del Distrito Nacional.

Un valor agregado a la oferta turística

El valor de una pieza taína puede variar según su origen y el proceso de creación. Por ejemplo, una pieza original, elaborada para exclusivamente para el cliente, puede costar más de RD$ 4,500. Las réplicas se realizan con precisión en cuanto a tamaño y detalles, y su precio puede ser más accesible, alrededor de RD$ 1,500, si se han producido en serie. 

Las originales no suelen llevar colores modernos; tradicionalmente se empleaban colores más oscuros y naturales, como grises y negros, derivados del uso de fuego y técnicas antiguas. 

La popularidad de las piezas entre los visitantes no residentes varía según su nacionalidad, pero las más solicitadas son la Diosa Luna y el Dios de la Fuerza. Estas piezas están inspiradas en dioses y buscan conectar con la energía positiva.

“Los turistas, a menudo, buscan elementos que les permitan experimentar una conexión más profunda con la naturaleza y las tradiciones de la comunidad”, explicó Jesús Guillén.

Datos del Banco Central (BCRD) indican que el 1.6 % de los pasajeros no residentes que llegaron vía aérea en 2023, lo hizo motivado por la oferta histórica de República Dominicana. Si bien el porcentaje es pequeño, equivale a 128,938 de los 8,058,671 turistas que se alejaron del atractivo de sol y playa para sus vacaciones de nueve noches en promedio.

Al comparar el 1.6 % con el 0.7 % del 2013, se evidencia que los extranjeros están diversificando su ocio en la nación caribeña. Para ese año, su participación fue de 32,828 turistas.

Pero no solo los extranjeros buscan el turismo cultural. Por ejemplo, el Ministerio de Turismo y la Asociación Nacional de Hoteles de Santo Domingo señalan que el 8 % de los no residentes visitan la Zona Colonial, encontrándose con joyas históricas como los museos, las casas coloniales, oferta gastronómica o de piedras semipreciosas como el larimar y el ámbar.

Mientras, el Ministerio de la Cultura resaltó que el consumo de los hogares en servicios culturales es de RD$ 284.4 millones. Los paquetes turísticos alrededor de este bien inmaterial aportan RD$ 383.9 millones y los servicios de recreación y cultura movilizan RD$ 652.3 millones, para un ecosistema dinamizador de RD$ 1,320.6 millones.

El valor de estas piezas va más allá de su aspecto material; representan un vínculo tangible con la cultura ancestral de República Dominicana.

Al ofrecer estas obras a hoteles que promueven el turismo dominicano, no solo se busca la comercialización, sino también el fortalecimiento de la identidad cultural y la educación de futuras generaciones. Es como un puente entre el pasado y el presente, permitiendo que tanto visitantes como locales se conecten con la esencia de nuestra herencia”, aseguró Jesús.

Esto es posible gracias a los alojamientos tradicionales que acogen a los turistas no residentes. De hecho, solo en 2023, el 66.5 % de los 8,058,671 turistas se alojaron en hoteles. O sea, 5,360,568.

La Organización Mundial del Turismo (OMT) es más específica: el turismo cultural se realiza cuando el visitante busca aprender, descubrir y experimentar los atractivos y productos culturales de un destino turístico. “Combinar el turismo y la cultura brinda oportunidades para todos, los empresarios, la sociedad civil y los pequeños artesanos o mipymes…”, resaltó el artesano en conversación con Acento.

Para Jesús, el proceso de vender estas piezas es una forma de materializar su esfuerzo que requiere que se toque 10 veces la arcilla.

El proyecto comenzó como una idea y ahora se ha convertido en una pieza clave para el ecoturismo y la identidad nacional”, agregó.

Una labor cultural que requiere de mayor apoyo

Para mantener la originalidad y el contexto cultural de los productos, es fundamental respetar la esencia que abarca tanto el aspecto místico como el religioso. Según el artesano, “cada pieza está certificada como original o réplica. En el caso de producciones a gran escala, los artesanos numeramos cada pieza para asegurar al cliente que no habrá más reproducciones de esa misma cantidad”.

De hecho, explicó que su trabajo no siempre garantiza estabilidad económica, ya que gran parte del esfuerzo se basa en el valor inmaterial de la cultura.

El trabajo para preservar y promover estas tradiciones es arduo y enfrenta desafíos. Aunque en años recientes ha habido algunos avances, como el decreto gubernamental 3-02, que crea la Dirección de Fomento y Desarrollo de la Artesanía Nacional (Fodearte), aún se necesita mucho más apoyo.

“Esta situación ha llevado a una creciente desconexión entre las nuevas generaciones y el patrimonio cultural taíno. La falta de interés y apoyo en temas culturales se manifiesta en cómo los jóvenes se alejan de su herencia cultural, que es un bien inmaterial valioso”, comentó.

El Museo de Artesanía de Monte Plata, aunque carece de la infraestructura ideal, se convierte en el corazón de este esfuerzo cultural. A través de réplicas y piezas originales, busca preservar y transmitir el arte de la cultura taína. Este museo, en su modestia, se convierte en un espacio esencial para que las nuevas generaciones conozcan y valoren las raíces y la historia de la artesanía.

A pesar de los desafíos continuos, la familia Guillén sigue trabajando para mantener viva la tradición taína y ofrecer oportunidades educativas en su comunidad. Su historia es un testimonio del compromiso y la perseverancia necesarios para preservar la rica herencia cultural de Quisqueya.

Para Jesús, la artesanía representa una forma única de expresar sentimientos y emociones sin necesidad de ser un artista de la palabra. “Se trata de utilizar los conocimientos y habilidades adquiridos para comunicar la propia esencia y permitir que el público aprecie la integridad personal detrás de cada creación”.