En las empedradas calles de la Zona Colonial, los comerciantes esperan cada día ofrecer a los turistas el elixir dominicano por excelencia: la mamajuana.
La tradicional bebida, con sus raíces en la historia colonial de Quisqueya, se ha convertido en un símbolo de la cultura y el turismo en República Dominicana, atrayendo a visitantes de todas partes del mundo a degustar su sabor único y sus propiedades consideradas afrodisíacas.
Sentado en una silla en una esquina de El Conde, se encuentra Samuel Robles, quien espera el flujo de turistas que recorren las angostas y antiguas calles de la Zona Colonial para vender la primera botella de mamajuana del día, entre el esplendor de los viajes de ocio, la mezcla de español, inglés, francés y mandarín.
El reloj marca las 10:00 de la mañana, un día de abril del 2024. Samuel acude todos los días desde las 9:00 de la mañana hasta las 7:00 de la noche a comercializar sus productos.
La define la mamajuana como una bebida afrodisíaca, que pasó de ser un remedio para curar las penas y dolores gastrointestinales en los campos a convertirse en un referente producto alcohólico dominicano.
La mamajuana es un licor dominicano preparado con ron, vino tinto y miel, fermentado en una botella de vidrio de 16 onzas con ramas de árboles de bejuco durante seis meses, aunque algunos comerciantes prefieren “su fermentación de hasta un año”.
Los precios varían entre RD$ 500 y RD$ 1,500 dependiendo del tamaño de la botella. Las que son para “llevar en la maleta”, cuestan RD$ 200.
El punto de venta más importante se ubica al frente del Altar de la Patria. Los buhoneros de 14 negocios que ofertan la mamajuana fueron organizados por la Alcaldía del Distrito Nacional, para permanecer en un espacio ordenado y así llevar el sustento de sus familias. Su actividad se clasifica bajo el renglón de hoteles, bares y restaurantes.
Entre la brisa que mueve las hebras de cabello de los ciudadanos, los vendedores usan sus teléfonos, organizan sus bienes y atraen a los turistas con jergas dominicanas: unos 11 comerciantes se colocan de lado derecho, mientras tres se ubican del lado izquierdo.
Sus puestos pequeños, variopintos y atestados de artículos resaltan entre los más de 100 locales y edificios comerciales y habitacionales registrados por la Asociación Nacional de Hoteles de Santo Domingo.
“¡Ven, chula, que aquí te endulzamos la vida!”, comenta con desparpajo un vendedor al ver caminar una visitante no residente, mientras hace ademanes hacia la bebida de color rojizo castaño que adorna su puesto ambulatorio.
La cultura dominicana es una mezcla entre la herencia africana, indígena y europea que aporta valor agregado a la oferta de alimentos y bebidas de República Dominicana. Pero, además, se convierte en un atractivo para el sector de viajes nacional.
Un trago de esta bebida hace referencia a la herencia dominicana y los que visitan los polos turísticos demandan de ella, desde los aeropuertos, centro comerciales hasta los spots de ventas de los hoteles.
“¿Una bebida roja? ¿Esa? ¿Esa me la enseñó mi amiga?”, pregunta repetidamente una visitante foránea señalando una fotografía desde su teléfono móvil.
El hombre de unos 60 años, de piel morena y ojos marrones, busca una botella de mamajuana en su carrito atestado de joyas, prendas y artículos típicos dominicanos, y se la muestra.
“Es esta, señorita… mamajuana”, habla despacio. La fémina asiente repetidamente y agarra con sus manos el artículo.
Él puede vender hasta 40 mamajuanas en un mes, dependiendo de la temporada y afluencia de los peatones.
La calle, de un kilómetro de largo, es un punto de encuentro obligatorio para los locales y no residentes que visitan la ciudad amurallada de Santo Domingo, que a la vez ofrece atractivos culturales, gastronómicos y comerciales.
Y no es para menos, las autoridades estiman que el 8 % de los extranjeros recorrieron el centro histórico, es decir, 644,603 de los 8,058,671 no residentes que llegaron a través de los aeropuertos dominicanos en 2023.
Samuel, quien tiene 32 años vendiendo productos en el casco antiguo, expresa que los principales compradores de la bebida son los turistas estadounidenses, los colombianos y la diáspora, clientes que adquieren el artículo como un regalo lo que incide en su exportación e internacionalización.
Según Joselo, comerciante desde hace cuatro años, los bebedores con paladares más exigentes buscan combinaciones exóticas como camarones, canela y hierbas aromáticas para degustar durante su visita a la capital dominicana. Resalta que el nivel de alcohol puede alcanzar hasta los 40 grados.
Un lugar con historia que genera ingresos
La Zona Colonial es un lugar vibrante, que entre sus paredes, museos e iglesias guardan secretos históricos para los turistas y se muestra como un lugar cotidiano para los dominicanos.
Pero en la calle El Conde el ruido, bullicio y la algarabía de los visitantes es amortiguado por los trabajos de restauración y remozamiento de la Ciudad Colonial a cargo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Ministerio de Turismo (Mitur) con un presupuesto de US$ 90 millones.
En medio del bullicio de la calle El Conde, donde los vendedores entonan sus cánticos y los turistas exploran los rincones históricos, la mamajuana se erige como un vínculo entre el pasado y el presente de Santo Domingo.
Con cada sorbo, los visitantes llevan consigo un pedazo de la rica herencia dominicana, mientras que los vendedores como Samuel y Joselo continúan compartiendo su pasión y su cultura a través de cada botella vendida, asegurando que la tradición perdure en el corazón de la Ciudad Colonial por generaciones venideras.