Sin pretender revelar el significado definitivo de esta magnífica obra, me tomo el atrevimiento de afirmar que, el poemario Tempestad del silencio, trasluce una creación poética intensa, cargada de emocionalidad y de temáticas universales que personifican, al hombre moderno, en al menos una de las esferas heterogéneas de su vida. Al abordar temas tan habituales de la especie humana, empatiza con la sensibilidad de los lectores. Sugiere, cuestiona, pregunta y, a la vez, responde a la incontable cantidad de ideas que evoca.
La obra inicia con una breve caracterización poética de quien escribe. Una manera perspicaz de consentir que el lector desenmascare la identidad del poeta, así como su intención al componer sus versos. Este primer acercamiento logra divisar el contenido que nos depara más adelante: una catarsis intensa de sensibilidades vestidas de angustia, de incertidumbre ante el vaivén de la vida, pero también de asombro ante la sensualidad del amor, la pasión por sus placeres y del goce ante la vida.
Ante toda la confusión y las interrogantes que se plantea, al poeta lo atrae y lo sostiene el intento de descifrarse a sí mismo. Por esto, en lo adelante, expresa en diecisiete poemas relativamente cortos, la profundidad de sus reflexiones de matices filosóficos, sociales y estéticos. Su canto melancólico dedicado a lo inevitable estalla en el silencio que invade su sustancia para causar la más impetuosa de las tempestades: aquella que nace en la soledad, que nadie percibe, pero que agota al hombre.
El hablante lírico de las composiciones poéticas de la obra describe, en cada una, elementos abstractos cargados de una simbología sencilla, pero suculenta. Así, se desborda en la tranquilidad de su ser para expulsar su yo frustrado, melancólico y enamorado a través de una voz demandante que insinúa aquello que nadie se atreve a decir. Además, con toques metafísicos, incrusta el cambio en toda la obra. La vida que se agota, el amor que se pierde, el pasado que se recuerda, la soledad que asedia y la novedad del presente… Todo ello conjugado en la materialidad actual del hablante, que hace mucho dejó de ser la de antes.
Asimismo, la ancianidad y el tiempo tienen un lugar especial en la obra. Se presentan los últimos años como la etapa donde vemos pasar la vida ante nuestros ojos y donde nos preparamos para aceptar lo ineludible. A pesar de la gratitud, se despide en el poema una voz denunciante que pide explicaciones ante la indiferencia de quienes ‘’no se detienen a acompañar al ser que lleva el tiempo entre los huesos’’ (Morrison, 2014, p. 16).
Para demostrar la idea de que el autor emplea muchas de las temáticas universales sobre las que vuelven los grandes escritores, se evidencia en su obra el tópico Ubi sunt, en un intento por recordar, ya en la vejez, aquello que fuimos y quienes estuvieron a nuestro lado:
Se zambulle en el recuerdo de unos labios
que fueron fosforescentes
y ahora no saben pronunciar el adiós.
El tempus fugit también tiene participación cuando se despliegan, en la soledad, las palabras del hablante lírico y rememora la fugacidad de la vida junto al deseo de volver a contemplarla despacio:
Sería bueno volver a contemplarla
antes de que se evapore su presencia.
Sin embargo, como se señala al inicio, no se trata solo de un ambiente lóbrego y solitario. También confluyen, en el torbellino que engendra la obra, la denuncia ante el opresor en la que el reclamo por las heridas conducen a la pregunta: ¿Hasta cuándo? ¿No es ya suficiente lo que he sufrido? De esta manera, el poeta trae a la memoria dejos de una poesía comprometida y con voz propia. A esta llamada añade, por si fuera poco, el olvido de quienes se dan el lujo de mostrarse impasibles ante aquellos que cuentan con una vida intrascendente a simple vista, que son olvidados por todos, pero que supieron impregnar en su sudor los ideales por los que luchaban.
Sin duda, la riqueza poética de la obra, guarda algo para todos, incluso para los sensuales y apasionados que cantan a las diversas caras del amor. Aquí, el poeta exhibe al que se queda a contemplar la belleza del ser amado, pero también ovaciona al que debe irse para no perder sus alas. Encarna, de igual manera, al que se siente vacío por la ausencia de quien venera y suplica por contemplar, al menos, su recuerdo. Se presenta, aún, al loco apasionado que se desvive por el roce de los cuerpos. Al amor tímido que nace tras miradas inocentes en un parque y al que espera la respuesta de quien está lejos.
Otra realidad que se desvela en esta obra es el celo ante la novedad y, con ello, la crítica a la posmodernidad. En el poema número 23 podemos rescatar la imagen metafórica ‘’bosques de cristales’’, en representación de quienes intentan superar los tiempos pasados mediante copias mediocres de lo que siempre fue auténtico. ‘’Los jardines de metal’’ y la ‘’lluvias de ceniza’’, aunque pretenden simular lo auténtico, no dejan de ser imitaciones falsificadas.
Por otro lado, en el poema 29 se retoma la poesía de compromiso con matices pesimistas ante lo que se ha convertido lo que en el pasado era admirado. Las acciones heroicas dejan de definirse por la lucha, el honor y la perseverancia. Ahora, pasan a ser el peso y volumen de nuestros bolsillos. Indudablemente, el poeta denuncia aquí la superficialidad que arropa a las décadas contemporáneas que sustentan en bienes tangibles su realización humana. En este aspecto, la obra del autor demuestra ser una síntesis de lo poético y lo social, pues a través de figuras, símbolos y sutiles artificios literarios logra esconder las acuciantes dificultades que nos aquejan en la modernidad.
Por último, en la voz del hablante lírico, el autor insiste en la construcción de un espacio para poetas donde sus palabras nunca perezcan y perduren indeterminadamente en el tiempo. Es, a la vez, un llamado a la cultura como vía directa a la sabiduría, al conocimiento y las artes. Es un llamado a la vida misma que se refleja en las creaciones de seres sensibles capaces de transformar la cotidianidad en lo excepcional:
Tal vez no ha llegado el momento
del encendido de velas.
A lo mejor se retrase la disolución.
Pero si se adelanta el paso
y hay una ceremonia de llantos,
tomen la decisión de construir un espacio para poetas.
Éstos en verdad deberían ser instantes congelados.
Nataly Rodríguez Rodríguez es estudiante de la Licenciatura de Lengua y Literatura orientada a la educación secundaria en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.