Hasta finales de los años 30 del siglo XX, las carreteras de Pedernales eran los caminos de herradura, unos trechos angostos y laberínticos, a menudo bordeando barrancas, sólo aptos para transitar en mulos y caballos.

Y el medio para transportar carga eran las goletas de Agricultura y la Marina que anclaban en el muelle de la comarca, gestionado por el tenebroso Danilo Trujillo ante el Gobierno de su tío, el tirano Rafael L. Trujillo Molina (1930-1961), por donde sacaba del pueblo la madera preciosa que aserraba en sus talleres incrustados en tupidos bosques de la ladera sur de las colonias agrícolas de sierra Baoruco.

Él se había asombrado por la riqueza forestal del área, durante sus labores de inspección en un recorrido desde  Las Damas o Duvergé, a caballo.

Colonia de 1927 en la sabana Juan López.

Seguido, con el aval del comandante de la 16 Compañía del Ejército, Juan Tomás Díaz, se apropió de la montaña, instaló aserraderos y construyó una lujosa casona en Los Arroyos, para controlar el negocio y hacer sus desenfrenos sexuales con adultas y niñas.

Por un camino de herradura bajaron desde la comunidad de la provincia Independencia, ladera norte de la sierra, a través de Puerto Escondido (o Puesto), con descanso en el rancho de Bucampolo, en Las Mercedes, las familias persuadidas para poblar la sabana Juan López, hoy centro del municipio costero caribeño Pedernales. La odisea que podía extenderse hasta por 24 horas.

Desde la desembocadura del río Pedernales había un camino de herradura. Foto Edward Adames.

Igual ruta hacían con el regreso, aunque había otra opción bordeando la frontera, y llegaba hasta Banano. Desde principios del siglo XX, el gobierno de Mon Cáceres abrió la trocha y el camino militar desde El Limón-Puerto Escondido-Villa Aida-Los Arroyos-Banano. Otro, de monteo, iba desde Puerto Escondido-Higo Grande-Aguas Negras-Bucampolo-Rubenson hasta los manglares de la sabana.

La extensión de la carretera de la bauxita, desde Aceitillar, área del hoyo de Pelempito, enlazaría con Puerto Escondido.

El tramo Pedernales-Bucampolo, en la llanura, estaba plagado de cambrones y manglares y el sol achicharraba, pero al subir a la montaña, el frío obligaba a abrigarse.

Salían de Pedernales en la tarde, subían a Bucampolo a dormir y en la madrugada tomaban la sierra para llegar a Duvergé en la tarde, eran 24 horas. El primer camino abierto a fuerza de uso para llegar hasta lo que hoy es Pedernales y hasta el río en busca de agua. Bordeaba el norte de los manglares, sin tocarlos, porque la potencia de sus raíces imposibilitaba la tala para abrir trochas.

“El primer camino usado por los monteadores de Puesto Escondido, Duvergé, y otros llegó a la sabana y al río por ese lugar porque al borde norte del manglar abría una brecha natural entre mangles y cambrones espinosos. Caminaban bordeando los mangles hasta ganar Ginagoza y luego Rubensón para subir tortuosamente hasta el firme, que les permitía el tránsito fácil a lomo de mulas”, cuenta el ingeniero Tony Bretón.

NO HABÍA DE OTRA

Los caminos de herradura eran comunes en el país, hasta que el ejército de ocupación estadounidense comenzó a ampliarlos para convertirlos en carreteros y mover sus camiones.

Una nota publicada por Listín Diario el 5 de febrero de 1937 elogiaba al Gobierno por la construcción de una de estas soluciones viales y los grandes beneficios que reportaría a los lugareños.

El corresponsal Fortuna R., en su informe a la Sección de Colonización de la Secretaría de Estado de Agricultura, publicado en Listín Diario del 5 de febrero de 1937, destacaba el ingreso de nuevos inquilinos a la colonia agrícola de Pedernales y el proceso de construcción de “un nuevo camino de herradura, el cual permitirá efectuar el viaje de Duvergé a Pedernales en 12 horas, en vez de 18 que hoy son necesarias, y se han adquirido monturas para el servicio de las colonias agrícolas San Rafael, Demetrio Rodríguez y Yásica”.

Pero al año siguiente soplaban otros aires. El 4 abril de 1938, el medio editorializaba sobre la nueva carretera Barahona-Cabral.

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Playa Cabo Rojo.

En medio de un caudal de loas al régimen, celebraba los avances en soluciones viales.

“Aún no se han extinguido los ecos festivales de la solemne inauguración de la carretera San Francisco de Macorís-Villa Riva, cuando vienen a sumarse a ellos los de la apertura del tráfico al público de otra nueva carretera: la carretera Barahona-Cabral, ramal que se desprende de la carretera Azua-Barahona, cuya construcción está ya adelantadísima. En realidad, esta carretera Barahona-Cabral es sólo un tramo –el primero-  de lo que será un día la carretera Barahona-Cabral-Duvergé-Pedernales, la cual, con la pequeña añadidura de la carretera Barahona-Enriquillo, que ya está proyectada, y con el complemento de los caminos vecinales que comunican entre a las poblaciones que, con un poco de voluntad, podríamos considerar ribereñas del lago Enriquillo, integrará el sistema de comunicaciones  interprovinciales barahoneras”.

Avanzaron en los tramos de Azua y Barahona. En Pedernales, la ampliación de los caminos de herradura permitió el tráfico de vehículos fuertes y de aventureros en motocicletas deportivas, pero la construcción vital carretera desde Puerto Escondido o Puesto Escondido, sólo existe en los discursos gubernamentales.

Ha sido un viejo reclamo de esas comunidades fronterizas con Haití, de origen común, porque fue la ruta original de los padres fundadores, es una conexión directa, el tiempo de viaje se reduciría de 3.5 horas a menos de una; activaría las relaciones económicas y culturales, completaría el circuito vial con las provincias de la Región Enriquillo, integrando el lago (Pedernales, Independencia, Baoruco y Barahona) y facilitaría la seguridad en el poroso parque nacional.

Un siglo después, la comunicación vial de Pedernales con las demás provincias depende de un bloqueo de la vía de 124 kilómetros que lleva hasta Barahona, a causa de una protesta comunitaria o der un derrumbe de la montaña, como acaba de repetirse este 23 de enero en el área San Rafael-La Ciénaga.