Las familias reclutadas por el gobierno de Horacio Vásquez en Las Damas o Duvergé y pueblos cercanos para, a lomos de mulos y caballos, hacer la travesía azarosa por la cordillera Baoruco hasta sabana Juan López, en el recodo del sudoeste dominicano y allí, “por conveniencia patriótica”, fundar la colonia, no se encontraron con el paraíso prometido.

Las arengas de las autoridades no bastaron para superar el desencanto de algunas, que prefirieron marcharse. Pero la mayoría resistió. El sitio era agreste, solitario, desterrado e incomunicado.

El mejor camino era el mar, dijo el encargado Sócrates Nolasco, un reconocido escritor nativo de Enriquillo, Barahona, donde había sido contactado por el secretario de Estado de Agricultura e Inmigración, Rafael Espaillat, para encomendarle la difícil tarea. Fue designado mediante la comunicación 1523 del 13 de abril de 1927 para dirigir y administración de la colonización del Sector Sur. Llegó a la comarca en una goleta.

El 17 de mayo de 1924 en el país habían realizado elecciones presidenciales que ganó Horacio Vásquez. Dos meses después, el 12 de julio, Estados Unidos desocupaba el territorio dominicano, tras su intervención en 1916 por “incumplimiento de pagos y de la convención dominico-americana de 1907”, pero siguió su dominio en Haití hasta 1934. La preocupación por la indefinición de los límites fronterizos latía.

Pedernales. Foto de Edward Adames.

A GRAN VELOCIDAD

Corrían los días de mayo de 1927 y el Gobierno ya ejecutaba su plan. El territorio de la actual provincia Pedernales estaba sitiado de parajes haitianos.

Antes de la fundación del poblado, poca actividad de dominicanos había en el área. Sólo algunos valientes.

En el artículo La Fundación de Pedernales fue en 1927, publicado el 25 de mayo de 1976 en Listín Diario, el empresario pedernalense Servio Tulio Mancebo asegura que estuvieron Robinson Garó (1905), un acomodado de la región de Barahona que hacía pasto libre en la sabana; Francisco Samboy (Padre de Romelia y Tiquito), Daniel Pimentel, Manuelito (padre de Lucas y Cuní).

Clemente Pérez, hijo de uno de los primeros colonos, afirmaba que también estaban en el área Manuelica Méndez y Genaro Pérez Rocha, quien tenía un rancho y contribuyó con el Gobierno en la formación de la nueva comunidad.

Listín Diario del 6 de enero de 1930 presentaba un grabado de 1925, para elogiar la labor de colonización del Gobierno. Especificaba que, antes de la colonización, en el sitio exclusivamente existía lo reflejado por la imagen: dos humildes bohíos con una escasa docena de personas.

En una entrevista al medio, el 1 de mayo de 1928, el encargado de la colonia declaró que el Gobierno tenía la necesidad de consolidar los límites ante rumores sobre la pretensión de sectores del país vecino de apropiarse de una extensión de territorio dominicano que abarcaba desde sabana Sansón, isla Beata hasta los cabos Falso y Rincón, áreas de grandes recursos.

Así, a un kilómetro del río y 700 metros de la costa, dijo,  construyeron 50 casitas de madera, techadas de zinc, cada una con cocina y letrina; una casa escolar, una casa para administración de la colonia, 25 tareas de tierras con regolas para el riego, un horno para pan y una iglesia “que evitara que nuestros niños fueran bautizados e inscritos en Haití”.

Pero el ingeniero Tony Bretón, 76 años, nativo de Pedernales, sostiene que las casitas mencionadas fueron construidas en tejamanil y formaban un redondel alrededor de las viviendas en madera de clavo que habían edificado primero para las oficinas de la colonia, para almacén de materiales, la vivienda del encargado y otras cuatro edificaciones. Todos los materiales para esas edificaciones de madera fueron llevados en una goleta.

“Reclutaron familias prometiéndoles que se hará canales de riego (rigolas) y que les entregarían tierras. La condición era que fuesen familias blancas puras para que se diferenciaran de los haitianos. En esa época, ni haitianos ni dominicanos estaban registrados ni tenían documentos de identificación. Familias de Las Damas, Puerto Escondido, Los Yesos (Mella), que quisieron aceptar la oferta, fueron aceptadas como colonos

Las autoridades sentían amenazas sobre transgresión de los límites y la "haitianización" creciente, pero el plan no consignaba la construcción de una fortaleza porque, de acuerdo a Nolasco, la mejor defensa sería la educación y la toma de conciencia de la comunidad sobre la importancia de preservar la integridad del territorio dominicano.

Argumentó: “En tan distantes lugares, no vio el gobierno necesidad de establecer fortificaciones frente a los extraños que superpueblan todo su territorio en excesivo número. Y, a nuestro juicio, tuvo razón. En la educación que se haga adquirir a los habitantes fronterizos, y en la confianza en sí mismos y en el destino de la República, estribará la principal fortaleza, ya que las fortificaciones de otra índole no dejarían de ser precarias en improbables momentos conflictivos y a gran distancia”.

