A Joaquín Balaguer se le atribuye ser un estadista y un excelso escritor enigmático y aferrado al destino. Sin embargo, en alguno que otro caso, recuerdo que él disfrutaba de la hilaridad al narrar sucesos de la Era de Trujillo y de sus propios gobiernos donde las anécdotas y jocosidades tenían sus momentos especiales.
Aquel día del mes de abril de 1996 experimenté una alegría contagiosa al visitarlo apenas faltando unos días para celebrarse los comicios de ese año y, en vez de estar nostálgico y a sabiendas del vacío que produce el poder, sobre todo, en quien lo había perdido en el año 1978 después de tres largos períodos consecutivos, se mostraba alegre y conversador.
Le digo, “poeta Balaguer, de todas las conversaciones sostenidas durante más de tres años, es la primera vez que lo observo entusiasmado y me pregunto si el slogan o proclama lanzada en el Palacio de los Deportes con relación al pacto del Frente Patriótico, de que ´el camino está cerrado, cerrado indefinidamente´, es indicativo de que usted ya conoce los resultados de los comicios de los próximos días”.
Balaguer sonríe: “je, je, je…yo no sé nada, Nananina”, (apodo de uno de los personajes de la comedia “La tremenda corte”, con la participación de Tres Patines. Acto seguido, me dice: “poeta Gerón, lo cierto es que ´todo está consumado´. Como no estamos en temporada ciclónica, es difícil que los pronósticos no nos favorezcan”, y agregó: “todos los astros están alineados para favorecer a una nueva generación compuesta por hombres y mujeres con muchos ideales y aunque quien le habla, los ha nombrado de bisoños, trataré de ayudarlos hasta donde mis fuerzas lo permitan pues este es un país difícil de gobernar ya que existen muchos intereses, muchas gentes necesitadas y el pastel no da para tanto y también existe una oligarquía insaciable, devorada, que piensa y actúa como si el país le perteneciera. Asimismo, tendrán que lidiar con los embates y las adversidades que engendra todo poder en cualquier parte del mundo”.
Anoche, dicté a una de mis secretarias un poema dedicado a Rafael Estrella Ureña, a quien considero el orador más grande que ha tenido el país y a quien llegué a admirar considerablemente.
A seguidas, me expresa: “A mis adversarios más enconados les ofrecí la oportunidad de que volvieran al poder, y no me concedieron una onza de respeto; por el contrario, me vilipendiaron y tildaron de tramposo y no tuve otra solución que pactar con un sector que sí creyó en mi palabra, aunque durante años estuvimos enfrentados”.
Como estadista zorruno y avezado en las lides políticas, aproveché el momento y le pregunté: “Presidente, está usted convencido que se va con la idea de no volver al poder”. Y me responde muy sonreído: “Poeta Gerón, ´la suerte está echada´, no hay regreso posible, cumplí los ciclos necesarios, algunos buenos, otros afortunados, pero siempre al frente del deber patriótico, pensando en lo mejor para la República, enfrentando avatares de todo tipo para legar a las futuras generaciones un porvenir promisorio”.
Y añadió: “No se puede nadar contracorrientes, sería un desatino, tengo tareas que cumplir; todavía tengo pendiente escribir varias obras de interés histórico; en estos momentos escribo varios sonetos y poemas libres dedicados a mis primeros profesores y amigos. Anoche, dicté a una de mis secretarias un poema dedicado a Rafael Estrella Ureña, a quien considero el orador más grande que ha tenido el país y a quien llegué a admirar considerablemente. También voy a sacar fuerza para escribir un libro que llevará como título: Yo y mis condiscípulos”.
Hace una pausa, y continua su narrativa: “Si la salud me lo permite, escribiré una especie de memorias cortas de mi amistad con Rómulo Betancourt, quien, tras largo exilio llegó a la Presidencia de Venezuela en 1958; con el poeta, dramaturgo, escritor y novelista Francisco Villaespesa con quien tuve el honor de reencontrarme en Madrid, España, y, por último, con Pedro Albizu Campos, el nacionalista puertorriqueño más admirado en su tiempo”.
