El inicio del desarrollo turístico de Pedernales es mucho más que un acto de justicia histórica con el Suroeste, la zona que durante mucho tiempo ha encabezado el mapa de pobreza de la República Dominicana.
De entrada, es bueno subrayar que el lanzamiento de Pedernales, basado en un plan maestro que involucra a los diversos actores institucionales, económicos y sociales concernidos, impactará de manera progresiva y sostenible no solo a la región Enriquillo, potenciada por la próxima operación de la presa de Monte Grande, sino también a las provincias del Sur: San Juan, Azua, Peravia y San Cristóbal.
La puesta en marcha del proyecto de Pedernales representa un modelo de planificación integral que nunca se había intentado en el país. Ni en Puerto Plata, ni en Punta Cana, ni en La Romana, ni en Samaná, ni en ningún otro destino turístico, hasta la llegada al poder del presidente Luis Abinader.
Este referente deberá marcar indefectiblemente un antes y un después para que nunca mas se reproduzca la terrible experiencia de desorden urbano y ambiental que caracterizo el desarrollo de nuestras principales comunidades turísticas, desde Boca Chica, Guayacanes y Punta Cana, hasta Las Terrenas, Sosúa y Cabarete.
La excepción había sido, hasta ahora, el caso del municipio de Cabrera, donde las autoridades municipales encabezadas por su alcalde Jorge Cavoli, jugaron en su oportunidad un rol responsable en la gestión de su desarrollo turístico y urbano.
Igualmente es sabido que los proyectos turísticos de Punta Bergantín y Montecristi, inclusive el naciente destino de Miches, también se rigen por propuestas estratégicas que contemplan niveles de planificación y compromiso de Estado que nunca se tomaron en cuenta en el pasado.
Sin duda alguna, el país está cambiando apoyado en la firme voluntad del presidente Luis Abinader. Enhorabuena.