Pasada casi desapercibida por la cartelera local sin saber el destino que le esperaba, al menos quien escribe no la apreció en su momento, más bien después de los premios Óscar, este filme acaba de alcanzar galardones a mejor película, guion adaptado y actor secundario en la pasada noche de los premios de la Academia.
La verdad es que “CODA” es una película menor que acaba recibiendo varios de los más importantes premios de la industria norteamericana, sin tener más que el impacto que produjo en esa misma noche. Ciertamente es un guion adaptado pues toma su fuente original de la película francesa “La Famille Bélier” (2014) dirigida por Eric Lartigau. Es decir, esta película es un `remake´.
“CODA” presume deslizarse por un terreno familiar y universal, pero también ofrece lo que exactamente el espectador quiere ver en una película con un buen relleno de motivos sentimentales y personajes empáticos.
La historia envuelve a Ruby (Emilia Jones) el único miembro oyente de una familia de sordos. Ella es una CODA, término que se refiere a Child of Deaf Adult (hijo de adulto sordo) quien, a sus 17 años, trabaja por la mañana con sus padres y su hermano en Gloucester, Massachusetts, antes de ir a clase, tratando de mantener a flote el negocio pesquero familiar.
No obstante, ella tiene una especial predilección por el canto y esto la hace probar suerte en el coro de su instituto, donde conoce a su entusiasta profesor (Eugenio Derbez) que ve algo especial en ella y la anima a la posibilidad de entrar en la escuela de música, cuestión que la obligaría a tener que tomar una difícil decisión: su familia o sus estudios.
“CODA” puede tener, y lo tiene, un valor inclusivo por la visibilidad de actores que interpretan a si mismo las mismas limitaciones de sus personajes, como es el caso de la sordera a través de los actores Marlee Matlin, quien ya tiene un Óscar a la mejor actriz principal por su papel de Sarah en “Hijos de un Dios Menor” (Randa Haines, 1986), Daniel Durant y Troy Kotsur, este último ganador del Oscar como actor secundario.
Posiblemente esta representación de la comunidad sorda referida en la película le otorga esa apreciación, pero a la larga queda atrapada en la necesidad por hacer llorar y emocionar que por ofrecer una historia sin subterfugios narrativos.
A diferencia de “La Famille Bélier”, cuyas situaciones son más orgánicas y lógicas, en esta versión americana, los cálculos apelan más a la fórmula melodramática con efecto de sensibilización hacia el espectador para convertirla en esa “feel good movie”, estructurada sobre una base artificiosa.
La realizadora Siân Heder, en su primera película, también guionista de la serie “Orange Is the New Black”, sabe muy bien sus propósitos con esta cinta de aire “indie” la cual no tiene el más mínimo rubor de explotarlo y convertirlo en un “crowdpleaser” que derive en esa buena aceptación como producto.
Lógicamente, la empatía que surge de su actriz principal, la joven británica Emilia Jones (Ghostland, 2018) y de su actor Troy Kotsur (Wild Prairie Rose, 2016), facilita conectar con las intenciones de sus respectivos personajes, que encajan decididamente en el panorama establecido para tal fin, cuestión que la convierten en una película de idea ajena, buena, pero no excelente.