Fotografias de: Luis E. Acosta y Edward Adames. 
Costa de Pedernales.

Chuno, flaco y dado a los tragos, era liniero y el hombre de la primera planta eléctrica que abastecía la comarca de Pedernales. El protagonista del mantenimiento y la vigilancia. Pero también de encenderla y apagarla, religiosamente, cada día. Y del preaviso de las 10:45 de cada noche sobre la cercanía de la penumbra.

“La prendían a las siete de la noche y se la llevaban a las once. Pero quince minutos antes, llegaba la advertencia para la gente. Bajaban el interruptor por unos segundos, y la subían. Ya todo el mundo sabía qué venía, y si estaban en las calles, se iban para sus casas”, explica Julio Mella (Cucuyo), 82 años, quien fue liniero.

Y Miguel Pérez, 83 años, acota: “Además de apagarla por unos segundos como preaviso, a veces también le bajaban la revolución a los motores para que bajara la intensidad de la luz y así la gente supiera”.

La vida en el Pedernales a inicios de los 50 resultaba monótona para las familias de agricultores que lo poblaban. Era un villorrio aprisionado en el cuadrante que ahora definen la 16 de Agosto, al norte; la Libertad, al sur; la Genaro Pérez Rocha, al este; y la Mella, al oeste. Una   sabana minada de hierbas, abrojos, guasábaras, cadillos y ninguna calle con asfalto ni nombre. Apenas caminos angostos y empedrados.

Los lugareños agotaban sus días en labrar la tierra, cazar cerdos y chivos cimarrones y a atender el ganado en pasto libre. Y las horas de la noche, entre el cruceteo de cangrejos, que se contaban por miles; matando mosquitos y mirando las estrellas que, aquí, si no está nublado, se perciben más brillantes. Se alumbraban con lámparas de keroseno, lavaban las ropas en las rigolas o cargando latas de agua, y las desarrugaban con planchas de hierro y a vapor, calentadas en fogones de leña o a carbón.

El pueblito aún tenía la configuración de la colonia del 27, con casitas de madera, clavó y tejamaní, salvo algunos rastros de progreso, dos o tres chalets para guardias, las diez viviendas en concreto armado y aljibes en el techo para captar agua de lluvia, construidas por el ingeniero Campos en los límites que luego definieron las calles Braulio Méndez y Mella, frente al parque, y al norte de la Juan López; la casa consistorial (ayuntamiento, Tesorería, Partido Dominicano), el Juzgado de Paz y, en madera, la logia hecha por Pedro Mella (en la Duarte); las cinco viviendas de terracreto y terminada mampostería, para oficiales del Ejército, en la Libertad; la fortaleza y la cárcel, en la Genaro Pérez Rocha con Libertad.

EL PRIMER INTENTO

El servicio eléctrico, en una primera etapa dependía de un generador de 15 kilos, instalado por la empresa Odis en las afueras del pueblo, en la Genaro Pérez Rocha, área donde ahora está el mercado municipal. Era movido por un motor International, que arrancaba en gasolina y luego pasaba a gasoil. La compañía había colocado los postes y el tendido para para el alumbrado público.

En la segunda, desaparecida la primera planta, en un local de la Genaro Pérez Rocha esquina 27 de Febrero  instalaron una planta de 50 kilos y luego una de 100, remodelaron el tendido e instalaron transformadores.

“El servicio básico de la primera, la de 15 kilos, era para el alumbrado de las calles, pero la gente fue poco a poco conectándose, un bombillo, dos bombillos, un radito. El servicio era muy limitado, era como desde las seis o siete hasta las 11 de la noche”, dice Pérez.

Confirma: “Del sitio original, la trasladaron a la Genaro con 27 de Febrero. Allí había primero una planta de 50 kilos y, con el tiempo, instalaron un motor Caterpillar de alta revolución D-333 de 100 kilos. Entonces, estaban los dos, la de 50 y la 100. Y el servicio era hasta las 12 de la noche, bajo administración del ayuntamiento. El pueblo ya tenía un tendido de alta tensión y el de distribución. Recuerdo que ahí trabajaban Pipín. Un tiempo después, ya yo no estaba en Pedernales, cuando movieron la planta hacia donde está ahora, en la Libertad, con servicio 24 horas bajo la rectoría de la Corporación Dominicana de Electricidad y posteriormente Edesur.”.

Julio Mella.

Mella activa su memoria.

“Antes de esa planta, yo no recuerdo que haya habido luz aquí en Pedernales. Yo tenía 10 o 12 años, creo que fue la primera y estaba en la calle Genaro Pérez Rocha esquina 27 de Febrero, donde hoy están las oficinas de Obras Públicas, en los años 56-57. La atendía un señor llamado Chuno. Era marca Deutz y tenía una potencia de 40 a 50 kilos, no más ahí. Le daba luz al villorrio que era Pedernales en esa época, cuatro o cinco calles. Luego instalaron otra planta, de 100 kilos. Esa la atendía Reinerio Féliz”.

