Un error del lector empírico o ineficiente es que lee todo a una tasa de velocidad regular. Un lector eficiente aprende a emplear distintas velocidades de lectura según la relevancia y el conocimiento del tema que lee, lo que agiliza su ritmo y le da control sobre el material que trabaja.
Muchos que ignoran cómo se emplean las velocidades, creen erróneamente que la lectura eficiente significa “leer a alta velocidad” un texto.
Eso es falso.
Un lector eficiente sabe dónde ir lento, dónde ir rápido, dónde ir súper rápido y dónde casi volar, según la tipificación que ha hecho del contenido mediante la codificación en colores.
Como experto en lectura eficiente te hago la siguiente pregunta:
¿Debe leerse a la misma velocidad la información conocida que la desconocida?
¿La relevante y la no relevante?
Eso es absurdo.
Precisamente por desconocer lo que vamos a explicar es que hay tantos libros a medio leer o apenas empezado que se llenan de polvo en los estantes.
Lo que ahora vas a aprender va a transformar tu hábito de lectura para siempre si lo aprendes y lo aplicas (recuerda que “entender” intelectualmente es ser en realidad ignorante y no saber, porque si nunca has hecho algo, no lo sabes, aunque repitas la receta. Saber es siempre saber hacer).
El entendimiento intelectual consiste únicamente en tener una idea aproximada de algo, pero no es conocimiento, porque el conocimiento tiene como prerrequisito la experiencia, el hacer. Lamentablemente, muchos se limitan a esa idea aproximada ¡y pontifican como conocedores y expertos!
Esa es una plaga muy abundante.
Descubre tu PPM personal (cantidad de palabras por minuto)
Un primer paso es que aprendas cuál es tu PPM o cantidad de palabras por minuto.
Esta es tu base inicial para medir tus avances en lectura eficiente.
¿Cómo la estableces?
Aunque te puedes auxiliar de la ayuda de otra persona, te la explico de forma que la puedes hacer por ti mismo.
Elige un libro y toma su primer capítulo o el inicio de cualquier capítulo.
Ahora ve a la función Cronómetro de tu celular, una de las funciones del reloj del celular.
Ponlo en cero.
Pon tu mirada en la primera palabra de tu libro.
Haz click en inicio y empieza a leer y sigue haciéndolo hasta completar un minuto.
Dale a parar al cronómetro y fíjate en la última palabra que leíste.
Ahora cuenta desde la primera palabra hasta esa última, cuántas leíste, incluyendo artículos, interjecciones, conectores, etc.
Ese número es tu PPM personal, cantidad de palabras por minuto que lees.
Esa cantidad puede duplicarse, triplicarse y hasta quintuplicarse convirtiéndote en un lector eficiente.
Y haremos más adelante recomendaciones de cómo lograrlo, en próximos artículos.
También más adelante te compartiré cuál es el impacto de esto. Ahora veamos algunas velocidades de referencia.
¿Cuál es el ritmo de velocidades recomendado?
¿Recuerdan la Matriz de Relevancia de la Información? Al nosotros precalificar las páginas del libro en función de su relevancia y conocimiento previo, los dos criterios importantes, definimos las velocidades convenientes.
Digamos que las siguientes velocidades nos servirán de referencia.
200 a 300 palabras por minuto para información relevante y no conocida.
300 a 1,000 palabras por minuto para información relevante y conocida.
1,000 a 5,000 palabras por minuto o más para información no relevante conocida y no conocida.
Para que tengas una idea de referencia, te diremos que, en un artículo publicado en la Revista costarricense de psicología, por las psicólogas Gabriela Silva-Maceda y Silvia Romero-Contreras en el 2017, aparece lo siguiente:
“En el primer ciclo de primaria, los valores de velocidad lectora oscilan entre 35 (mínimo de 1er grado) a 84 palabras por minuto (máximo de 2.º grado). En el segundo ciclo, el número de palabras por minuto oscila entre 85 (mínimo de 3er grado) a 114 (máximo de 4.º grado). Los estándares indican que en el 3. ° grado de secundaria se espera que los alumnos lean entre 155 y 160 palabras por minuto”.
¿Por qué estas velocidades son las recomendables, como referencia?