Foto de Edward Adames.

EL RECLUTAMIENTO

La colonización había sido ordenada por el Gobierno en abril de 1926. El 11 de mayo comenzaban los trabajos de construcción. Y tres meses después, todo estaba listo.

El 12 de julio de 1928, Listín Diario publicaba una secuencia de imágenes sobre la goleta del Departamento de Agricultura al servicio de la colonización anclada en la costa de Pedernales; autoridades y colonos recibiendo en la playa al secretario de Agricultura e Inmigración, Rafael Espaillat; un aspecto de la colonia; el secretario de Agricultura y otras autoridades frente a la casa del administrador en el momento en que salían a caballo a recorrer el lugar.

“Al ser terminadas las casas, se había preciso ir por la provincia (Independencia) en viaje de selección de las familias necesarias, explicándoles las ventajas inmediatas con que el Estado favorecería a los colonos y las magníficas perspectivas de mejoramiento material; se les haría comprender cuanto era preferible esa colonización y que más tarde, en colonización espontánea, se encontrarían tomadas las mejores posiciones”, explicó Nolasco.

Y precisaba: “A esto se sumaba, encarecidamente, la conveniencia patriótica de poblar nuestra frontera; se les brindaban casas cómodas; 25 tareas de tierra para el cultivo de frutos menores, a cada familia; agua para el riego de esas tierras; gallinas, cabras, novillos de vaca, semillas, barcos para el transporte de los productos, libres de flete, maestros para sus hijos, etc., etc.”.

En palabras de Mireya Fernández, 94 años, nacida en Banano dominicano, Pedernales, algunas familias se marcharon antes de que la colonia fuera convertida en Distrito Municipal de Enriquillo.

Antes de morir, a inicios de febrero de 2022, Clemente Pérez, 99 años, hijo de colono, afirmó que sólo 32 familias fueron asentadas.

DIEZ HORAS DE VIAJE

El camino hacia la sabana Juan López, en la ladera sur de sierra Baoruco, lo habían trazado, primero, los animales y los cazadores o monteadores. La ruta era: Puerto o Puesto Escondido-Aceitillar, por el firme del Baoruco, con descanso en el rancho de Bucampolo-Robenson-Los mangles de la costa de la comarca.

Varias familias vencieron riesgos de un trillo accidentado, haciendo malabares al filo de despeñaderos y aguantando el frío de los pinares, a vivir en comunidad, a poner a parir la tierra y hacer de escudo de la frontera. Otras lo harían después a través del camino de Oviedo. Algunos llegaron con sus hijos pequeños.

Entre ellas: Alfredo Ferreras y María Francisca Pérez (Mandín), Miguel Sulín, Manuel Pérez (Memén) y Celestina Féliz; Juan Pérez (Juancito Olegaria) e Irene Pérez, Pedro Ña (padre de Bienvenido la Pasita), Rosendo Pérez (Chechén) y Jembra, Julián Pérez y Candelaria (Queté), Onésimo  y Polola, Otilio Pérez y Emilia, Atila Méndez (Largo) y Demetria, Benigno Pérez y Enriqueta, Adelo José (Pupú y Esperanza), Fonsito y Sinencia.

Francisco Pérez (Capitán), Carlitos Pérez, Octavio Méndez y Julia Rocha, José Altagracia Moquete y Antonia Pérez, Norberto Pérez y Victoria Méndez, Pedro Mella y Telesfora, Julio Fernández y Ernestina, Bartolo Pérez y Felícita Ledesma, Macho Bao, Curú, Canuto Sena e Inés Ledesma.

Merejo Pérez y Rosa, Canuto Sena e Inés Ledesma, Pastor Méndez y Leticia, Pastor Méndez, Macho Genaro, Macho Din y Guadalupe de la Cruz (Lupita), Leticia Méndez, Caonabo Molina y Carmela Matos, Consuelo Samboy, Millín, Firín, Filomeno Molina y Braulia Pérez, Nicolás Féliz.

A casi un siglo de aquel proceso, al oeste del río Pedernales, que  separa las dos naciones de la isla, a partir de la desembocadura en el mar Caribe, obreros construyen una verja limítrofe que, al decir de las autoridades, garantizará seguridad, controlará las migraciones irregulares y evitará el robo de animales y vehículos.

Foto de Edward Adames.

Y a unos 25 kilómetros al sureste, en Cabo Rojo, obreros trabajan en las obras del proyecto de desarrollo turístico de 12 mil habitaciones en edificios de cuatro pisos y una terminal de cruceros.

Las autoridades dicen que es un proyecto de turismo sostenible en el marco de un programa de desarrollo social integral de la Región Enriquillo (Pedernales, Barahona, Baoruco e Independencia).

En el trajinar cotidiano de una provincia minera ahora en modo turismo, los padres fundadores y su legado de trabajo y espíritu colectivo han sido los grandes olvidados.