Tony Bretón, 75 años: “Hasta más allá del 61, esa planta se encendía a las seis de la tarde y se apagaba a las diez de la noche, a menos que  una autoridad determinara una o dos horas más tarde. Nunca estuvo encendida después de la medianoche. Toda mi niñez la pasé viendo lámparas de keroseno (gas de lámpara) encendidas en mi casa. Salí de Pedernales en el 63 y nunca vi una bombilla encendida fuera de esas cuatro horas. Estando en la capital me enteré con  gran alegría de la gran noticia: Pedernales tiene luz permanente, igual que cuando surgió Radio Pedernales (1971) y pusieron la línea telefónica 524”.

Crucita Galarza, 73 años, vivía frente al parque, al oeste del obelisco.

“El pueblo vivía más apagado que con un luz; la planta fallaba mucho, daban tres o cuatro horas. Se usaban lámparas jumiadoras. Las mujeres que lavaban y planchaban usaban  planchas de hierro a carbón y lecha. Suavizaban las planchas rozándolas en el cemento. Entre esas mujeres, recuerdo a Nemia, la mamá de Cucuyo y Malola; Gelín, hija de Julia Ñaná; Kika, la mamá de Lolin y Toñito. Nosotros aprovechábamos los apagones y jugábamos, cantábamos y recitábamos en el parque. Reinerio Féliz atendía la planta en ese momento. Por eso, a los hijos, para distinguirlos en el pueblo, los llamaban Manolo Planta, Toño Planta, One Planta, Freddy Planta”.

En 1970, la Corporación Dominicana de Electricidad instaló un generador de 1,100 kilovatios en un local construido a la entrada del pueblo, en la calle Libertad. Ha sido reforzado con dos unidades para suplir la demanda de un municipio que ha crecido anárquicamente en todas direcciones.

Tras la reestructuración de la CDE, el generador es operado por la empresa privada Ege-Haina y la distribución de la energía en el municipio a cargo de Ede-Sur.

A la entrada de la ciudad, están desde los años 70 las plantas eléctricas.

El 19 de noviembre de 2020, la Empresa de Transmisión Eléctrica Dominicana (ETED) informó que continuaba con los trabajos de la línea de 138 mil voltios sobre 196 torres metálicas a lo largo de 65 kilómetros, a un costo de RD$383 millones, y que terminaría en 2021. Dijo que los trabajos habían sido detenidos por la pandemia de covid-19. La gestión de gobierno de Danilo Medina (2016-2020) había dejado la obra muy avanzada.

En abril de 2022, el administrador Martín Robles anunció la terminación de la construcción de la línea que conectará a Pedernales con el parque eólico Los Cocos, en Juancho, y el sistema eléctrico nacional. Dijo que sólo quedaba construir la subestación para la distribución. Aún está en ejecución.

“Cuando llegue la transmisión, esas plantas (3) serán desconectadas, o estarán ahí para cualquier eventualidad”, dijo Robles, citado por Diario Libre.

En Pedernales, sin embargo, temen que Ege-Haina se las lleve, aunque Servicio Tulio Segura, oficial de operaciones de la Defensa Civil, no se opone porque – dice- en Edesur le han explicado que serían obsoletas.

El corresponsal Julio Gómez advierte que la comunidad no lo permitirá.

“Sabemos que la red nacional no es eficiente; por tanto, se debe mantener las plantas en el área para cuando se presente cualquier situación. Más cuando hablamos del desarrollo turístico de Pedernales. Por mucho tiempo, Pedernales fue la única provincia con luz permanente, tan así que el expresidente Hipólito Mejía le decía a los periodistas que le preguntaban por los apagones, que cogieran para Pedernales”.

Efraín Féliz, 73 años, coincide con Gómez.

“Efectivamente, me opongo tajantemente que se lleven esas plantas. El sistema eléctrico de este país falla mucho, en todos los gobiernos, lamentablemente. Ya tenemos experiencias pasadas, que han tratado de llevárselos y lo hemos impedido. Si lo intentan, ahora no será la excepción”.

Oficinas de Obras Públicas en Genaro Pérez Rocha esquina 27 de Febrero. Aquí estuvieron dos plantas eléctricas del pueblo.

LE LEYERON LA TAZA

El mayor del Ejército Danilo Trujillo, explorando sierra Baoruco a caballo, desde Duvergé, había descubierto las riquezas maderables que representaban los bosques. No tardaría en instalar aserraderos y construir una casona en caoba sobre pilotillos en Los Arroyos.

La necesidad de trasportar la madera (pino, caoba, cedro) le llevó a gestionar ante su tío, el tirano Rafael Leonidas Trujillo (1930-1961), la construcción de un muelle con el alegato de mayor seguridad de la frontera.