Al extender su discurso, me expresa que de Francisco Villaespesa siempre recuerda uno de sus fragmentos poéticos: “Igual que en un sepulcro me he encerrado en tu eterno recuerdo, y en él vivo, la frente entre las manos, pensativo, evocando las glorias del pasado”.
Más adelante, dice: “cuando Rómulo Betancourt ganó por primera vez las elecciones de Venezuela, me envió un telegrama ofreciéndome la posición de asesor de su persona y Trujillo, al enterarle de la proposición, me citó a su despacho y estando allí, me increpó: “de manera que usted quiere abandonar el barco, precisamente, en estos momentos, en que el país se encuentra en una situación política muy delicada. Usted sabe bien que ese ´presidentico´ de Venezuela, es enemigo acérrimo de mi persona y según los informes que han suministrado los agentes en Venezuela, se ha dado a tarea de difamarme, de repartir armas y dineros para que me tumben. Pero esta vez, le saldrá el tiro por la culata”.
Me cuenta Balaguer, “cuando escuché su perorata le dije: Jefe ¿ya terminó?, y me respondió de manera airada: ¡Sí, carajo!, entonces, le manifesté: con su permiso, me retiro”. Aprovecho el momento y le pregunto: “poeta, a qué se debió su silencio”, y me responde: “poeta Gerón, ante un exabrupto de esa naturaleza, qué podía decir; sobre todo, porque cuando Trujillo se encolerizaba pagaban justos por pecadores. Simplemente, salí escurridizo de su despacho y solo dije a mi chofer Saturnino, por trance que había pasado”.
Días después, fui a visitarlo para entregar un pequeño libro sobre la biografía del príncipe Nicolás Maquiavelo, con prefacio de Voltaire y publicado por la imprenta de D. José Trujillo, hijo, Madrid, España, en 1854; el texto contiene datos pocos conocidos sobre los inicios de Maquiavelo, quien heredó de su padre el genio de la estrategia del arte de la política. Al entrar al despacho, le dije parado frente a su escritorio: “Presidente, su vaticinio se cumplió”, y sonriente me respondió: “era de esperarse pues, las estadísticas no se equivocan”.
Al retirarse del solio presidencia, su casa todos los días se llenaba de gente y hubo que convertir la marquesina en una especie de salón de espera con dos banquillos largos de madera donde dirigentes y altos militares se sentaban a la espera de que él bajara para ir a caminar al Parque Mirador. Ocasión que aprovechan para saludarlo.
El general Enrique Pérez y Pérez, era uno de los asiduos visitantes y quien escribe esto, se hacía la pregunta: “cómo un todopoderoso oficial y hasta empresarios iban muy a menudo a visitar a Balaguer y seguidores que se arremolinaban frente al portón principal de su residencia cuando su vehículo Lincoln de larga data se desplazada rumbo al Parque Mirador para ejercitarse caminando apenas unos cuantos metros, les gritaban: “Y vuelve y vuelve, Balaguer…”. Él los saludaba sonriente con el sombrero que siempre llevaba consigo.
Como todo un personaje de novela se había convertido en leyenda, en oráculo e ícono de la política cumplidos de los noventa y seis años. Afirmo, que la salida del poder fue favorable para él pues se dedico a escribir numerosos libros que hoy son referentes en cuanto al estudio de la historia de España, Grecia e Inglaterra. Le fascinaba conversar sobre el conocimiento de la antigüedad clásica. Su gigantesca biblioteca contenía tantos libros griegos como latinos.
También le gustaba referirse a episodios de El Quijote, el Cid, Carlogmano y hacía que sus secretarias ya octogenario le releyeran a Tito Livio, el Marqués de Santillana, Enrique de Villena, entre otros. No hay dudas de que Balaguer fue un eminente pensador político; por tanto, no se trata de un culto a su personalidad de quien esto escribe, sino el reconocimiento y la admiración a este ilustre estadista que me tuvo admiración y respeto.