En un ensayo publicado en el año 2000 como parte del ciclo de conferencias de la Feria del Libro en la capital dominicana, la poeta Soledad Álvarez, [1] participante en la década de 1970 del grupo literario La Antorcha vertió las siguientes afirmaciones acerca del rol de la generación poética de la década del 1960 en la creación de un nuevo hábitat cultural en el periodo post-dictatorial que sentó las bases para el compromiso social de artistas y escritora/es en 1965:
“Los poetas del 60 escribieron desde el hervidero de la historia. Escribieron y vivieron con la furia del presente. Y el presente los malogró en sus demandas y en su inmediatez. La revolución del 65 catapultó las contradicciones. En la ciudad intramuros sitiada por las tropas norteamericanas, los poetas del 60 empuñaron el fusil y la palabra, y junto a dramaturgos, narradores y artistas plásticos agrupados en el “Frente Cultural”, convirtieron las barricadas y los parques en espacio para el arte y la poesía.”
Ni más ni menos.
Completamente apegada a la verdad histórica, en aquella ocasión Soledad Álvarez hizo un breve recuento de ese momento convulso de la vida social, política y cultural en Santo Domingo.
Y así fue todo, partiendo de una postura revolucionaria de unidad de acción en los momentos más cruciales de la lucha social, surgió el Frente Cultural, comité de acción cultural surgido al calor de la insurrección popular. Había sido gestado y dirigido por el pintor Silvano Lora, militante del Partido Socialista Popular (PSP), semilla impulsora del Partido Comunista Dominicano (PCD).
El comando de los artistas o comité de acción cultural reunió artistas y escritores comprometidos que apostaron por la resistencia cultural como parte esencial de la transformación social.
No obstante, el Frente Cultural representó dos cosas a la misma vez: una expresión local o nacional de la lucha popular antiimperialista y la continuidad de la tradición de lucha de intelectuales y creadores del arte; y también, un eslabón más de la cultura combativa, experimental e innovadora a nivel internacional.
Ante la ruina y el caos provocado por la barbarie de las balas y los morteros del fuego invasor, el Frente Cultural fue una de las tantas luces al final del largo camino de combates ideológicos por la democracia. En abril de 1965 y en los meses posteriores, el pueblo en armas se sabía acompañado de artistas y escritores de carne y hueso: trabajadoras/es de la cultura dejaron a su paso un registro particular en las “páginas gloriosas” de la revolución, episodios de lucha reivindicados por nuestro gran Cuco Valoy en una canción y desde ese mismo momento, archivados en la memoria musical del pueblo.
El Frente Cultural creó un espacio, varios espacios a través del cine, los carteles propagandísticos, la pintura y la literatura. Vasos comunicantes como fuentes de fortaleza espiritual que buscaban levantar el ánimo y la moral de los combatientes y el pueblo en general; llevando palabras de aliento y esperanza a la juventud y a otros sectores revolucionarios. Ese fue el Frente Cultural: la compañía artística de docentes combatientes en constante movimiento que hizo suya la tarea de rescatar la memoria colectiva del fuego y del olvido.
Y a pesar de haber desaparecido luego del fin de la contienda armada, el Frente Cultural dejó una huella perenne en la sociedad.
En una entrevista al fenecido poeta y periodista Juan José Ayuso, [2] quien participó de lleno en el Frente Cultural, recibimos la siguiente lista de artistas y escritoras/es que integraban dicho colectivo: Grey Goiscou Guzmán, René del Risco y Bermúdez, Ada Balcácer, Abelardo Vicioso, Rafael Astacio Hernández, Pedro Mir, Miguel Alfonseca, Máximo Avilés Blonda, Pedro Caro, Ramón Francisco, Jacques Viau Renaud, Franklin Domínguez, Iván García, Armando Almánzar, Rina Suazo, Porfirio Gallardo, Antonio Lockward Artiles, Arnulfo Soto, Alberto Perdomo, José Ramírez, Carlos Acevedo Gautier, Asdrúbal Domínguez, José Cestero y Ramón Oviedo.
Aunque no dudamos en lo más mínimo la versión de Ayuso en torno a la conformación del Frente Cultural, consideramos que faltan más nombres y apellidos en esta historia. El Frente Cultural fue ante todo, la expresión de un sentir colectivo. Pues si: es probable que haya heroínas y héroes anónimos que aportaron, sin hacer mucho ruido, a la batalla cultural dándole una mano a los artistas y escritores; gente que mantenía un bajo perfil dada la arriesgada tarea de asistir al Frente Cultural con la transportación de materiales de arte, papel y tinta. Colaboradores pertenecientes a diversas ramas de la ciencia y la cultura. Y quizás, combatientes provenientes de barrios marginados y del interior del país, es decir, de campos escondidos que no aparecen en los mapas: los otros rostros y voces anónimas que dejaron plasmadas con la sangre derramada, lecciones, huellas y símbolos de lucha, dolor y valentía durante la revolución de abril y la guerra antiimperialista. En resumen, la lucha revolucionaria, material y concreta, servía todo el tiempo de guía a la resistencia cultural puesta en marcha por poetas y artistas del pincel.
Notas
1.Inoa, Orlando (editor), Coloquios 2000, Comisión Permanente de la Feria del Libro, Santo Domingo: 2000, pgs.312-313. El ensayo también aparece en Una palabra para cruzar el puente. Antología poética de La Antorcha (Secretaria de Estado de Cultura, 2008), libro editado por el poeta, ensayista, trabajador cultural y miembro de La Antorcha Alexis Gómez Rosa (1950-2019).
2.Entrevista con Juan José Ayuso, vía correo electrónico, 2016.