PEDERNALES, República Dominicana. El 29 de septiembre de 1966 este pueblo del sudoeste de la frontera con Haití estaba en tensión. Meteorología había dado el aviso de impacto inminente del poderoso huracán Inés, con vientos de 240 kilómetros por hora, categoría 4 en la escala Saffir-Simpson. La falta de comunicación fluida agravaba la zozobra. No había estación de radio; las de la capital se captaban con dificultad en unos cuantos hogares. El medio más socorrido eran las bocinas giratorias en el techo de la cabina de proyección del único cine del pueblo, Doris, techado de zinc.

Un tropel de gente se movía por el pueblo en busca de alimentos para pasar unos cuantos días. Por doquier se escuchaba el martilleo, clavando tablas para asegurar puertas y ventanas de viviendas de concreto. Los habitantes de los suburbios de se desplazaban a lugares seguros.

Ejecutivos del edificio de oficinas gubernamentales, en la calle Braulio Méndez con Juan López, sacaban enseres para –según decían- preservarlos.

Juan Pérez hijo (Curú), Oficial del Estado Civil desde 1963 (gobierno de Juan Bosch),  trasladaba a su vivienda de la calle Juan López 4 todo el mobiliario y los archivos con los libros de nacimiento, matrimonio y defunciones.

Al día siguiente, 30 de septiembre, la destrucción desde Barahona hasta esta comunidad era dramática. Al menos 70 muertos y pérdidas por unos 10 millones de dólares. El techo de las oficinas gubernamentales había volado, la madera había caído abruptamente. Todo estaba anegado. Desolación total.

POR CARAMBOLA

En la calle Braulio Méndez, entre la Juan López y la Mella, la casona rectangular de paredes de block y techada de asbesto devastada por el ciclón Inés, no nació como local de oficinas públicas, sino como la escuela de la comarca en los años 57-58 durante la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo Molina (1930-1961).

En el solar existía originalmente la iglesia católica de la colonia (1927), construida durante el gobierno de Horacio Vásquez.

“Era una iglesia de madera muy monumental. En ojos de un niño de siete años (mi edad) era enorme y el campanario casi rozaba el cielo. Luego entendí que sólo tenía ocho metros de alto. Tenía la misma construcción que las demás de la colonia y luego del distrito municipal”, explica el ingeniero Antonio Bretón, 72 años, nativo de Pedernales.

Tras el ciclón Katy (1955) fue levantada, allí, por el ingeniero Wascar Tejeda, la Escuela Primaria.

Bretón cuenta una anécdota sobre la iglesia y la escuela:

“Allí fui bautizado por el obispo de San Juan, Tomás O’Reilly. Aún recuerdo la galleta que me dio al confirmarme. Y en la escuela hice tercero, cuarto y quinto curso. Cuanto Trujillo y la Iglesia entraron en contradicción, en 1960, el programa de educación del Concordato fue eliminado y los primeros cursos fueron trasladados desde la Braulio Méndez hasta la actual escuela Hernando Gorjón que se había construido (Duarte frente al hospital) y, entonces, en el edificio de la Braulio Méndez comenzaron a funcionar las oficinas públicas”.

Miguel Pérez, 80 años, relata que “la escuela, en la 27 de Febrero casi con Genaro Pérez Rocha, al lado de los Collado (Aquilino Collado y Bienvenida Trujillo), la tumbó el ciclón Katy en el 1955. Luego la llevaron n una casona de un hijo de Chevé Bello, llamado Paulino, en la Mella casi esquina 27 de Febrero, cerca de José Ramón Tejeda… De ahí llevaron la escuela para ese sitio, y luego para la Duarte, frente al hospital, y el liceo para la Libertad”.

Las oficinas públicas, que operaban en sitios dispersos, fueron ubicadas en el local que había quedado vacío.

EN EMERGENCIA

El gobierno de Joaquín Balaguer (1966-1978) intervino de inmediato la región destruida por el fenómeno atmosférico. Aquí, dispuso la edificación de viviendas (Barrio Inés) y el edificio que alojaría las oficinas públicas.

Había que esperar. Alquilaron locales para algunas oficinas. Pero Curú, el Oficial Civil, optó por ofrecer servicios a la comunidad, desde su casa, sin cobro alguno al Estado.