“Lo hicieron hincando unos postes con una máquina que tenía una torre con un martillo…Los abrazaban con tablones atornillados Y así hicieron el muelle. Ese muelle duró hasta que un mal tiempo lo rompió y quedaron los postes encueros. Un tiempo después hicieron un muellecito, parecido al que tenía Cabo Rojo para sus lanchas. En el frente, al lado del faro, había dos casitas donde vivían unos marinos con sus familias, y eran los encargados de cuidarlo”, explica Miguel Pérez.

Julio Mella sostiene que “yo conocí dos muelles en los años 40, en el pueblo de Pedernales. Uno que se hizo frente al malecón donde atracaban los barcos de la Marina de Guerra. La Alcoa trajo sus primeros vehículos livianos por ese muelle por los años 44 o 45. La Alcoa tenía un muellecito precisamente ahí, cerca de Bucanyé”.

Recuerda que “en la playa, donde el ayuntamiento tenía un restaurante (Típico), ahí, exactamente, la Alcoa hizo un almacén, como a 60 metros de la playa, e hizo un muellecito donde tenía atracado un bote para ellos ir y venir. Eso fue más o menos a mediados de los 40”.

Y cuenta: “Una amiga de mi mamá (Nemia), que le leía la taza, me dijo delante de ella: no vayas hoy a bañarte a la playa. Nosotros teníamos la costumbre de ir todos los días a bañarnos en el área de ese pequeño muelle. Como muchacho al fin, no le hice caso, y me fui. Desde la orilla, me quité el pantaloncito, fui sobre el muelle hasta la punta, y me tiré, y caí de caballito encima de un tiburón, pero el animal salió huyendo más rápido que yo”.

El muelle que había construido el gobierno de Trujillo sucumbió ante la fuerza del huracán Inés del 29 de septiembre de 1966 y otros fenómenos naturales.

LA LOCK JOINT PIPE

Hasta entrada la segunda mitad de la década del 40, el acueducto del municipio Pedernales (135 kilómetros cuadrados) eran las regolas o rigolas, tres madres y dos secundarias.

“El agua se cogía de la regola con latas y otros envases, para consumo humano, y la gente se bañaba en los balnearios. Era la única opción. Los pobladores consumían el agua sin miedo a enfermarse. No la hervían porque creían que era potable, la veían transparente. Y así lo hicieron hasta que un día se enteraron de que, en la parte alta, los haitianos hacían sus cosas”, cuenta Miguel.

El primer acueducto formal del pueblo fue construido a finales de los 40 por la Lock Joint Pipe Company, misma que edificó el tanque de cemento que aún existe en el sector Don Bosco en la capital, cerca del colegio y la iglesia.

La empresa extranjera construyó un reservorio de cemento, al norte del pueblo, en la trinchera, más arriba del campo de aviación. El depósito recibía el agua por gravedad desde el río Pedernales, por una tubería de dos pulgadas.

La red de tuberías era de tres pulgadas en hierro galvanizado, y se extendía por toda la Duarte. El objetivo era llevar agua a la fortaleza (1934), que era un cliente muy exigente, al recién construido el muelle, para abastecer los buques de la Marina de Guerra que patrullaban la isla y a las tres piletas de la comunidad.

Había una pileta en el parquecito, cerca del obelisco; otro cerca de la casa de Sinencia y Fonsito, en la 16 de Agosto con Duarte, y otra cerca de Esporminio y Linda Cumbero, al norte.

Pérez refiere: “Y cuando se dañó el sistema de alimentación por gravedad, le pusieron un motorcito con una bombita de gasolina que le inyectaba agua al tanque. El primero que trabajó con eso fue Rafael Sinencia. Cuando él se fue a Ciudad Trujillo, me dejó el trabajo a mí. Yo iba en la noche en la bicicleta, prendía el motor, llenaba el tanque. A veces, cuando el consumo era alto, había que volver de día a llenar para que hubiera siempre agua; sobre todo, a la fortaleza, que era un cliente muy exigente. Luego salí y quedó Enrique Lolola. En el pueblo había tres o cuatro llaves o plumas públicas en unas piletas. Las únicas fuentes. Nadie tenía servicio en la casa”.

Julián Mancebo (Edígen), 88 años, trabajó como plomero en el primer acueducto. A finales de los 40 fue ayudante del encargado Daniel Peña Puello. Le designó el síndico Dorito Ramírez y le pagaban 60 pesos. “Fue una época dura”, dijo.

Desde aquellos tiempos, el acueducto de Pedernales ha sido intervenido en varias ocasiones para mejorar el servicio y responder a la demanda.

La gestión de Leonel Fernández (2008-2012) construyó un reservorio con capacidad para 250 mil galones y mejoró la planta de tratamiento.

La actual, presidida por Luis Abinader, ha construido un tanque para cerca de un millón de galones en el marco del proyecto de desarrollo turístico Cabo Rojo, 23 kilómetros al sureste del centro del pueblo, donde han planificado 12 mil habitaciones hoteleras y convierten terminal turística el muelle construido a mediados de los años 50 por la minera estadounidense Alcoa para embarcar la bauxita y la caliza que explotaba en las minas de Aceitillar y Las Mercedes.