En la información relevante y no conocida, la más importante de toda porque añade y expande nuestro conocimiento, necesitamos ir a menor velocidad, recomendable entre 200 a 300 PPM, porque el acto de adquirir información no es intelectual, es físico: las neuronas están realizando nuevos enlaces sinápticos, se están creando nuevas rutas neurales.
Estamos modificando nuestro cerebro.
Incluso es recomendable dedicar unos 15 minutos a la lectura y detenernos. Si es posible, descansar un poco, dormitar. Hay que darle tiempo al cerebro que produzca los nuevos enlaces.
Recuerda, estás modificando físicamente tu cerebro. Es lo que se denomina neuroplasticidad, y que te permite forjar el cerebro que quieres, eligiendo la información que deseas poseer.
Mientras lo hacemos, vamos añadiendo las ideas o conceptos básicos a nuestro mapa mental, lo que afianza el proceso de adquisición de información.
No es apropiado festinar este proceso, porque es un proceso de cambio físico y las neuronas tienen su tiempo para extender sus dendritas y conectar con otras neuronas. Ahora, imagínate eso: una neurona expandiéndose, extendiendo una dendrita para tocar otra y compartirle una carga eléctrica con neuroquímicos que la estimulan y que, cuando se estimulen de nuevo, evocarán ese recuerdo, esa información. Así creas memoria. Es extraordinario.
Ahora, vamos a la lectura de información relevante y conocida. La velocidad recomendada va de 300 a 1,000 palabras por minuto, dependiendo del grado de familiaridad que tengamos con el tema. Aquí no estamos formando nuevas rutas neurales, nuevas sinapsis, sino reforzando las que ya tenemos. La información y las imágenes que nos provoca la sentimos conocida, estamos familiarizados con ella. Ahora, también repasar esa información es importante. Hay un proceso al que nos abocamos cuando lo hacemos: consiste en mielinizar esos enlaces neurales, blindarlos con mielina, haciendo esa información inolvidable (más adelante, enseñaremos cómo proceder a esa mielinización, cuando hablemos de la Curva de Ebbinghaus o Curva de Olvido).
Ya hemos establecido parámetros de referencia en cuando a la rapidez de lectura en los cuadrantes A y B, conocida y relevante, y no conocida y relevante, de nuestra Matriz de Relevancia de la Información.
¿Cómo proceder con los cuadrantes C y D, las no relevantes, sean conocida o desconocida?
Aquí procederemos a movernos a alta velocidad y a altísima velocidad, sin dejar de pasar la vista por las páginas (este proceso tiene su utilidad y no es inteligente saltárnoslo).
Por eso, podemos aplicar una velocidad de lectura media entre 1,000 PPM a 5,000 PPM o más, ya que hemos identificado que en esas páginas no hay información relevante (pero siempre es útil tener una idea del tema que tratan, para futuros intereses).
Usando un regulador al leer
Sea al leer las partes que corresponden a los cuadrantes A y B (relevantes) como a los cuadrantes C y D (no relevantes), es valioso recurrir a un recurso: emplear un regulador.
Es algo tan sencillo como usar nuestro índice o, en su defecto, un lapicero con la tapa puesta, para guiar nuestra lectura, línea por línea.
Un beneficio del regulador es que debe mantenerse en movimiento, hacia adelante, evitando empantanarnos y detenernos en un tema y distraernos.
El regulador nos disciplina y nos mantiene activo.
Muchos, al no estar habituados, tienen un cierto rechazo, típico de quien evita adquirir nuevos hábitos y se aferra a los hábitos ineficientes de lectura.
Créame que el regulador es útil y funciona.
Pruébelo.
Y cuando lo pruebe, trate de ir incrementando progresivamente la velocidad de desplazamiento de su regulador.
Algunas personas también emplean una tarjeta que van desplazando hacia abajo y el principio es el mismo, los ojos se concentran en el renglón último descubierto y la tarjeta se mantiene bajando a un ritmo constante, para evitar que uno se enchive y detenga en la lectura.
Un último recurso es aplicar “los cuernitos”, en que usamos el índice y el meñique para enmarcar los renglones y los vamos desplazando hacia abajo.
Es inteligente probarlos todos y quedarnos con el que nos resulte más productivo y más cómodo para nosotros.