En el centro de la sala: un escritorio en caoba, una mesita para la maquinilla Olivetti, una silla del oficial y un perchero o sombrerera, en caoba centenaria. Dos o tres sillas y el archivo de metal, grapadora, perforadora, hojas, lápices, bolígrafos, tinta, clip… Desde entonces no hubo privacidad en su familia porque las visitas para gestión de servicios no se limitaban a las horas laborables. No faltaron matrimonios civiles.  Y él, gustoso. Lo único que impedía una solución era si el caso chocaba con la ley.

El 7 de septiembre de 1968, el presidente Balaguer llegaría al municipio para inaugurar el edificio de dos pisos, construido a un costo de 67 mil pesos por la Oficina de Construcción y Reconstrucción de Viviendas para la Región Suroeste, a  cargo del ingeniero Ángel Pezzotti.

Por la comunidad, agradeció el procurador fiscal Casimiro Adolfo Pineda, quien destacó que la nueva obra resolvería la estrechez en que trabajaban los empleados públicos.

Según una nota de Listín Diario, el discurso de bienvenida fue pronunciado por la primera gobernadora Luisa América Perdomo (1966). El de orden, toda una perorata de endiosamiento a Balaguer,  emitida por el subsecretario de Obras Públicas, Benedicto Almonte. Bendijo la obra el cura Juan Domenech.

Seguido, Balaguer y acompañantes recorrieron las áreas donde operarían las oficinas: Colecturía, Junta Municipal Electoral, Inspectoría de Trabajo, Aduana, Justicia, Migración, Cámara de Comercio y Oficialía Civil. El mandatario fue declarado huésped distinguido.

Todo nuevo, excepto el mobiliario y documentos de la Oficialía del Estado Civil que Curú había llevado a su casa. Lo devolvió porque –según enfatizó- “eso no me pertenece, eso es del Estado dominicano”.

SIN RESISTENCIA

Han pasado 52 años desde la edificación a la carrera de aquella obra pública. En el camino ha sido objeto de una remodelación que –para muchos-  implicó una pérdida de tiempo. Creen que el edificio nació con vicios de origen y no ha parado de desmoronarse. Las filtraciones son cada día más graves. La estructura se desnuda y muestra su esqueleto. Las varillas corroídas por el óxido se quiebran. El cemento se desprende. El aspecto es de ruina. O botadero de basura tomado por alimañas. El riesgo de una tragedia es permanente.

La mayoría de las oficinas ha sido trasladada a causa del creciente deterioro. Aún operan: Procuraduría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Impuestos Internos, Cámara de Comercio y Producción.

Israel Trinidad Ferreras, procurador de Medio Ambiente y coordinador de la oficina de la Procuraduría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, se preocupa por los vicios estructurales. Habla con calma y precisión.

“Estamos aquí porque no tenemos otro espacio. Temo un desplome. Cada momento se cae un pedazo de pañete. En este lado donde estamos, hemos hecho algún tipo de mejora, pero el deterioro es masivo. Esto corre el riesgo de un desplome en cualquier momento. El Estado debe intervenir cuanto antes porque la mayoría de las oficinas opera en locales alquilados con espacios no adecuados”.

Rafael Perdomo Ramos (El Boss) tiene una cafetería al lado.

Ingeniero Antonio Bretón

“Ellos han venido varias a ver. Yo confío en estas autoridades. Creo que van a resolver eso. Eso está feo, de momento se cae”.

La gobernadora Miriam Brea está consciente de que al edificio no le queda vida.

“Está en ruinas y es preferible su demolición. Es mejor construir un nuevo en el mismo lugar, porque también impactaría visualmente el lugar… Yo le he manifestado la inquietud a una comisión que ha venido a evaluar el de la gobernación… Agotaremos todos los pasos para solicitar un nuevo edificio; lo plantearemos en la próxima reunión de gobernadores”, ha expresado la representante del Ejecutivo.

El edificio que se cae a pedazos es el mejor símbolo de medio siglo de irresponsabilidad gubernamental con este municipio.

Israel Ferreras

tonypedernales@yahoo.com.ar   

Fotos: Luis E. Acosta.