¿Cómo leer cuando lees? Convierte las frases y oraciones en imágenes
Un recurso de primera importancia es convertir en imágenes las frases y oraciones.
El cerebro opera, piensa y recuerda por imágenes.
De hecho, solo cuando conviertes en imágenes las palabras estás cerrando el proceso de lectura, porque lo primero que hizo el escritor fue pensar en imágenes y luego transformar las imágenes de su mente en palabras.
Cuando entras en contacto con las palabras, para poder entender al escritor debes hacer el proceso de transformación opuesta: convertir las palabras en imágenes.
La comprensión no radica en la repetición de las palabras, sino en su intelección y eso solo es posible si cierras el círculo convirtiéndolo lo leído en imágenes.
Algo importante es comprender que muchas palabras pueden ser solo una imagen. Por ejemplo: “La niña del vestido rojo y del lacito rosa en el pelo se paró en el parque, montada en su bicicleta, y miró el cielo nublado”. Esa oración tiene 26 palabras, pero es una sola imagen.
Haz el ejercicio. Mira esa imagen en tu cabeza.
Si eres capaz de hacerlo ¡eso es lo que significa comprensión!
La capacidad de convertir las oraciones en imágenes (porque una imagen por lo general contiene más de una palabra, aunque puede circunscribirse a una sola palabra en algunos casos), es fundamental no solo para la comprensión, sino también para la recordación.
Para expresar que entendimos la información no tenemos que repetirla palabra por palabra (la conocida “botella” a la que nos acostumbraron en la escuela), sino transmitir el contenido que vimos en nuestra mente al convertir las palabras en imagen.
Si decimos: “una carajita montada en una bici que tenía un vestido colorao y un lazo rosado en la cabeza se paró en el parque y vio el cielo encapotado”, es un entendimiento perfecto, más que perfecto, prácticamente literal.
La ventaja es que la memoria de largo plazo trabaja con imágenes y toda imagen genera una reacción emocional. Y las emociones activan el hipocampo, donde está nuestra memoria de largo plazo. ¿Entendida su ventaja?
Dos técnicas para trabajar las partes de contenido C y D de un libro: el skimming y el scanning
Hay dos técnicas recomendables para leer las páginas de información no relevante, las correspondientes a los colores morado y verde, en mi estructura de codificación en color.
Son el skimming y el scanning.
Vamos a explicarlas y a enseñar a hacerlo.
El skimming se traduce como hojear o leer por encima, dar un vistazo. También algunos lo llaman barrido.
Algunas técnicas de aplicar el skimming son:
La S, moviendo la mano como si hiciésemos una S en la página.
El zigzag, moviendo los ojos en la página en zigzag de un lado a otro.
Aunque no lo sepamos o entendamos, nuestro cerebro está leyendo a ultravelocidad la página (tenemos esa capacidad subconsciente. Se estima que el cerebro es capaz de leer a la asombrosa velocidad de 40,000 palabras por minuto).
Es inteligente y provechoso aplicar el skimming a todo lo que podamos: revistas, libros, periódicos, folletos… Eso va enriqueciendo nuestro fondo de conocimiento pasivo. Y cuando menos lo pensemos, el cerebro sacará esa información a flote. Esto incluso en temas que aparentemente no son de nuestro inmediato interés.
El scanning, por su parte, consiste en pasar la vista por la página para, conociendo nuestra meta de aprendizaje, ver si hay algunos de los conceptos y contenidos relacionados con nuestra meta en esas páginas.
Es una especie de segunda revisión por encima del libro, en sus partes no relevantes, no vaya a ser que se nos haya saltado alguna información útil.
Al aplicar simultáneamente el skimming y el scanning a las partes C y D previamente codificadas cuando hicimos la prelectura, enriquecemos nuestro acervo y dominio del libro, sin dedicar más tiempo del necesario a las partes de menor valor inmediato para nosotros.
Creo que ahora nos conviene hablar un poco de cómo leemos: temas como fijaciones, movimientos sacádicos, así como las palabras llenas y vacías y, sobre todo, los siete tesoros a encontrar en un libro.
¿Te atreves a comentar este artículo o los anteriores? Tu opinión importa.